Mostrando entradas con la etiqueta Ellas dicen. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ellas dicen. Mostrar todas las entradas

08 mayo 2017

Mi corazón late por vos, bombón

Me encanta esta canción, tiene mil años pero la escucho y me pone de buen humor. Ojalá todas pudiéramos decirle una palabra linda y dulce al chico que nos gusta sin que nos miren como a locas desubicadas o desesperadas... o sin que el destinatario de tan lindas palabras se la crea mal y se le infle el ego como un dirigible.

§

16 enero 2017

Mesa de mujeres III: como Thelma y Louise


–¡Hola, zorras! –saludé a todas con mi sarcasmo de siempre. Pasé entre las sillas a darles un beso a todas la que estaban.
–Qué hacés, sirenita. –dijo Rita. –¿Otra vez de mal humor?
–¡Si les cuento! ¡Me van a cagar a piñas!
–Y ahora qué hiciste... –dijo Nina, alcanzándome un vaso de cerveza.
–Tomé champán. –contesté.
Se miraron todas con los ojos abiertos.
–Vos sí que querés ver el mundo arder, eh. –dijo Vanesa, mientras se llevaba a la boca una papa frita.
–Ya sé, ya sé qué me van a decir. ¿Para qué carajos tomás si te hace mal?
–Bueno eso, justamente. –contestó Nina. –Cuando tomás champán, esa lengua bate todas las verdades, incluso aquellas que no nos contarías ni siquiera a nosotras.
–¿Y qué verdad te batiste esta vez? –preguntó Nina.
–Estaba con Bruno Díaz, ¿se acuerdan que les conté de ese tipo? Un divino. Bueno... nada, fui a cenar a la casa, empezamos a tomar una copita de champán. Dos copitas. Empezamos a los besos en el sofá. Le empecé a decir "Ro, Rodrigo te extrañé tanto, gordo" y... y... nada, me tuve que pedir un taxi a casa.
Carcajada general.
–¡Pero nenaaaaa! –me sacudió Nina. –¡Justo con Bruno Díaz se te ocurre hacer semajante papelón!
–¡La cagaste olímpicamente! –alcanzó a decir Vanesa sin poder parar de reírse.
–¿Todavía seguís pensando el el gordo Rodrigo? –dijo Rita, levantando una ceja acusadora.
–¡Juro que al otro día me levanté con un dolor de cabeza de antología, y ganas de tirarme por el hueco del ascensor! –dije, agarrándome la cara con ambas manos.
–¡Ya está, olvidate de ese quía! –dijo Nina, seriamente. –Y a ver si te vas olvidando de una buena vez del gordo ese bagayo, eh.
–Yo en lugar de Bruno Díaz hubiese hecho lo mismo. –opinó Vanesa. –Es espantoso que te digan el nombre de otra persona justo en ESE momento.
–Sí ya sé, pero bueno, ¡se me escapó! –me puse de pie con una mano en el pecho y dije: –¡Juro solemnemente delante de ustedes que no vuelvo a tomar un puto champán durante una cita!
Hubo más carcajadas y aplausos, incluso de las mesas vecinas. En ese momento llegó Miriam.
–Llegaste justo para el show. –le dije. –Escuchá esto: la cagué con un tipo copado diciéndole el nombre de otro. Soy un animal y no podría estar peor.
–¡Já! ¿Qué no? ¿Querés que te cuente yo? –dijo desafiante, guardando sus lentes oscuros en el bolso.
–¿Qué te pasó? –dijimos todas a coro.
–Hace dos meses que salgo con el mismo tipo que conocí de Tinder. Qué se yo, bien, simpático, un poco tímido. Intimamos un par de veces, no le funcionó el coso. A lo mejor necesita tiempo pensé, así que bueno, mejor no presionar las cosas, dejemos que fluya. El finde cumplió años mi prima y salimos con un par de amigas de ella a un boliche de Recoleta. Bien, a ver queridas mías, ¡adivinen a quién encontramos a los besos con otro flaco! ¡Ni siquiera con otra minita, eh! ¡Con otro flaco!
Esta vez no hubo risas generales sino mandíbulas cayendo al suelo y ojos enormes como disco de arado.
–Así es, amores. El tipo que me gusta resulta que patea para los dos arcos. ¿Y vos decís que estás mal, boluda? Vení, vamos juntas a tirarnos con el auto por un barranco como Thelma y Louise antes que nos atrape la desgracia. –Palmeó con fuerza la mesa tres veces y exclamó: –Bueno chichis, retroceder nunca, rendirse jamás; basta de amarguras. ¡Mejor brindemos por nuestras mejores conquistas! ¡A ver, les cuento que estoy por cerrar una licitación importante para la empresa! ¿Y ustedes?
–Mi hijo mayor se sacó un 10 en matemática. –dijo Rita.
–La perra por fin aprendió a no mearse en el comedor. –dijo Vanesa.
–A mí me pagaron un retroactivo que me estaban debiendo. –dije yo.
–Me estoy comiendo a mi profesor de yoga. –dijo Nina, arqueando las cejas, y con una enorme sonrisa hizo sonar los vasos de las demás, que la quedamos mirando boquiabiertas, con una mezcla de incredulidad, alegría y un ¡qué hija de puta!

-- --

07 julio 2016

Mesa de mujeres II: Según pasan los años

Their sweet April 9 by aprelka | Deviantart.com
Es jueves, y como todos los jueves, nos juntamos con las chicas después del trabajo a cenar y chusmearnos todo.
 –¿Y che, cómo te fue en la fiesta del viernes?– me preguntó Vanesa.
–Ah sí, re bien. –dije yo, y luego hablé para todas: –Les cuento: el viernes pasado nos juntamos con el grupo de la secundaria. Lo hacemos dos veces por año, armamos una fiesta en el patio cerrado del colegio, como en los viejos tiempos, y vienen casi todos los de la división, incluyendo compañeros de otros años. Lindo encuentro, buena música, buen ambiente. Aaahhh... Y no sabés quién fue, Vane.
–¿Quién, quién? –dijeron todas en coro.
–Nico, un pibe del colegio. Yo estaba en segundo año y él en quinto. Vos te acordás, Vane, del flaquito...
–¡Nooo! ¿Nico? –exclamó Vanesa.
–Epa epa. –dijo Aldana riendo. –¿Amores de secundaria?
–¿Sabés lo que es encontrarte después de 30 años con el pibe que te hacía calentar la cabeza de pendeja?
 –Naaaah, ¡te moriste de amor! –dijo Rita.
–Morirme sí, –dije, tomando otro sorbo de cerveza,– pero no de amor precisamente. ¡Cómo les explico, che! ¡Está hecho mierda! Pero mierda mal, eh. Vos Vane te acordás bien, que era flaco, alto, de rulos, los ojazos impresionantes, esa voz suave que te hacía caer los calzones...
–Sí que me acuerdo, boluda. –contestó Vanesa, meneando la cabeza. –Me tenía que fumar tus ataques de enamoramiento, me daban ganas de darte un sillazo en la cabeza para que pararas un poco. Menos mal que no íbamos al mismo colegio porque sino le daba otro sillazo a él, pero por creído.
–¡Pero che!, –exclamó Aldana. –¿Tan mal lo encontraste?
–Bueno, a ver, no está particularmente gordo pero tiene buzarda, se peló porque se le volaron todas las chapas del frente, tiene arrugas muy marcadas por todos lados, papada, los ojos embolsados, la voz reventada como si hubiese gritado goles toda la noche. ¡Hasta me juego que se hizo el comedor a nuevo, eh!
 –¿Y hablaron de algo? –preguntó Vanesa. –¿Se acordaba que te morías por él?
–Nos saludamos, sí, pero hablamos poco. Sí, capaz se acordaba. O no, andá a saber. Al principio vino al grupo de las chicas haciéndose el gallito como en los viejos tiempos, hablaba a los gritos con los amigotes, se hacían los cancheros. Pero a medida que avanzaba la noche me parece que se deprimió entre tanta gente cambiada y toda la música que bailábamos en los '80, porque ya no estaba tan chispita como cuando llegó. O se agarró un pedo triste con el whisky, qué se yo.
 –Bueh, flojito el amigo. –dijo Aldana. –Para qué chupa si no aguanta.
–Qué flash... –dijo Rita.
–No te das una idea, no parecía la misma persona. Yo pensaba, si hubiese un aparato que te muestre cómo estás ahora y cómo vas a quedar dentro de 30 años, creo que éste se pegaba un tiro.
–O se hubiese cuidado un poco. –dijo Aldana. –El tiempo nos pasa factura a todos. Pero a algunos como que les cobra retroactivo e intereses.
–Viste, por lo general, a los tipos lindos les pasan los años y se mantienen, incluso hasta mejoran. –comentó Vanesa.
–Sí pero éste, ¡puf!, a éste le pasó por encima un camión con acoplado.
 –Y nosotras, que nos recontra cuidamos meta dieta y gimnasio... –suspiró Rita. –Al final, terminamos entre viejos chotos, panzones y pelados…
–… y con prótesis en los dientes! –agregó Vanesa. Todas nos reímos con ganas.
–¡A no deprimirse, chiquis, que todavía quedan hombres bien plantados! –dije en voz alta y dando palmadas. –¿Pedimos otra cerveza y la pizza?
Todas respondimos afirmativamente y al unísono. La cerveza llegó primero, nos servimos y levantamos los vasos en alto y brindamos por Nico y su decrepitud.

Y el ex flaquito, en algún lugar de Buenos Aires, imagino que habrá sentido un leve ardor en la oreja, que según dice la leyenda, te pasa cuando alguien está hablando mal de vos o te está sacando el cuero.

 :::

06 junio 2015

Mesa de mujeres

En la mesa de mujeres se habla de todo, incluyendo hombres, conquistas y amantes.

Como todos los jueves, el bar de Angie tiene una mesa exclusiva para cinco mujeres amigas. Aldana, Rita, Vanesa, Mora y quien escribe.
Aldana, es hermana de mi mejor amigo Lalo, es contadora, de pelo castaño largo y modales refinados, madre soltera y acérrima protectora de su familia, adora la moda y estar siempre divina, por eso es la que siempre marca tendencia entre todas nosotras.
Vanesa, mi amiga de la facultad, ha cultivado su propio estilo entre dark y urbano que la distingue y no ha variado con los años. Años atrás tenía el pelo rubio bronce, se lo tiñó de negro azabache y ahora lo lleva morado oscuro. El aspecto rebelde y desapegado no son más que corazas que ocultan a una chica sensible y generosa.
Rita, compañera de mi actual trabajo, es pura simpatía: se diría que nació para las relaciones públicas y se está por recibir de licenciada en marketing. Lleva una vida despreocupada y sin límites, le encanta salir y divertirse; según ella, la vida se basa en experiencias.
Mora fue mi compañera de los cursos de inglés y de mi primer trabajo. Su verdadero nombre es Lucía pero todos le decían "Demora" (de ahí le quedó Mora) tal vez por su hábito de tomarse su tiempo para todo: es la típica chica zen, de perfil bajo, adepta al SLOW, el yoga, el tai-chi y la ropa cómoda. Pese a esto, adora el buen comer y beber, aunque siempre en su justa medida.
Angie, la dueña del bar, también suele participar en nuestros debates. Como es la más grande de todas, y tal vez la más realista, ejerce un rol casi materno en el grupo, dando su opinión y aconsejando.
Y yo, madre soltera, laburante, cabeza dura y amante de las historias, la ropa linda, las flores, las salidas, el buen vino y con un tremendo magnetismo para atraer a los tipos equivocados.

En nuestras conversaciones hay de todo un poco: trabajo, hijos (las que tenemos), actualidad, moda, belleza, dietas... y sobre todo, ¡hombres! Porque todas nosotras, incluyendo nuestra anfitriona, somos mujeres solas. Todas hemos pasado la experiencia de un matrimonio o una convivencia que nos dejó chamuscadas pero con la lección aprendida. Y como diría Vanesa, todas las experiencias nos enseñan algo, y por eso hay que estar abiertas a lo nuevo. En las mesas de galanes se habla de minitas, de conquistas y de amantes, pero si no mienten la exageran hasta la estratósfera. Porque los hombres son así. Mentira eso que el tamaño o la cantidad es lo de menos, a ellos sí les importa y mucho. En las mesas de mujeres también se habla de eso, de hombres, de conquistas y amantes, pero somos más honestas con las de nuestro círculo. Como una hermandad, una manada, donde nos conocemos bien. Rara vez tapamos o disfrazamos la verdad porque generalmente necesitamos un consejo directo y sincero, un "¡sí, dale para adelante!" o un "¡ni se te ocurra, nena!".

Y experiencias, a todas nos sobran. Buenas y malas. Divertidas y aburridas. La mayoría, dignas de un libro o una serie de TV. Porque, como se dice por ahí, la realidad supera ampliamente a la ficción.


·   ·  · ·  ❤  · ·  ·   ·