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01 octubre 2012

Odiosas repeticiones

Predictions... by bittersweetvenom | DeviantArt.com

–Y vos, ¿por qué te separaste?
Yo sabía. Sabía que el candidato con el que estaba sentada aquella tarde en ese lindo bar notable de Monserrat me iba a preguntar eso.
Odio esa pregunta. Pero es inevitable. Infalible. Como la tormenta de Santa Rosa, que siempre llega en la misma época, días más días menos, pero nunca falla.
Decir la verdad del "por qué me separé" es tarea complicada. Primero, porque no se pueden resumir años de buenos y malos momentos, broncas, sospechas, angustias, venganzas, juicios, en pocas palabras. Siempre te terminás yendo por las ramas, te detenés a contar detalles estúpidos y ventilar intimidades, tales como que dejaba la toalla mojada en vez de colgarla en el tendedero, o que era tan miserable que nunca le dejaba los dos pesos de propina al chico que traía la pizza...
Sea como sea, en mi caso, relatar por qué me separé siempre me resultó incómodo. Más que nada porque en mi caso particular los hechos reales trascienden la verosimilitud. La historia de mi separación fue demasiado novelesca. Mis amigos más cercanos son los únicos que conocen toda la verdad y me han visto de cerca pasar esa odisea, todavía no lo pueden creer. Muchas veces me quedé con la duda, quién carajo estaba escribiendo el libreto de mi vida. Porque era un veloz pase de comedia a drama, de drama a acción, de acción a romance, de romance a espionaje, de espionaje a comedia otra vez. Así todo el tiempo, sin descansos o retoques de maquillaje.
Por otro lado, cuando contás tu biografía nunca podés ser objetiva. ¡Nunca! No podés quedar como una tarada, una cornuda o una flor de bruja delante del candidato. A ver si lo espantás. No, hay que ser piadosa también con una misma, sobre todo si te interesa tener otra cita con ese bombón. Ahora, si el pibe no te gusta ni mirándolo con cariño, y más vale que le vas a echar Raid de una forma elegante así no te da más bola. Hay que ser una dama incluso en las situaciones más difíciles.

–Es largo de contar. –digo yo.
–Dale, contame. –insiste él.
Pienso brevemente y contesto:
–Bueno, nada. Resumiendo, él se aburrió de mí y yo de él. Se desgastó la pareja. Así de simple.
El candidato asiente, comprensivamente. Yo sonrío con alivio.
Entonces, llega esa otra pregunta chota:
–¿Y no saliste con nadie más desde entonces?
Oh, shit. ¿Le cuento la verdad y quedo como una trola, o me hago la boluda y quedo como mojigata? ¡Será posible!

Te digo, ¿sabés que es lo peor de todo esto? Que si no vuelvo a ver a este tipo, voy a tener que repetir esta escena otra vez. Y otra, y otra más. Puf, me joden tanto pero tanto estas odiosas repeticiones. En cada cita debería llevar el MP3 con la respuesta ya grabada. Saludo, me siento, pongo Play y listo.

De esta forma me podría por fin tomar el café calentito y disfrutar de las masitas sin culpa.

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12 septiembre 2012

Caminos diferentes

Bride by Grinch7 | Deviantart
"Es la hora" dijo la novia, "ya no hay vuelta atrás".

El gran día de la boda llegó. El departamento de Alejandra era un loquero desde temprano. Madre, suegra, hija, amigas, maquilladora y por supuesto Lalo, su mejor amigo y estilista estrella, dando los últimos toques al peinado.
–Algo nuevo, algo usado, algo azul, algo prestado. –dijo doña Martina, la futura suegra.
–Algo nuevo, el vestido. –dijo Nina, su mejor amiga y madrina.
–Algo usado, el velo de mi mamá. –dijo Carmen, la mamá.
–Algo azul, los aros. –dijo Miriam, la amiga.
–Algo prestado, los guantes. –dijo Deborah, la hermana de Lalo.
–¡No falta nada! –exclamó Lalo alegremente.
Alejandra se miró al espejo por última vez y se vio perfecta. Sintió de pronto una sensación de vértigo. Mientras se preparaban para salir, Miriam y Lalo competían para ver quién dirigía la salida. En la vereda se había reunido una considerable cantidad de vecinos, curiosos, cholulos y fotógrafos para registrar la salida de la espectacular novia, que saludó a todos y recibió toda clase de elogios, felicitaciones, buenos augurios. Subió al Ford T junto a las damitas de honor, y partieron.
En el lugar donde se celebraría la ceremonia ya estaban Jorge y su familia, pues sus dos hijas gemelas encabezarían el cortejo. Las niñas ensayaron con Deborah una vez más la entrada todas juntas, mientras los invitados iban llegando y se ubicaban en sus lugares.
Sin querer, Jorge apoyó la mano sobre el arreglo floral, y se manchó la palma con el viscoso pólen de los lirios. Fue al toilette a lavarse, y al pasar por el pasillo hacia el jardín vio en el gran salón a la novia que esperaba el momento de hacer su entrada. Hablaba algo nerviosa con Nina y ésta la tranquilizaba; luego salió por la otra puerta y la dejó sola.
Jorge carraspeó suavemente y entró.
–Georgie... –susurró ella con alegría.
Se miraron emocionados y algo tímidos, como se habían mirado por primera vez hace siete años atrás, en esa fiesta donde Lalo los presentó.
–Me hacés acordar a Marilyn, en esa escena que se le levanta el vestido...
–Pajero. –le dijo ella con una mueca, riendo.
–Estás hermosa. En serio. 
Se paró frente a la novia y la tomó suavemente por la cintura. Ella lo miró con ternura y le acarició suavemente el mentón. Fue un instante apenas, pero pareció durar la eternidad que duran esos momentos de infinita felicidad.
–Ale... quisiera poder detener el tiempo acá, ahora mismo. Para que no te cases, para que no te vayas de Buenos Aires, para que no me dejes y...
–Shhh, basta... –lo interrumpió ella, colocando su dedo en los labios de él con suavidad. –Me vas a hacer llorar.
–Perdoname. –dijo Jorge, con los ojos húmedos. Suspiró y sentenció: –Sabés que te quiero. Siempre te quise.
La novia asintió con una leve sonrisa. Se acercó para darle un suave beso en la mejilla.
–Yo también te quiero. Pero ambos sabíamos que teníamos que seguir caminos diferentes para ser felices. Te tocó a vos elegir hace cinco años, ahora me toca a mí. Amo a Alber, de verdad lo amo. Voy a casarme con él y nada va a cambiar eso.
Se hizo otro breve silencio. Ella tuvo de nuevo esa sensación de vértigo, inhaló y exhaló despacio.
–Es un buen hombre, sé que te va a querer y cuidar mejor que nadie. –susurró Jorge. Ella asintió con una sonrisa.
Se escuchó a Deborah y su hermano dar las órdenes para comenzar la ceremonia.
–Es la hora. –dijo Alejandra, suspirando con fuerza y levantando el mentón. –No hay vuelta atrás.
Jorge sonrió con tristeza. Se despidió de ella besándole la mano y se alejó rápidamente.
Volvió a su asiento, donde su esposa esperaba con su hijo menor en brazos.
–Acabo de cruzarme con la novia. –dijo éste.
–¿Y cómo está? –preguntó Zara.
–Nerviosa, pero decidida.
–¿Le agarró la duda justo ahora?
–Vos te reís, pero no es fácil caminar al altar por segunda vez después de los treinta y pico, y lo digo por experiencia propia. –dijo, con una mueca de ironía. Ella rió y lo besó en los labios; "Te amo" murmuró al oído.
Se hizo silencio. La música comenzó a sonar y todos se pusieron de pie.
Las pequeñas damitas de honor hicieron su entrada en perfecta coordinación, y detrás caminaba la novia sola, sin su padre, tal como ella lo pidió.

Sola, orgullosa y enhiesta, avanzaba despacio como una verdadera reina a encontrarse con su destino.


Esta historia continua en: Positivo (2013)

22 agosto 2012

Hablé con Jesús (V)

:: LOVE IS GONE :: by ~nukieu | Deviantart

–Jesús, yo ya no entiendo más nada. En cualquier momento me tiro al río y que todo se vaya a la mierda.
No respondió. Tenía la cabeza gacha, sobre su cuaderno de notas. Yo resoplé y continué:
–Esto te lo pregunté mil veces y todavía no encuentro una respuesta. ¿Qué hay de malo en mí? ¿Por qué los tipos siempre eligen a otra? No puede ser que siempre me equivoque. Cuando me enamoro, me desvivo por la otra persona, lo doy todo. Pero no, no es suficiente. Nunca es suficiente. Daría cualquier cosa por saber qué mierda me falta para que un hombre se enamore de mí. No te digo casarme, ¿eh? Pero que me quiera, que me respete, que demuestre lo que siente todos los días… 
–¿Cómo te diste cuenta que este hombre con el que salías te estaba mintiendo? –dijo.
–Por dos cosas. Una, se le notaba en los ojos; la forma que me miraba no era la misma que al principio. Dos... ay, vas a creer que estoy loca.
–No sería ético de mi parte pensar algo así.
–Bueno, vi su traición en un sueño.
–En un sueño...
–En serio, Jesús. Lo vi, así patente como te estoy viendo a vos, que una mujer se le acercaba y él se iba con ella. Y yo me iba a buscarlo, caminando por el pasillo de una casa que era circular, como una dona. Miraba en todas las habitaciones, una y otra vez, daba mil vueltas. Y lo buscaba, y lo buscaba. No aparecía por ningún lado. ¡Qué desesperación! Ahí supe que algo andaba escondiendo. El tiempo me dio la razón. Lo descubrí saliendo con otra. Lo encaré, furiosa, ¡y lo negaba! ¡Es una confusión, no es lo que parece! me decía, con esa sonrisita cínica. Pero cuando se dio cuenta que no soy ninguna tonta y a mí no me puede mentir tan fácil, aflojó. No admitió lo que escondía pero me pidió perdón. "Te hice daño, perdoname, no fue mi intención". ¡Pelotudo! Que te perdone Dios, le dije, ojalá te mueras solo y sin amor. Y lo mandé a la mierda.
Se hizo un incómodo silencio. Yo escuchaba mis propios resoplidos como un toro. Traté de calmarme.
–Estás angustiada y con mucho odio. –dijo Jesús al fin.
–El odio es una forma de amor también, lamentablemente. Ese cretino no se merece ninguna de las dos cosas.
Jesús meneó la cabeza y suspiró. Luego dijo, con voz pausada:
–No te lo digo para que te sirva de consuelo, pero esa patología es más común de lo que crees. En hombres y mujeres. Personas que se sienten tan vacías por dentro, que necesitan desesperadamente el amor de los otros, y tratan de conseguirlo a cualquier precio. Seducen y engañan para obtener el cariño de las personas, pero huyen de las consecuencias. Amar es una responsabilidad, un compromiso. Pero no los desean, porque sienten que no están a la altura de las circunstancias. Tienen miedo, porque no se aman a sí mismos. Quien no se ama a sí mismo, es incapaz de dar amor a otros. 
–Su corazón es como un agujero negro que absorbe, absorbe continuamente, y nunca se llena…
–Algo así.  
–Que triste. Pensé que siendo más grande que yo, pensaba más seriamente en sentar cabeza que andar boludeando por ahí como un picaflor. ¡Cómo me equivoqué! ¡Con razón no se casó nunca!
–¿Cuántos años tiene él?
–Cuarenta y nueve... creo.
Miré a Jesús. De pronto se puso serio mientras volvía a escribir algo en su cuaderno.
–Esos sueños… ya me hablaste varias veces de ellos. Es interesante la forma en que se manifiestan.
–Los tengo desde que era niña. Mi mamá dice que es un don, un regalo de mis ancestros. Que esa es la forma como ellos me cuidan de las cosas malas de este mundo. A veces, cuando no sueño este tipo de cosas, sueño con lugares y personas que no había visto nunca, pero me resultan familiares. Me gustaría saber de dónde vengo, quiénes fueron mis verdaderos padres, por qué soy así. Mamá dice que debo esperar una señal, pero… ¡esperar! ¿hasta cuándo?
Sonaron a lo lejos las tres campanadas. Jesús me recomendó relajarme, salir, divertirme, no pensar más en todo lo sucedido. 
Antes de irme, le pregunté:
–Jesús, ¿será verdad que las cosas buenas le pasan sólo a las personas buenas? 
Levantó la vista y me miró fijamente.
–Porque debo ser una persona muy mala, entonces.
Y me fui, cabizbaja, cerrando la puerta despacio.


:·:

19 agosto 2012

Historia de un amor enredado y un final inesperado

Mike (Michael Prochnow) and me
"En ese preciso instante, todo parecía perfecto. Era el final de un cuento de hadas, la culminación
de un amor que nació en la distancia. Pero no, ese sólo fue el comienzo de una enredada historia...
"


“Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón.” 
Gabriel García Márquez



Después de una larga ausencia, he decidido retomar las riendas de este Blog. Quienes me siguen por Facebook, saben bien el porqué y otro detalles que no vale la pena explayar aquí. Pero al fin y al cabo, se trató de una extraña, enredada, bizarra y entrañable historia de amor. Una historia a la que no le faltó nada: romance, magia, suspenso, drama, acción, espionaje, interrogatorios y un final inesperado. Todo sucedió aquí, en mi Buenos Aires querido.

He pasado de no creer en el amor a creer fervientemente, he pasado de no esperar nada a esperarlo todo, he pasado de la sospecha a la sorpresa, de la sorpresa a la decepción, de la decepción a la furia, de la furia a la melancolía, y de la tristeza a la alegría nuevamente, ¡en apenas dos meses!

Así es que la vida constantemente nos da lecciones. Quien quiera aprender, que aprenda. Quien quiera olvidar, que olvide. Aprendí a los golpes, pero olvidar no puedo, porque viví cosas muy lindas con él. Fue mi compañero, mi amor, mi adicción, Michael, mi Mike hermoso. Durante ese tiempo me hizo feliz, creyendo que alguien del otro lado del planeta (en Alemania, precisamente) pensaba en mí. Casi como un cuento de hadas, él fue mi rey, pero nuestro castillo era de naipes, construido sobre mentiras, palabras falsas e ilusiones traicioneras, y se desmoronó en poco tiempo. Y yo, me quedé sola, derrotada, con la peor de las angustias que una mujer podría tener: el despecho. Pero, para bien o para mal, esta historia ha marcado mi vida. Esta historia me dice quién soy, dónde estoy, quién debo ser y dónde debo estar.

Una reina no llora a su rey, a menos que esté muerto. Y en cierta forma, mi Mike, el hombre que yo conocí (o creí conocer) se murió en mi corazón.

Pero mi corazón, roto una vez más, encontró entre las cenizas la joya más valiosa de todas: la inspiración que me estaba faltando.

El sol ha salido. Un pájaro canta desde mi balcón. He vuelto a escribir.

Este va a ser un día maravilloso.


A Michael Prochnow, mi hermoso (Obertshausen, Germany)
:-:

21 mayo 2012

Pasaje a Buenos Aires

Still life: unseenby Squitta | Deviantart.com »

Nervios. Muchos nervios. Era el gran día, el día que ambos habíamos esperado ansiosos durante varios meses.
Fueron horas y horas de estar juntos virtualmente a través del chat y las videollamadas. Así nos conocimos. Así supimos que teníamos muchas cosas en común a pesar de vivir en diferentes continentes y culturas. Fuimos amigos, confidentes y amantes. Un océano y mil circunstancias nos separaban, pero aún así nos buscábamos con avidez todas las noches para estar juntos, pese a la diferencia horaria, para sentirnos acompañados aunque cada uno estuviera concentrado en sus trabajos o tareas. Así nació algo parecido al amor. Nos empezamos a querer.
Una tarde me sorprendió con la noticia que había conseguido pasaje a Buenos Aires y que pasaría aquí sus vacaciones. Ambos estábamos contentos, llenos de ilusiones, pero al mismo tiempo teníamos toda clase de incertidumbres: ¿estaríamos preparados para pasar del plano virtual al real? ¿Sería mejor o peor? ¿Nos querríamos, en cuerpo presente, de la misma forma que en la distancia...?
Le prometí ir a esperarlo, y ahí estaba yo, desde las cuatro de la mañana en el aeropuerto, temblando y no precisamente de frío. Era una mezcla de emoción y angustia. Era alegría y pena al mismo tiempo. Era el cielo y el infierno. Sentía nudos en todo el cuerpo. La espera se me hacía eterna y ya no podía aguantar más.
El parlante anunció la llegada del vuelo.
Pasaron mil horas hasta que por fin los pasajeros, uno por uno, fueron pasando por la puerta. Ambos acordamos el día anterior que, para reconocernos, nos vestiríamos de negro y rojo. La gente empezó a amontonarse, aquellos que se reencontraban con sus seres queridos, otros que portaban carteles. En pocos minutos el hall era un caos de formas y sonidos.
Entonces lo vi. Y él me vio.
Vestía jeans y remera negras, y una camisa roja a cuadros. Yo, jeans y campera negras, y suéter rojo. No había lugar a dudas.
Era él. Era yo.
Fue un segundo. Efímero pero intenso, como la majestuosidad del relámpago. Nos reconocimos. En la ropa, en las facciones, en la mirada, en la sonrisa.
Avanzamos ambos, con paso firme, con la mirada puesta en el otro. Perdimos la noción del tiempo y el espacio. El bullicio a nuestro alrededor se había detenido y había perdido toda nitidez, toda razón de ser.
No hubo saludos. No hubo palabras. Sin titubear, nos arrojamos a los brazos del otro. Nos dimos un beso en la boca, húmedo y desesperado.
Desde entonces, nunca más nos separamos.


A Mike. Lo mejor siempre está por venir  :)

:·:

22 abril 2012

Hablé con Jesús (IV)

Alone by ~claretdf | Deviantart.com »

–Estoy mal, Jesús. Y la culpa es toda mía.
Él, impasible como siempre, le dio la vuelta a una hoja de su cuaderno y empezó a anotar. Yo continué:
–Fui yo la tarada que quería volver a enamorarse y sentir que se me llena el alma de cosas lindas como un jazminero lleno de pimpollos. Ahora que me pasó, al principio estaba contenta pero ahora me siento miserable. Me voy a volver loca.
–¿Cómo lo conociste?
–Me lo presentaron en una fiesta. Se llama Javier, trabaja en Recursos Humanos en un banco, tiene un par de años más que yo, también está divorciado y con chicos... Tenemos muchas cosas en común: ambos somos semi vegetarianos, nos gustan los videojuegos, la literatura fantástica, las películas de Woody Allen; lo único que no coincidimos es en la música pero bueno, nadie es perfecto. Cuando lo vi pensé que era uno más del montón pero cuando empezamos a hablar me di cuenta que no era así, que podía mantener una conversación coherente por más de seis minutos. Sin bardear a la ex o al jefe, sin decir una guarangada, sin vanagloriarse de nada. Me dejó boquiabierta. Me pidió volver a vernos y salimos tres veces hasta ahora, lo cual es toda una hazaña. A la primera me sorprendió, a la segunda me alucinó, a la tercera ya quería pedirle que se venga a vivir conmigo, pero después te juro que me confundió. De pronto ya no me llamó, no me mandó un mensajito para desearme los buenos días, no me esperó con un ramito de flores, un chocolate, ¡no sé, algo!... Ay, Jesús, soy una reverenda rompebolas. Espero todo del otro, más de lo que a lo mejor merezco. Pero la culpa fue mía, ¿sabés? Metí la pata: le dije que lo quería. ¡Te juro que se me escapó!
–¿Y cómo reaccionó?
–Esquivó el bulto, como todo un caballero, para no contestar. Ahí me di cuenta que nunca tenía que haberle confesado eso. Le dije lo que sentía y le di seguridad. Y cuando hay seguridad en cuanto a los sentimientos del otro, listo. Ya no se necesita el factor sorpresa para seducir o mantener el interés. El trabajo pesado ya está hecho. ¡Me da rabia ser tan fácil!
–Te llevó un tiempo encontrar a esa persona para abrir tu corazón y decírselo. Así que no fue tan fácil.
–Pero ahora él está tan seguro de lo que siento, que hasta podría darse el lujo de jugar conmigo, como el gato que sabe que el ratón no se le va a escapar. ¿Entendés, Jesús? Ahora ya no sé si está conmigo porque de verdad siente algo o porque soy la única que le da bola. A mí me duele y me desespera no saber si piensa en mí de la misma forma que yo pienso en él...
De pronto se me puso acuosa la nariz. Jesús sacó de su cajón una cajita de pañuelos descartables y la puso frente a mí. Le agradecí, saqué uno y rápidamente me soné la nariz.
En eso suena un celular. Jesús contestó:
–Hola Magda... Sí, estoy con una paciente... Sí... Ajá. Bueno, te paso a buscar yo... Beso, chau. –guardó el celular en el bolsillo y dijo, como excusándose. –Mi novia.
Buscó en su cuaderno, en hojas anteriores y leyó. Luego, dijo con tono tranquilo:
–El miedo es un recurso para protegernos ante lo desconocido, ante eso que nos descoloca. Tu vida estaba perfectamente ordenada y catalogada hasta que Javier empezó a despertar sentimientos que estaban olvidados en un rincón. Al principio te sentiste de maravillas, luego te diste cuenta de que te estaba moviendo el piso y estabas perdiendo el control sobre tus emociones, como cuando le dijiste ese "te quiero". Esas dos palabras generaron en tu interior un miedo tremendo. Ambos sabemos bien que nada te aterra más que perder el control.
–Sí hay algo que me aterra más que perder el control. –dije yo. –Me aterra no sentirme querida.
Y acto seguido sonaron las tres campanadas del reloj.
La sesión había terminado por hoy.


:-:

27 febrero 2012

Hablé con Jesús (III)

Sweet Friendship by ~Sweety-Mausiii | Deviantart.com »


–Jesús, a veces quisiera poder entender el concepto de amistad que tienen los hombres.
–Amistad... ¿en que sentido?
–contesta él, levantando la vista lentamente.
–Amistad entre el hombre y la mujer. Qué se yo, viste cuando uno es chico tiene amistades de ambos sexos y todo es tan sencillo, hasta que llega la adolescencia y se confunde todo; cuando nos hacemos un poquito más grandes se complica tanto la cosa que todo se va al carajo. Mirá que yo no soy la mina más fuerte del mundo, pero todos los que se me acercan con intenciones de amistad, en realidad quieren coger. Digo, ¿a eso se reduce el concepto de amistad entre un hombre y una mujer adultos? O sea, cuando un tipo te dice "dale vamos al cine el finde", en realidad te están diciendo "che nena hace rato que no la pongo, haceme la gauchada, ¿eh?".
Jesús se empezó a reír silenciosamente. Se llevó una mano a la boca mientras yo retomaba el hilo:
–La cuestión es que tengo demasiados amigos. No digo que sea malo, al contrario, son todos buena gente, muy divertidos. Pero qué se yo, a mí me gustaría algo en serio. Porque vivir de amiguitos es relindo, re divertido, no hay celos ni reclamos, es un mundo perfecto. Pero el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. Ya sé lo que estás pensando, "ah, ¿y por qué no lo hablás?". Porque, seamos honestos, una mujer que quiere algo más que una amistad de cama mete miedo. ¡Sí, mete miedo! Entonces huyen, desaparecen, y al tiempo se ponen de novios con alguna oligofrénica que los trata remal. ¿Cómo es la cuestión acá? ¿Por qué abandonan lo que realmente les hace bien? ¿Les gusta sufrir al pedo?
–¿Y al revés no te pasó?
–preguntó Jesús, arqueando una ceja.
–¿Cómo?
–Claro, que encuentres al fin al hombre correcto, el que te gusta, el que te conviene pero no le des bolilla porque según vos justo ese no es el indicado. ¿Me explico?
Lo miré, boquiabierta. Y en ese preciso instante, un nombre y unos ojos azules se me cruzaron por la mente.
Jorge.
–Ah... Yo, creo que sí. ¿Te conté de Jorge? Ese flaco que conocí en el cumpleaños de Lalo... Ese, bueno con ese sucede algo muy curioso. Somos amigos con derecho a roce ¿entendés?, me gusta, es buen tipo, se lleva bien con todos mis amigos y mi hija lo adora. Pero...
–¿Pero?
–Ay, me vas a decir que soy una boluda... Él sería el hombre perfecto si fuera porque quiere convertirme en una esposa-adorno.
–¿Cómo?

–Claro. Él quiere algo serio pero se va al otro extremo. Quiere una esposa dedicada, muchos hijos, en fin, una familia. Y yo... Yo no quiero esa vida. ¿Entendés? Mi destino no es ser un animal doméstico. Ya pasé por esa, y te aseguro que no es la clase de vida que quiero. No, no. Sé lo que quiero, quiero llegar más allá, ser más de lo que soy, no puedo darme el lujo de ponerme un lastre cuando estoy intentando volar.
Jesús anotaba en su cuaderno, con gesto serio. Unos segundos después acoté:
–Qué mina pelotuda, encuentro al príncipe azul y resulta que no es lo que quiero...
No pareció darle importancia. Suspiró y dijo:
–Tus padres, ¿siguen casados, verdad?
–Así es.

–Ellos son tus padres adoptivos.
–Ahá.
–Y de tus padres biológicos, ¿sabés algo en concreto?

Me quedé boquiabierta por segunda vez. No sé cuánto duró mi silencio, segundos o minutos. Escuché el canto de un pájaro a lo lejos, el rugir de un motor en la calle, la puerta del ascensor cerrándose con dos chasquidos.
El ya conocido sonido de tres campanadas dieron por terminada la sesión del día.


:·:

17 febrero 2012

Ayer

80s
by ~Alephunky | Deviantart.com »


Sucedió allá en agosto del 2002...

–¡Pero si es Alejandra! ¡Mirá qué cambiada que estás, che! –pronunció alguien a viva voz. Todos se dieron vuelta a mirarme. Yo,  en el medio, sonriendo y con cara de piedra, me preguntaba a mi misma quién carajo me mandó a este lugar.
Se trataba de una de esas típicas reuniones de ex alumnos del colegio. Esta vez se celebraban los 16 años de los egresados año 1986. Había asistido a la primera reunión y después a la tercera, y luego por esas cosas de la vida no había podido ir a las siguientes. Pero esta vez fue Kitty, mi compañera de banco durante los últimos 3 años de secundario, la que me había localizado a través de mi mamá y había insistido mucho en contar con mi asistencia al evento. "Va a ser lindo juntarnos todos de nuevo, vas a ver". Yo dudé. Pero finalmente decidí que "tal vez" esta reunión podría ser mejor que las dos anteriores. Las estiradas de mis compañeras y los conchetos de mis compañeros a lo mejor ya habían cambiado y sentado cabeza, las conversaciones girarían en torno a cuestiones más adultas: carreras, trabajos y ocupaciones, cónyuges, hijos, viajes...
Y ahora, en el salón de actos de mi viejo colegio secundario, con música ochentosa de fondo, las caras eran las mismas pero distintas. De las melenas espumosas de antaño no quedaron ni vestigios. No había aros gigantes a lo Madonna, ni pulseritas flúo, cinturitas marcadas y piernas de Barbie. Ahora veía en ellas muchas melenas rubias y lacias, siliconas, ojeras tapadas con capas de maquillaje corrector. En ellos, veía algunas cabezas rapadas a fuerza de ganarle a la calvicie prematura, tatuajes, canas y buzardas. Eso sí, el humo del cigarrillo me hizo acordar de pronto a las fumadas clandestinas en el baño o el taller de química, durante las horas libres.
Es cierto que de todos esos cambios, el cambio más notorio era el mío. Había sido hasta el último año, una  jovencita rellenita, de pelo oscuro muy largo y lacio, que coqueteaba con el estilo dark. Ahora, con varios kilos menos gracias a la crisis, con el pelo más corto y de color rojizo, pero con un vestido negro impecable.
Resumí al máximo mi biografía personal, sentimental y laboral durante esos últimos años, porque contar todo me hubiese llevado dos noches seguidas. No sé por qué les causó gracia mis dos traumáticos divorcios. Si algunas de ellas estaban divorciadas, no veía el sentido de reírse del ahogado...
La mayoría eran contadores y contadoras, abogados y abogadas, comerciantes y vendedoras, un solo ingeniero en sistemas, una veterinaria y una repostera. Nadie, por supuesto, hizo visible su preocupación ante los tiempos difíciles; todo el mundo sabe q lo último que se pierde no es la dignidad o el orgullo sino las apariencias.
Algunas se retiraron temprano, con la excusa de que sus hijos más chicos las reclamaban. El resto de la concurrencia siguió dándole a la charla y vitoreando las canciones de nuestra época que empezaban a sonar más fuerte. En un momento me sentí ahogada de tanto humo y me asomé a la ventana que daba al patio. Tury, el otrora fachero de la división por quien todas las chicas morían de amor, se me acercó a conversar. Me extrañó, porque años atrás no me daba ni la hora, no solo porque los chicos lindos no le hablan a las feas sino porque su novia de ese entonces me odiaba por no haberle soplado en un par de pruebas. Hablamos nimiedades pero estaba más interesado en mi estado civil actual que en otra cosa. Me dijo que me veía muy bien, que el tiempo me había tratado mucho mejor que a las otras chicas. Me dio su tarjeta e insistió que lo llamara para juntarnos un día de éstos, porque quería pautar un aviso para su empresa en la revista del domingo y quería que yo lo asesorara, pese a que le dije que esos asuntos se manejaban en el área comercial.
Ya terminando la reunión, me uní a Kitty y las demás organizadoras de la reunión para ayudar a ordenar un poco el salón de actos. Retiramos guirnaldas, el cartel enorme con nuestra foto del viaje de egresados ampliada, limpiamos mesas, juntamos vasos, botellas, restos de comida y ceniceros. Al terminar, Adry el rockero se llevó el amplificador y equipo de música al auto e insistió en llevarme a casa de mis padres. Fue extraño, porque Adry era otro de la división que tampoco me daba la hora. Él era el simpático, el popular, el más querido por todos, el rockerito rebelde que odiaba a los dark como yo, y decía con vehemencia que los punk y góticos éramos todos una manga de fracasados sin vida. Hablamos animadamente durante el corto viaje, y al bajar me dio la tarjeta de la remisería de la que era dueño, y también me invitó a llamarlo un día para ir a tomar algo y seguir en contacto. "Estás muy linda, en serio" me dijo antes de irse.
Entré a casa lo más silenciosamente posible. Subí a mi antigua habitación, donde mi hijita dormía plácidamente en mi antigua cama. Mamá me había dejado preparada la cama de las visitas para cuando llegara. Me puse el piyama y me acosté, pensando en que, si esto hubiera ocurrido dieciséis años atrás estaría loca de contenta. Pero ahora estaba perpleja. Hice un breve viaje al pasado sin salir del presente, a una etapa a la que no volvería ni por todo el oro del mundo. Y por si fuera poco, de ese extraño viaje me traje la invitación de dos galanes, como un extraño trofeo, como una revancha del ayer...

"Yesterday, 
all my troubles seemed so far away.
Now it looks as though they're here to stay.
Oh, I believe in yesterday."

En fin, mi vida no podía ser más complicada.


:·:

20 enero 2012

Lo de anoche

Breakfast 7 by ~Condanna | Deviantart »
El sonido recurrente de dedos impactando ligera y rápidamente en el teclado de la notebook lo despertó. Abrió los ojos y vio a Alejandra sentada, desnuda, con el equipo apoyado en sus piernas cruzadas.
Sin sacar la vista de la pantalla y sin dejar de escribir, lo saludó:
–Buendía, muñeco. Hummm, ¿desayunamos en un ratito?
Jorge asintió, todavía adormilado. Giró sobre su hombro derecho y acarició la pierna de su compañera. Ella continuó escribiendo unos minutos y luego, con un bostezo, dio por terminada la tarea. Murmuró algo en voz baja antes de ponerse de pie y desperezarse. Dejó la notebook sobre la cómoda y se puso una musculosa blanca de lunares violetas que hacía juego en composé con una calza corta. Jorge se levantó minutos después, atraído por el olorcito del café recién filtrado. Se puso el pantalón, se lavó la cara y se mojó un poco el pelo. Con paso tranquilo se fue a la cocina, tomó asiento y siguió atento los preparativos del desayuno. Alejandra cortó una manzana verde en cubos. Luego separó dos compoteras, echó cereales, la fruta cortada y yogur bebible. Preparó un platito más chico sin yogur y lo dejó dentro de la jaula de su mascota.
–No le vas a dar eso a la rata... –dijo Jorge, frunciendo la nariz.
–¿Qué no? A Newton lo vuelve loco el müslix. Miralo.
Vio al roedor blanco tomar un copo de cereal y comerlo con leves crujidos. Alejandra sirvió café con leche, los cereales y dos vasos con jugo de naranja.
–¿En esta casa no hay otra cosa que comida naturista? –dijo él riendo, revolviendo el contenido de su plato con la cuchara.
–Comé eso que te va a hacer bien. Necesitás fibras y proteínas. ¡Já! No puedo creer que hace unos años comías ensaladas sin quejarte.
–Porque quería bajar la buzarda. Pero me sentía como una vaca comiendo pasto, te juro.
–Si después de eso te quedás con hambre te hago unas tostadas de pan integral.
–Con queso blanco descremado, ¿no?
–Of course.
–¿Y tu hija también come esto, pobre criatura?
–Sí, le gusta. Así compenso un poco las toneladas de golosinas y comida chatarra que come cuando se queda con el padre. Ah, creo que hay dulce de leche y unas Criollitas en la alacena. ¿querés?
–Dulce de leche... con leche de vaca, ¿no?
–preguntó Jorge, levantando una ceja.
–Y sí, ¿qué otro, sino? –contestó ella riendo.
–Qué se yo. Bueno, dale, traeme. Necesito algo de azúcares y grasas saturadas para empezar mi día.
Se levantó y volvió con las galletitas, un pote chico de dulce de leche y una cuchara.
El desayuno siguió en silencio. Jorge se estaba por engullir la quinta galletita cuando ella dijo con aire serio:
–Che... Lo de anoche... No significa nada, ¿estamos?
Jorge la miró, se encogió de hombros y contestó con la boca llena:
–¿Por qué? ¿no te gustó?
–No digo eso, hombre. Siempre hablando por el falo vos, eh.
–Y vos siempre con el libro de quejas bajo el brazo, ¡détends-toi, petite fille!
–En serio te digo. Somos amigos, y... No sé, anoche bajé la guardia, a lo mejor porque ese vinito se me subió a la cabeza, pero no es que haya algo más, este, ¿cómo te explico? Algo serio entre nosotros, ¿entendés? No es que no te quiera, al contrario, no seríamos amigos si no te quisiera, pero...
–... pero me querés. –dijo él, mirándola a los ojos.
Alejandra, que siempre tenía respuesta para todo, esta vez no supo qué replicar. Bajó la mirada, levantó su taza y la dejó en la pileta.
Jorge, riendo, preparó una galletita con un generoso copete de dulce de leche. Se la dio diciendo: –Tomá. Necesitás comer más azúcar.
Ella, de pie junto a la mesa, miró el tentador ofrecimiento, arrugando ligeramente el labio. La agarró, se la comió lentamente mientras él le rodeaba la cintura con el brazo y la sentaba sobre sus rodillas. Saboreó el aterciopelado manjar recordando lo mucho que le gustaba y cuán feliz la hacía. ¡Y cuánto lo extrañaba a causa de la bendita dieta!
–¿Eh bien? –preguntó él, apoyando el mentón en el menudo hombro.
–¿Me... preparás otra? –contestó ella, chupándose el dedo índice.


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17 enero 2012

Historia de una apuesta y una serenata

Laundry on a piece of art by ~smola | Deviantart »
–Y tus papás, ¿cómo se conocieron? –preguntó Alejandra a Jorge, mientras tomaban una copa de buen vino en el sofá.
–Te vas a reír. –contestó él. –Fue por una apuesta.
–¿Qué? ¡Una apuesta! ¡No jodas!
–Sí, tal cual. No es joda. Todo surgió en una fiesta de cumpleaños de un compañero de trabajo. En ese entonces ambos trabajaban en la fábrica de Canale, en San Telmo. Ella era taquígrafa y papá operario. Mamá ya estaba de novia con otro flaco, y el día de la fiesta los hombres tuvieron la brillante idea de competir a ver quién hacía fondo blanco con una cerveza. André aceptó el reto, le ganó a varios y desafió al novio de mamá. En el momento de decidir qué iban a poner en juego, el muy caradura de papá le dice al otro flaco: “Si yo gano, llevo a tu novia al cine este sábado”. Mi mamá apenas lo conocía, y puso cara de espanto. Le prohibió a su noviecito que le siguiera el juego, pero estaban todos tan escabiados que ni bola. Y bueh, el chabón perdió como un idiota. Se atragantó a la mitad de la botella, escupió para todos lados...
–Ay, bonito espectáculo... –dijo ella, con una mueca.
–Yo hubiese pagado por ver eso. Pero papá, siempre un caballero, le dijo a mamá que podía negarse a ir con él si de verdad no quería. Ella dudó, pero terminó aceptando la invitación sólo para darle un lección al noviecito choto. Si hay algo que ella siempre recuerda de esa salida, fue que papá se portó como un señorito inglés, la trató como a una princesa y no amago ni siquiera a ponerle una mano en el hombro. Poco después, mamá mandó al diablo al noviecito porque le contaron que lo vieron en un baile muy acaramelado con otra chica. Éste se defendió insistiendo que era una prima, pero nadie le creyó.
–¿Y así se pusieron de novios?
–No, todavía no. Fueron amigos durante un tiempo hasta que una noche, él volvía de una despedida de soltero, con un pedo de antología encima, tuvo la genial ocurrencia de irse hasta la casa de mamá y darle una serenata en medio de la calle para hacerle saber que quería ser algo más que un amigo. En ese entonces mi familia vivía en un segundo piso en San Telmo. Imaginate, noche de viernes, dos de la matina, un tipo cantando a los gritos “Strangers in the night” en medio de la calle, los vecinos se asomaron a decirle de todo, pero principalmente que cantaba como la mierda. Mi abuelo lo amenazaba con llamar a la policía y mi tío, que era chico, cagándose de risa lo silbaba y le pedía que cante otra. Mamá estaba tan avergonzada que no sabía dónde meterse; salió al balcón a decirle que se calle y se mande a mudar, pero nada.
–No sé tu mamá, pero yo en su lugar, me sentiría toda una Julieta.
–Lo más gracioso fue que mi abuelo bajó a la vereda y en eso se acercó el policía de la esquina, que escuchó el barullo.
–Uy, ¿y lo metieron preso?
–Nah, ¿con qué cargos? ¿Por curda o por desafinado? Eran otras épocas, donde todos hablando se podían entender.
–Cierto. ¿Y qué hizo el policía?
–Primero, se mató de risa mal. Después, aplacó los ánimos de los vecinos, lo recagó a pedos a papá y se lo llevó caminando hasta la pensión donde vivía, que eran como ocho cuadras de ahí. Mamá, que vio todo detrás de la cortina del balcón, se quedó con cargo de conciencia. Ella también pensó, ¡mirá si lo meten en cana por esa pavada! Se vieron el domingo en la iglesia después de misa. Papá se acercó a dar las disculpas por la molestia, y mi abuela, muy fresca como siempre, le pidió que los acompañara a desayunar al bar de la esquina. André dudó, pero la abuela insistió tanto que aceptó. El abuelo no estaba para nada contento. Mi tío le preguntaba si de verdad los franceses no se bañan nunca y otras guarradas por el estilo. Mamá tuvo otro ataque de vergüenza y casi no hablaba. Ya en la mesa, la abuela los hizo sentar juntos y le dijo a ella en secreto: «No seas esquiva y dale una oportunidad, qué se yo, tiene cara de buen pibe, es limpito, bien educado...». Mamá lo pensó y lo repensó, y ese lunes lo esperó a la salida del trabajo y le dijo que si de verdad la quería, que nunca más volviera a hacer una locura, so pena de tirarle un macetazo por la cabeza y no hablarle nunca más. André prometió portarse bien a cambio de que le diera bola. Y ahí empezaron a noviar. Te digo más, papá se hizo famoso en esa esquina, donde todos los vecinos lo conocían por el apodo de Frank Sinatra. Bueno, y así, dos años de novios, casorio de blanco y poco después de cumplir el primer aniversario de casados mamá anunció que estaba yo en camino. Colorín colorado.
–Qué ternura… Adoro los finales felices. –dijo Alejandra riendo, y alzando su copa anunció: –¡Brindo por ellos!

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03 enero 2012

Demasiado viejos, demasiado jóvenes

Lover's Lane by ~jesidangerously | Deviantart.com »

Lover's Lane by ~jesidangerously | Deviantart.com »

[...] Esa noche Miriam llegó a la casa de su amigo más temprano que lo acostumbrado. Entró sigilosamente, se sacó los tacos para no hacer ruido y se asomó a la habitación de huéspedes, donde sus cuatro hijos dormían plácidamente. Los observó durante unos segundos, y luego se asomó a la habitación de Jorge, que estaba acostado y mirando una película.
Se miraron y se saludaron con una sonrisa. Él vio la expresión apagada de Miriam, y la invitó a tomar asiento en la cama junto a él. Hablaron un poco de los chicos, y cuando Jorge le preguntó cómo fue la cita, ella se desahogó:
–… por teléfono parecía un tipo copado, pero al final era uno de esos pajeros que sale con varias minas a ver con cuál se queda. Cero compromiso, la vida es pura joda. ¡Por Dios! ¿Por qué es tan complicado encontrar un tipo decente después de los treinta y cinco? No te digo un Brad Pitt, pero que se yo, uno que mas o menos tenga todo en su lugar y además use la cabeza. Los que quedan están hechos mierda, o tienen mil quilombos en la cabeza, o todavía tienen problemas para dejar los pañales. Los pocos que mas o menos están para tirarles los galgos histeriquean hasta el cansancio y al final se van atrás de las trolas de veinte.
–Gracias por la parte que me toca, eh.
–No lo digo por vos, pavo. ¡Qué se yo! Está bien joder y divertirse mientras se pueda, pero la joda no puede durar toda la vida. Mírame nene, voy a cumplir cuarenta pirulos dentro de poco. ¡Ya no puedo hacerme la pendeja! Quiero volver a estar bien con alguien, tener una pareja y…
–respiró hondo y ahogó suavemente un sollozo.
–¿Extrañás a Toto, no? –susurró Jorge con tristeza.
Miriam se secó las lágrimas y respondió:
–Veintidós años juntos, no es tan fácil de olvidar. No sé cómo hace él pero a mí me está costando mucho.
Lo miró a los ojos, vio que las pastillas para dormir le estaban haciendo efecto. Le rodeó la cintura con el brazo y le dijo entre lágrimas:
–Hasta cuándo te van a tener dopado… Me parte el alma verte así.
–Ya se va a pasar. No hay mal que dure cien años.
–dijo él, con los ojos cerrados, arrastrando levemente las palabras.
Hicieron una larga pausa, mientras miraban la televisión. Miriam seguía sintiendo el pecho oprimido.
–¿Me das un poquito de eso para dormir? –le dijo de pronto.
Jorge señaló una caja en la mesa de luz. Ella la tomó, sacó una tableta, la dividió en cuatro y se tomó un cuarto. Se acostó junto a él, rememoraron viejos tiempos y ella, acariciándole el pelo, le dijo:
–Nene… ¿vos decís que todavía soy linda? ¿que todavía estoy buena?
Jorge se quedó perplejo, durante unos segundos, pero contestó con total calma y sinceridad:
–Ay, Miriam… Te voy a decir lo mismo que te dije allá en Pinamar hace más de veinticinco años… Sos linda mina, inteligente, organizada, buena madre, excelente persona. Aunque ahora estás demasiado flaca y… ese corte de pelo no me gusta.
–Já, qué sabés vos de cortes de pelo, boludón.
–le dijo riendo. Se acurrucó junto a él y continuó: –Che, te acordás, cuántas veces nos habremos quedado dormidos así, de chicos, viajando en el asiento de atrás del auto de papá. Te tengo que confesar que a mí eso me gustaba demasiado. –hizo otra pausa, y luego exclamó entre risas: –Que cagada, ¿no? Ahora que otra vez estamos los dos solos, en la misma cama, libres y sin impedimentos, ¡ya estamos demasiado viejos y empastillados para cojer!
–Vida de mierda… –respondió él, y le dio un ataque de risa. Ambos rieron juntos durante un buen rato. Cuando Miriam se calmó, se dio cuenta que Jorge se había quedado profundamente dormido, todavía con una leve sonrisa en los labios.
Lo miró detenidamente. Ya no era ni el niño tímido ni el hombre alegre que ella había conocido años atrás. Era ahora un hombre agobiado por la tristeza, marcado por el dolor de haber perdido a su amada esposa en aquel estúpido accidente. Las arrugas alrededor de los ojos ganaban terreno. Los años los habían cambiado a los dos. Le acarició el mentón y lo besó delicadamente en los labios.
“Te quiero demasiado…” pensó con una mezcla de tristeza y alivio. Lo iba a querer siempre como el amigo-hermano que había sido y sería toda la vida. Suspiró y en pocos minutos se quedó dormida ella también.

A la mañana siguiente, Tincho y Manu, los hijos mayores de Miriam, observaban la escena desde la puerta: su mamá dormida en la cama de su tío, roncando con la boca abierta y la ropa puesta, y su tío, en un extremo hecho un ovillo.
–¿Vos pensás que…? –dijo Tincho mirando a su hermano mayor.
–¿Mami y el tío Jorge? Nah, imposible.
Se acercó un poco más y vió la pastilla dividida en la mesa de luz. Adivinó que ella también había tomado, y suspiró aliviado, pues por un segundo había dudado. Ambos hermanos sacudieron el brazo y la pierna de su mamá para despertarla. Ella gruñó, abrió los ojos pesadamente. Se incorporó despacio y vio a sus hijos. Le dio un ataque de vergüenza y balbuceó nerviosa:
–Chicos… ay, que boluda… No hice nada raro, ¿eh? Me quedé dormida acá, nada más.
–Sí, má, ya nos dimos cuenta.
–contestó Manu, con tono tranquilizador. –Te tomaste una de esas pastillas que toma el tío para dormir y quedaste frita.
–Ay, sí… Esperaba irme para el sillón cuando sintiera el efecto pero no llegué… Nos empezamos a cagar de risa y quedé palmada como si me hubiera caido un piano en la cabeza. Uf, necesito un café tamaño cacerola y una aspirina...

Se levantó, con movimientos de autómata, y mascullando unas cuantas maldiciones se fue directo al baño. Los dos adolescentes salieron de la habitación atrás de ella y se fueron hacia a la cocina para preparar el desayuno. De pronto, ambos se miraron y se empezaron a reír, ahogando las carcajadas para no despertar a los que todavía dormían.
[...]

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18 diciembre 2011

Ni siquiera el amor

'in bed' by ~folkartlullaby | Deviantart.com »


–Decime la verdad, estás casado, ¿no?
Tiré la pregunta en mi tono más suave, sin reproches. Después de todo, tuve la sospecha pero la pasé de largo. Qué se yo, siempre dicen que soy muy desconfiada, que la gente no es tan mala como yo pienso, que tengo que tener la mente más abierta. Tuve una ligera sensación la segunda vez que salimos, porque vino a casa pero estuvimos sólo un par de horas juntos. Vino, fichó y salió corriendo porque tenía que cenar con sus hijos. Ok, me gusta que los hombres sean responsables y estén siempre en contacto con los chicos, me encanta que sean así. Pero después me entró la duda, tres pibes de 18, 21 y 24 años tienen mejores cosas que hacer un sábado a la noche que ir a cenar con papá, ¿no? Digo, tienen amigos, novias, etc. Lo dejé pasar porque a lo mejor los tiempos cambiaron, a lo mejor es lo que los adolescentes acostumbran hacer ahora. En la semana pasó lo mismo, si no estaba ocupado con los hijos estaba cansado porque salió tarde de la oficina. Lo de la oficina lo entiendo porque me pasa lo mismo, pero los pibes ¿no son grandes para cuidarse solos? Además, ¿no se suponía que vivían con la madre? Ok, no iba a discutir eso, lo dejé pasar. La tercera vez, la excusa fue que no quería dejar el auto en la calle. Pero metélo en un estacionamiento le dije, acá a la vuelta hay uno que está abierto las 24 hs. y me dice que no, que por una noche le salía muy caro. La cuarta, o sea hoy, me tuvo todo el día de ayer insistiendo, dale voy para allá, cenamos juntos, quiero verte, te extraño, blah blah. Ahí le tiré la primera pregunta capciosa: ¿por qué no me invitás vos a tu casa? Naah mi casa es un desastre, no te va a gustar. Pero, ¿desastre en que sentido? ¿onda Kosovo? Sí, sí, algo así, y enseguida me cambió de tema. Ahí empezó la lucha interna del bien y el mal: ¿no me estará mintiendo? ¿no será este otro casado aburrido más? ¡Puta madre! ¡Qué puntería que tengo! No, en realidad no tengo nada personal contra los casados, somos todos grandes y sabemos lo que hacemos, cada cual juega el juego que más le conviene. Pero, particularmente a  mí no me gusta ser la hijadeputa que le cague la ilusión a otra mujer. Porque a lo mejor ella sí está enamorada, de verdad lo quiere. Eso me da como lástima con rabia al mismo tiempo, porque una mujer que ama perdona cualquier cosa, y nunca falta un tipo que se aproveche de eso. Lo cual me jode mucho. Los hombres dicen que las minas no tenemos códigos, ¿viste? Y ellos, que sí tienen, cuando se trata de ponerla se olvidaron de todos los códigos, no les importa nada, ni siquiera el amor...
Se quedó en silencio, quieto, durante un rato. Luego se sentó en la cama, quiso sacar los cigarrillos de la camisa y le dije que no quiero que fume en mi habitación.
Recostándose de nuevo, suspiró. Se pasó la mano por la cara y contestó con cierto abatimiento:
–Sí.

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08 noviembre 2011

Fuego oscuro

All Me
by ~OpenEyez | Deviantart.com »

Arribaron al antiguo hostel de campo al mediodía. La tormenta se cernía amenazante y se desató pocos minutos después de que Alejandra y su hija, Jorge y Nina entraron y se acomodaron en sus habitaciones. Bajaron los cuatro al comedor para comer algo ligero, se acomodaron en los sillones mientras veían la tormenta por las ventanas de la galería.
Alejandra estaba muy interesada en rastrear a una persona en ese lugar. Dispuesta a lograr su cometido como fuera, planeó el viaje una semana antes y se llevó a su hija y a su mejor amiga Nina, que no se encontraba en un buen momento, sentimentalmente hablando. Y Jorge se ofreció a llevarlas a todas en su viejo Valiant, aunque fueran cuatro horas y media de viaje desde Buenos Aires hasta Azul. Estaba dispuesto a no separarse de Alejandra ni siquiera por ese fin de semana largo, en la esperanza de que ella aflojara de una vez por todas y le otorgara el codiciado puesto de "novio oficial".
Nina se retiró con la excusa de darse un baño. Alejandra y Jorge conversaban con el dueño del lugar mientras la nena se iba quedando dormida plácidamente en brazos de su madre.
–Dámela que la llevo a la cama. –dijo Jorge, en voz baja. Tomó a la nena en brazos y caminó despacio hasta la habitación. Golpeó suavemente y esperó.
La puerta se abrió. Jorge se quedó algo sorprendido.
Entró, acostó cuidadosamente a Sabrina en su cama y luego se dio vuelta a mirar de nuevo a Nina.
–¿Qué? –dijo ella.
Por primera vez desde que la conocía, veía a Nina a cara lavada, sin su maquillaje dark: no llevaba los ojos y párpados negros ni los labios rojos, sólo llevaba un poco de rimel y brillo labial rosa. Notó que su piel era sonrosada y no tan pálida como le había parecido siempre. Se había puesto un solero largo de bambula color canela (que seguramente era de su amiga, porque en su guardarropa sólo cabían prendas de tonos oscuros) que dejaba entrever el corpiño negro.
–¿Qué te pasó? –preguntó Jorge, en voz baja.
–Me bañé y me di cuenta que me olvidé el neceser en casa de Ale. Tendré que prescindir del maquillaje por estos tres días.
–Y lo bien que hacés. Ahora sí parecés una mujer de verdad. –respondió Jorge, sarcástico.
Nina lo miró con ganas de que el techo se le cayera encima. Agarró sus cigarrillos y salió rápidamente sin cerrar la puerta.
–Hum, creo que metí la pata. –murmuró Jorge para sí.
Salió, cerrando la puerta cuidadosamente, y se encaminó a donde se había ido Nina. La encontró al final de la galería posterior, sentada en el suelo, fumando, con la mirada perdida en el tranquilo paisaje. La lluvia había cesado y todo en el parque estaba húmedo. Unos pájaros correteaban en el pasto en busca de algún insecto.
–Hola, tonta. –dijo al fin Jorge, en voz baja, con las manos en los bolsillos del jogging y apoyando el hombro en la pared.
Nina giró la cabeza, no dijo nada y volvió a su posición anterior.
 –En serio, estás linda así, al natural, sin esa ropa rara y sin esa pintura negra encima de los ojos. Nunca entendí el objetivo de afearse hasta parecer la hermana de Drácula.
–Vos no entendés nada, jovato. –contestó dando una pitada a su cigarrillo.
–¿Cuál es la onda de vestirse a lo Noche de Brujas todo el año?
Ella no le contestó. Lo miró con una mueca de ironía y lanzó una leve nube de humo. Jorge continuó hablando.
–En mi época, o eras Dark, Punk, Posmoderno o New Romantic. Todavía no se cuál es la diferencia.
Nina giró los ojos y se encogió de hombros.
–Hum, me voy a seguir quedando con la duda, parece.
–¿Y qué esperabas? –dijo ella con sorna. Volvió pitar su cigarrillo y, suavizando el tono de voz, le preguntó: –¿Querés saber por qué soy así? ¿De verdad querés que te cuente?
Jorge se sorprendió y asintió. Se sentó junto a ella, que le habló con tono suavizado.
–Hace muchos años, yo era pendeja, me enamoré como loca de un compañero de colegio de mi hermano mayor. Era, como decías vos, un dark. Siempre vestido de negro impecable. Dibujaba muy bien y escribía poesías. Yo estaba encandilada con su aura intelectual, su aspecto sufriente, casi teatral. Me pareció hermoso. Fue vernos, y flechazo total. Un día… –suspiró, pitó otra vez el cigarrillo y soltó el humo lentamente. –Un día me entero que el idiota fue a parar al hospital por una sobredosis de heroína. Yo fui la primera que cayó en el interrogatorio, y yo te juro que no tenía ni la más puta idea de que se daba con algo tan pesado. Un porro sí, no es nada del otro mundo. Pero esa clase de ácidos, al menos a mí nunca me había mostrado nada. Mis viejos cuando se enteraron se recalentaron y me prohibieron volver a verlo. Me prohibieron incluso que me lookeara como él, ¿podés creer? Cuando se recuperó, nos veíamos a escondidas, y empezamos a frecuentar lugares under. Yo estaba maravillada de toda esa movida... Cómo hacer del sufrimiento una filosofía, y aún así encontrar sentido a esta vida. Volvimos a enamorarnos y fuimos felices. Incluso fantaseábamos con escaparnos e irnos a vivir juntos. –hizo una pausa, dio una pitada más larga y soltó el humo con los ojos cerrados. –Y lo hubiéramos hecho, pero la felicidad nos duró poco. Estuvo en tratamiento para dejar las drogas pero siempre volvía a caer, pasaba de la euforia a la desesperación, a veces me gritaba que no quería verme nunca más y otras veces venía llorando a pedirme perdón y que no lo dejara. Y al final, cagó fuego... Sobredosis. Sufrió un par de días y murió de un paro cardíaco...
Tiró la colilla al piso y la aplastó suavemente. Miró a Jorge con los ojos húmedos.
–Ése fue mi primer amor, el más grande, y juré que iba a ser el último. Me quedé con sus dibujos y sus poemas, como un tesoro. Decidí yo también, en su memoria, abrazar ese credo oscuro, vestir de negro y no permitir que nadie me quiera o me abrace… Bah, nadie no. Mi hermana, Lalo, Alejandra y la nena me abrazan, y yo los dejo porque son los únicos que de verdad me entienden y me quieren tal cual soy. El resto, patada en el orto. Incluso vos.
–Ahora lo entiendo todo… –dijo Jorge luego de una breve pausa. Por primera vez la vio como una mujer, humana en cuerpo y alma, y sintió algo de pena, tal vez porque se vio reflejado en su pena por la pérdida de un gran amor.
–Ya ves, como dice Ale, todo tiene una explicación. –dijo ella.
–¿Y por eso siempre jugás al “toco y me voy”?
–Ajá.
–¿Y pensás seguir así toda la vida?
–¡Mirá quién habla…!
–Qué desperdicio. Es una pena, la verdad.
–Confío en que esto se queda acá y vas a tener la boca cerrada.
–No sé… –dijo Jorge, mirándola desafiante. Ella levantó la vista ceñuda y él continuó: –A lo mejor te gustaría cerrármela con un beso.
El pedido no se hizo esperar. Ella se le acercó y le dio un apretado beso en los labios… seguido de un sonoro cachetazo.
Nina se levantó y se alejó a paso rápido. Jorge se quedó quieto, un poco aturdido, acomodándose los lentes mientras pensaba si eso formaría parte de algún ritual o, peor aún, una maldición de alguna de esas extrañas tribus urbanas. Le dolía la punta de la lengua: seguramente se la había mordido por accidente con el golpe.
Sintió escalofríos y un hormigueo justo ahí donde termina la espalda. Se arrepintió enormemente de haber querido acercarse tanto a ese fuego oscuro.
–¿Qué te pasa? –preguntó Alejandra a Nina al verla cruzar.
–Nada. –dijo ella. Pero no pudo disimular que aún tenía los ojos húmedos.
–¿Nada…? ¿Seguro? –volvió a preguntar su amiga, viendo la silueta de Jorge acercándose por el pasillo.
Nina suspiró, confesó rápidamente y en voz baja:
–Me sentía triste, el tarado éste me quiso abrazar y le metí un sopapo. No entiende que no me gusta que me toquen. Perdoname Ale, no pude evitarlo.
–Ay, tontis, conmigo está todo bien. –dijo, agarrándole las dos manos con dulzura.
Jorge pasó delante de ellas, mirándolas de reojo y tocándose la mejilla colorada.
–Nah, no está enojado. –dijo Alejandra una vez que Jorge entró en su habitación. Guiñó un ojo a su amiga y añadió: –Le hace falta una sacudida amorosa. Yo me encargo de eso más tarde.
Esa fue la primera y última vez que estuvieron tan cerca el uno del otro. A pesar del incidente, Jorge no le tuvo rencor y siguieron siendo amigos durante muchos años, tal vez porque no les quedaba otra opción: ambos estaban fuertemente conectados con Alejandra (ella como amiga y él como amante) y forzosamente tenían que compartirla.
Ninguno olvidó lo ocurrido esa tarde, ni hablaron al respecto hasta que fueron lo suficientemente viejos para confesarlo y reírse del asunto.

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27 octubre 2011

Historia de tres desengaños


–Y ustedes dos, ¿tienen alguna historia de cuernos y desengaños para contar?
Les había contado a mis dos compañeros de aventuras cómo mandé al diablo a mi último noviecito cuando me enteré que el granuja estaba casado y me tenía de bufón para sus momentos de ocio.
Lancé la pregunta al aire, y Arturo el fotógrafo, que venía al volante, se rió. El Loco, desde el asiento de atrás, se hizo el sota. Finalmente, el primero tomó la palabra.
–Te cuento, que tuve una novia, la primera con la que conviví acá en Buenos Aires. Pasada la luna de miel se rayó, dejó la facultad primero y el laburo después. Ella decía que necesitaba encontrarse a sí misma, pero me di cuenta que andaba en otra y se ve que no se decidía. Primero no dije nada. Pero cuando los cuernos ya no me dejaban pasar por la puerta, la encaré. Me decía que el equivocado era yo, que no la comprendía y sarasa sarasa. Era pendejo pero no tarado, me calenté y le dije que si lo quería más al otro, se fuera con él y listo. Se fue, pero se llevó todo lo que pudo, menos mi ropa, la heladera y la cocina, porque no le cabían en el bolso. Ni el tostador me dejó la guacha.
–¡Tremendo! ¿Y vos, Loco? –pregunté mirando para atrás.
El aludido miró por la ventanilla, haciéndose el distraído. Tuve que repetirle la pregunta. Me contestó con unos monosílabos inteligibles, pero no pedí traducción porque estaba casi segura que eran un par de puteadas.
Cuando llegamos a destino, el coqueto chalet del diputado al que veníamos a entrevistar ya estaba asediado por otros móviles que aguardaban ávidos que el susodicho saliera a dar declaraciones. El Loco se bajó, saludó a los cuatro colegas que ya aguardaban y empezó su trabajo fino. Le convidaron un cigarrillo, conversó, rió, y antes de retirarse palmeó varios hombros. Entró al auto y dijo: hay que esperar que la rata salga del agujero, no queda otra. Resoplamos, yo abrí el bolso extra que siempre llevo en estos casos y saqué los elementos para preparar unos mates. Arturo sacó su cámara de fotos y empezó a alistarla.
–Sí tuve un desengaño. Uno bien jodido. –escuché decir al Loco, como ensimismado, cuando le alcancé el primer mate.
Arturo y yo nos miramos, y paramos las orejas. El Loco sorbió el mate y empezó a contar:
–Hacía como cinco años que salía con la Vivi. Estaba todo bien entre nosotros, creo, hasta que entré a trabajar de cadete en el diario. Como siempre fui bueno para tirar de la lengua a la gente sin que se dieran ni cuenta, un día me empezaron a encargar laburitos que algunos periodistas no sabían o no podían hacer: chamuyar. A mí me gustaba, y no me costaba nada. A veces, me llamaban de noche y al otro día me tenía que ir al diario a primera hora de la madrugada. O quedarme hasta cualquier hora. Eso le jodió a la Vivi. Ella quería salir, ir al cine, al shopping, que la pasara a buscar. Pero a mí, andar de acá para allá, hablando con todo el mundo, preguntando, hurgando, escuchando, y volver a la oficina del jefe con el buche cargadito, eso me gustaba. Me hacía sentir importante. No quería pasarme la vida llevando y trayendo papelitos. Pero ella me empezó a joder, quería torcerme la cabeza, negro buscate otro laburo me decía a cada rato. Después empezó con el cuento que yo la engañaba con otra. Un día voy a verla a la casa, estaba con una amiga nueva, la Iris. Me la presenta y me dice, tenemos que hablar. Me dice, mirá negro, hace dos meses que estoy saliendo con ella...
Arturo abrió los ojos enormes, y a mi casi se me cae el mate de la mano.
–... y nos queremos; con ella me siento más acompañada, más contenida, me da lo que vos no me das, bla bla bla. Yo me quedé así, con esta cara de nada, no se me movía un pelo. Ella seguía hablando y hablando, mientras la Iris me miraba con esa cara de ciome que tiene. Dentro mío pensaba, chau, se volvió loca, le llenaron la cabeza, ¿qué le vio a esa gorda de mierda, si era más fea que patada en las bolas? La Vivi seguía hablando, que yo esto, que yo lo otro, y no se callaba nunca. De pronto me gritan las dos, re histéricas: "¿No vas a decir nada??".
–¿Y...? –preguntó Arturo.
–Nada. ¿Qué les iba a decir? Si ellas sólo veían sus caprichos de minita pelotuda, ¿qué carajo les iba a hablar de lo mucho que me gustaba este laburo? Porque Vivi quería un gil que le estuviera rondando las veinticuatro horas, como mosca de sorete.  
–Bueh, siempre tan descriptivo... –murmuré, y la risa casi me hace volcar el agua mientras cebaba.
–En concreto, la yegua te largó por una mina que ni siquiera era linda. –dijo Arturo.
–Tal cual. No les dije ni mú, y me fui. En el camino me iba cagando de risa. ¿Celos y culpas a mí? ¡Por favor! Me siguió llamando varios meses a casa, echándome en cara que si eso pasó fue por culpa mía. Mirá, no me rompás más las pelotas Vivi, le dije, si sos felíz dejá las cosas como están. ¡Pero insistía! Ahí me di cuenta, lo que hizo fue para darme una lección, pero le salió el tiro por la culata.
Sonrió y miró hacia un costado. Me devolvió el mate y, de pronto, irguió la cabeza, como un perro guardián que escucha un ruido extraño.
–Ahí salió la rata, che. ¡A laburar! –dijo, enérgico, y todos salimos del auto casi al mismo tiempo.
Saqué mi grabador del bolsillo, mientras me hacía lugar en el tumulto para grabar todo lo que dijera el controvertido diputado. Vi a Arturo apostado en un costado para conseguir fotos y al Loco hablando con un guardaespaldas.

La confesión de esa tarde me hizo ver al Loco un poco menos animal. Me dio como una pizca de ternura saber que él, al fin y al cabo, era humano y tenía un corazón que alguna vez probó la amarga medicina del desengaño.

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14 octubre 2011

Reciprocidad de onda



–Para mí que tu jefe te tiene ganas. –dijo Vanesa.
–No jodas. –le contesté yo, riendo.
–¿Por qué decís? –preguntó Flor, mientras aplastaba la colilla del cigarrillo que había fumado con su coqueta sandalia verde manzana.
–Esta mañana estábamos las dos chusmeando en el escritorio de ella y al rato llega Gabriel, la abraza y le da un beso, "hola mi vida, muah muah" le dice. –contestó Vanesa imitándole la voz mientras yo me reía. –¡Mirá si mi jefe me viene a saludar con esa confianza, pero le meto una piña que lo dejo de culo en el piso!
–¡No digas! Ay Ale, ¿Gabriel siempre es así con vos? –preguntó Flor.
–Bueno che, no es para tanto. –contesté yo, un poco nerviosa.
–Por eso digo, para mí que a ésta le tiene unas ganas...
–Se cuenta por ahí que es medio piratita y cada tanto se tira unas canitas al aire... –
susurró Flor, como para que nadie más escuchara.
–¿Un galán? ¡Con esa buzarda! –exclamó Vanesa, levantando las cejas.
–¿Vos te enteraste de algo? –me preguntó Flor.
–No. –respondí yo, con total seguridad.
–Me contaron que anduvo de trampita con la licenciada, la rubia, la de Recursos Humanos... ¿es cierto? –continuó Flor mirándome, en tono confidencial.
–Justo ésa, que le dicen "vaso de agua: no se le niega a nadie". –comentó Vanesa riendo.
–Qué se yo... –rematé.
–No me hagan imaginar cosas bizarras que me va a caer mal la comida. –protestó Flor.
–Basta che, no sean mal pensadas, –continué. –Si quieren saber mi opinión, Gaby es un gran tipo, por más que digan por ahí que es un energúmeno, un pirata, y yo qué sé. Nada que ver. A mi me trata bien. Además, siempre dice que me quiere como un padre...
–¡Já! Como el Padre Grassi te quiere.
–retrucó Vanesa y empezó a reír a carcajadas.
–¿Viste, Vane, cómo lo defiende a su jefe? ¡Hum! ¡Hay reciprocidad de onda ahí, me parece! –dijo Flor muerta de risa mientras yo me ponía colorada y pensaba dentro mío, de dónde habrá sacado esta piba la palabra "reciprocidad".
Ellas dos siguieron riendo todo el camino de la plaza a la oficina. Luego nos despedimos, y cada una marchó a su puesto a retomar sus quehaceres.

Llegué a mi escritorio y Gabriel ya estaba en su despacho hablando por teléfono. Me hizo señas con la mano de que le llevara un café. Yo asentí y él me devolvió el gesto tirándome un beso.
Guau.
Fui a la máquina de café, coloqué dos fichas y pedí capuccinos. Gaby siempre me pareció un buen tipo, un poco verborrágico a veces, otras demasiado irónico. Nos conocimos en un almuerzo de fin de año, donde me tocó sentarme al lado de él. Ese día hablamos como dos loros, y la seguimos durante mucho tiempo por mail y por teléfono. Y cuando a él lo ascendieron, me pidió a mí que fuera su asistente; justo a mí, que estaba como pasante del departamento de arte y diseño, y no tenía ni la más remota idea de cómo se manejaban las cosas del lado de redacción de un diario. Siempre dije que había tenido toda la suerte del mundo de tener un jefe que me trataba bien, que me incentivaba a estudiar y que nunca pero nunca me gritó, ni siquiera en el peor de los días laborales.
¿Y si Vanesa tenía razón?
Re guau.


:·:

04 septiembre 2011

Sin previo aviso

Rubik by ~MortishaAdams | Deviantart.com »

–Uy, acabo de darme cuenta que soy un mal hijo. – dijo Jorge, con los ojos entrecerrados.
Era una tarde de sábado espectacularmente primaveral. Estábamos en el Tigre, a orillas del río, tirados en el pasto, remoloneando al sol, hablando de bueyes perdidos. Se sacó los lentes, se pasó la mano por el entrecejo y prosiguió: –Le prometí a mamá que hoy iba a visitarla y estoy acá, boludeando...
–Bueno, llamala y decile que vas para allá más tarde. –le respondí.
–Raro que ella no llamó primero. Creo que por fin se está acostumbrando.
–Y sí, el nene ya tiene cuarenta pirulos... –retruqué riendo y marcando la palabra "nene".
Sacó el celular del bolsillo de la campera que oficiaba de almohada y de pronto se quedó pensativo. Luego dijo:
–No le puedo decir que estoy acá con vos. Se va a poner de mal humor.
–Uh che, ¿todavía me tiene rabia por lo de aquella vez?
–No sé, pero mejor no hablar de ciertas cosas...
–Andá, pollerudo. 
–Soy hijo único, no me queda otra.
–¿Te acordás? Jajaja, ¡qué momento!

–No, mejor no me hagás acordar. Me deprimo.
Marcó el número, y mientras él saludaba a su mamá con su mejor voz de hijo amoroso pero olvidadizo, los recuerdos vinieron a mi mente.
El sábado anterior habíamos estado en un recital con los chicos del grupo y Jorge, siempre de fierro, me llevó en su auto porque yo, como de costumbre, ya íba con retraso. Por supuesto, se ofreció a llevarme de vuelta a casa, pero no sucedió: nos pusimos mimosos en el camino y terminamos en la casa de él. Nos despertamos algo tarde ese domingo. Él se levantó primero y fue a darse un baño. Hacía calor, me levanté a apagar la estufa y me senté en el sillón a esperar mi turno de usar el baño. Mozart, el gato siamés de Jorge, dormitaba en un extremo. Vi un cubo de Rubick en un estante del aparador; lo tomé y me dispuse a ver si de una vez (y quizá por arte de magia) podía resolverlo.
Estaba tremendamente ensimismada en la tarea cuando noto que el felino levanta las orejas y mira hacia la puerta. De pronto, escucho una llave que entra en la cerradura y gira, produciendo el típico ruido del mecanismo metálico.
La puerta finalmente se abre y una señora delgada de pelo entrecano entra y cierra. De pronto, me ve. Me mira con una mezcla de sorpresa, repugnancia, celos y deseos de convertirme en una lombriz.
Y yo ahí, como una estúpida... completamente en bolas, como vine al mundo, sentada, cruzada de piernas abiertas a lo indio y con el cubo de Rubik todavía en la mano. Esbocé una sonrisita tonta.
–¿Dónde está Jorge? –dijo con voz firme de sargento.
–S...se está bañando. –contesté, con un hilo de voz, señalando atrás con el pulgar y colocándome en una posición menos bochornosa.
En eso, Jorge abre la puerta y se asoma. Tenía el pelo mojado y estaba a medio afeitarse cuando mira a su madre y abre los ojos enormes como dos ventanas.
–¡Mamá! ¿Qué estás haciendo acá? ¿Por qué no dijiste que venías?
–Hijito... Quería darte una sorpresa...
–¡Y vaya que me la diste! –dijo con reproche, y luego me miró a mí, como suplicando que por nada del mundo me fuera a reír.
–... pensé que a lo mejor no habías desayunado todavía y...
–Gracias má, pero me puedo arreglar solo.
–Tenía que haber llamado, ni me hubiese imaginado que ibas a estar con una, este... señorita.
Y dijo "señorita" con marcado desdén, queriendo significar otra cosa, como si yo no estuviese ahí escuchándola. Jorge se pasó la mano por la cara, avergonzado a más no poder.
–¡Por favor! No es momento de...
–Perdón, –interrumpí yo, poniéndome de pie. –tengo que hacer pis. ¿Puedo?
Me miraron, se miraron, y se corrieron a un costado para dejarme pasar. Murmuré un "gracias" aliviada mientras entraba en el cuarto. Abrí la canilla para que el agua de la ducha corriera y disimulara un poco la risa que no podía contener más. Del otro lado se escuchaban todavía las voces de Jorge y su madre discutiendo.
Me metí bajo la ducha caliente, todavía riéndome, pensando si ella estaría ahí cuando yo saliera, o recapacitaría y se daría cuenta que existe una regla de oro para los hijos e hijas mayores de veinticinco que viven solos, y es que tienen una vida propia y, por lo tanto, no es prudente aparecerse en sus departamentos sin previo aviso.

A menos que quieran exponerse a situaciones bizarras como ésta y dejarlos en ridículo.

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18 agosto 2011

Donde hubo fuego

cuddling fingers 2 by ~krogaw | Deviantart.com »
Fue raro volver a verlo aquella mañana. Apenas un par de segundos que se cruzaron las miradas y se sostuvieron, y luego cada cual siguió su camino al trabajo. Lo vi tal como lo había visto hacía casi 5 años atrás, no había cambiado casi nada.
Él y yo habíamos sido amigos con derecho a roce frecuente. Amigarchis, bah. Eso era todo lo que pasaba entre nosotros. En todo ese tiempo nunca se dio cuenta que me había empezado a gustar cada vez más, y yo ya estaba apenas ahí de enamorarme como una estúpida. Pero él no quería enamorarse. O tal vez no quería enamorarse de una mina como yo, que ya había superado mi primer divorcio y ahora vivía sola y un poco alocada.
Nos habíamos conocido chateando. Pero esta vez fui lo suficientemente astuta para pedirle una foto primero (me había cansado de besar sapos), y pasada una semana me envió una que se sacó con la webcam en un cibercafé. No había salido muy favorecido, vamos a decir la verdad, pero me habían impactado esos ojos verdegrises, de mirada melancólica, y una nariz a lo Adrien Brody. Después de algunas vueltas, nos vimos una tarde para tomar un helado. Pero no pasó nada. Días después me confesó por chat que le hubiera gustado que pasara algo más ese día, pero no se había animado a dar el primer paso. Así fue que la segunda vez que nos vimos, el primer paso lo di yo. Le eché los brazos al cuello y le di un beso en la boca, los dos estábamos parados en las escaleras del subte frente a Plaza San Martín. Me acuerdo que ese día me puse mi solero nuevo color maíz con flores grises, y a él le costó dominar sus ratones. Dos semanas después vino a visitarme a mi departamento, a los pocos minutos de haber entrado nos fuimos directo a mi dormitorio. Y así, dos o tres veces por mes y durante dos años, venía a casa los sábados al mediodía y se quedaba hasta la noche. A veces nos veíamos para almorzar en el centro, o ir al cine, o simplemente pasear y estar juntos un rato, después de la oficina. Me gustaba su carácter tranquilo, su voz grave y suave, su piel blanquísima. Nos queríamos, creo que más por la necesidad de tener compañía sexual que por amor genuino y recíproco.
Por alguna extraña razón dejamos de vernos tan seguido, fue cuando yo empecé a salir con otro flaco. Las cosas con éste iban bien, así que tuve que tomar la decisión: o seguía viendo a mi amigarchis y tenía el pan y la torta asegurados, o cortaba con eso y me portaba bien. Elegí la última opción porque quería hacer las cosas bien. Y porque la doble vida me estaba matando (sí, hubo un par de ocasiones en que los dos vinieron a casa el mismo día, por suerte en diferentes horarios y no se cruzaron... menudo jaleo se hubiera armado). Se lo comenté a mi amigarchis y estuvo de acuerdo. Entonces, una tarde, en un hotel alojamiento de Belgrano, nos despedimos como corresponde en estos casos.
Casi seis meses después de eso, me llama para saber qué era de mi vida:
–Tanto tiempo, ¿que contás de bueno, linda?
–Puf, tengo una noticia tremenda. ¿A que no sabés qué me pasó?
–Ni idea, ¿qué?
–¡Estoy embarazada!

Todas esas cosas se me vinieron a la cabeza en esos dos segundos. Desvié la mirada y seguí mi camino por Santa Fé sin girar la cabeza para ver a dónde iba. Seguramente se perdió entre la multitud que transitaba la calle Florida en ese momento. No sé, quizás hubiese sido lindo que se detuviera a saludar, decirme que no se había olvidado de mí... Pero no fue así. Mejor. Donde hubo fuego cenizas quedan, y las cenizas terminan siempre bajo tierra.

Como esta historia de amor, entre otras cosas.

:·:

28 julio 2011

Amor, felicidad y una copa de Malbec

Heat by ~Kawwl | Deviantart »
–... y creo que a esta altura de mi vida puedo decir que soy feliz. Estoy en paz conmigo misma, me quiero y me acepto tal como soy, y no necesito depender de nadie ni económica ni afectivamente. Es maravilloso todo eso, ¿no te parece?
Agité suavemente mi copa de vino para sentir el delicioso olor del Malbec. Tomé un sorbo, miré a mi interlocutor y casi me atraganto. Me miraba con una ligera mueca de incredulidad y desdén. Alcanzó a balbucear que no estaba muy de acuerdo conmigo y acto seguido, empezó a buscar los cinco pies al gato. Que mi situación económica no era la mejor (apenas cruzo la línea de pobreza), que no tenía una linda figura o un bonito rostro, ni auto o tan siquiera un LCD de 40 pulgadas...
–...si no necesitás nada ni a nadie para ser feliz, entonces ¿para qué querés pareja?
–¿Hace falta estar hecho mierda para eso?
–Hace falta necesitar a alguien.
–Pero yo no lo necesito. La necesidad genera dependencia, como el pucho. Y hasta donde yo sé, eso no es amor.
Me miró boquiabierto. Yo continué.
–Es muy simple. Las personas creen que amar es depender, esperan demasiado del otro y se desesperan si éste no cumple con sus espectativas. Quiero esto, dame aquello. En la juventud tal vez sea así, pero con los años y la experiencia las cosas cambian. Se supone que a esta altura uno ya sabe qué quiere de la vida.
–Ser feliz.
–Pero la felicidad no la dan los aparatitos electrónicos ni hace falta viajar por el mundo sin laburar y con la billetera llena de dólares. Hace falta viajar a un lugar a dónde nadie se atreve a ir: al interior de uno mismo. ¿Y sabés por qué no lo hacen? Porque no se aman. Porque saben que van a encontrar muchas cosas desagradables de las que se van a tener que hacer cargo. Es más fácil ir por la vida tirándole el fardo de los problemas a los demás. Si un persona no es capaz de amarse a sí misma, ¿cómo podría amar a otro, entonces?

Obviamente, me lo discutió, porque por lo visto teníamos diferentes perspectivas de lo que era la felicidad. Para él, la felicidad estaba en igualar todos esos estereotipos que vende la televisión. Y de pronto, encontrar a alguien que rompía con todos esos esquemas, le debe haber movido la estantería. Media hora más tarde y con una excusa pedorra, se retiró.
Lástima, parecía un tipo potable. Pero ahora se va, raudo y veloz, con las manos en los bolsillos, como el apostador que se aleja del hipódromo donde ha dejado la mitad de su sueldo.
Y yo, como una diva, me quedo un rato más en el lugar, con la copa semivacía en la mano y una sonrisa en los labios. En la mesa frente a la ventana hay tres amigos, bastante guapos, y uno de ellos me mira insistentemente. De pronto, alza su copa hacia mí con un gesto amistoso. Le devuelvo el saludo.
No hay mal que por bien no venga.

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10 julio 2011

"No me ama"


Escrito, dirigido y actuado por Martin Piroyansky
Twitter: @martinpiro

Una interesante y divertida historia sobre aquello que todos nos preguntamos alguna vez en algún punto de una relación: ¿me ama? ¿no me ama? ¿por qué nunca me lo dice? ¿hay que decirlo siempre? ¿por qué?

No sé si esta historia aclara las dudas, pero a mí me gustó.

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04 julio 2011

Te lo merecías

Person waiting for its flight at Frankfurt Airport in the morning. | Stock.xchng »
–No sé si vuelvo, no sé si voy a querer volver. –dijo la chica, ligeramente exasperada.
Su interlocutor la miró de hito en hito. Él era joven, tenía una barba corta; ella también era joven, bonita y de pelo corto. Siguieron hablando en voz baja. Yo desvié la mirada de la revista que tenía para ver si escuchaba algo más de la conversación, pero apenas capté algunas palabras sueltas. Él, pocos minutos después, bramó: “¡Hacé lo que quieras!” y se alejó furibundo. Todos se dieron vuelta a mirar la escena, pero poco después volvieron a sus asuntos. Ella se quedó inmóvil como una estatua, luego se sentó a dos asientos del mío, abatida. Sollozaba despacio. Me dio pena, pobre piba. Saqué de mi bolsillo el paquetito de pañuelos descartables y se la extendí con una sonrisa condescendiente. Ella me miró desconfiada unos segundos, pero luego las tomó y me agradeció con un hilo de voz.
–¿Vos también te vas? –me preguntó, luego de unos minutos.
–No. Vine a esperar a mi jefe.
Me miraba como deseando seguir la conversación, entonces continué: –Lo pone nervioso volar y siempre se toma un whisky doble para soportar el viaje. Entonces llega ya medio mamado y no sabe ni cómo se llama. La mujer no soporta verlo así, entonces tengo que venir yo a rescatarlo de los papelones.
Se rió. Me contó brevemente que se iba a París, que había sido premiada con una beca para perfeccionarse en algo relacionado a las artes audiovisuales, y que todos los de su entorno estaban muy contentos con su suerte...
–... todos excepto mi chico. Ese tarado que se fue a la mierda hace un ratito.
Suspiró y miró al suelo. Se pasó el pañuelo delicadamente por el ojo izquierdo.
–Estudia con vos, ¿no? –le pregunté.
Levantó la cabeza y me miró con los ojos muy abiertos. Asintió mientras se secaba la nariz.
–Está celoso, y los celos son malos consejeros. Le molesta mucho que te vayas lejos y tal vez conozcas a otro, pero lo que mas le jode es que ganaste una beca que él también quería, no porque le hiciera falta sino porque es híper competitivo.
Frunció el ceño y se quedó, pensativa durante un rato. Luego balbuceó:
–Cierto. No le gusta perder ni a las bolitas. Y también quería esa beca... Sos bruja.
–Algo de bruja, y buena observadora. Los tipos como él son un lastre, creeme, si querés volar alto tenés que liberarte de todo el peso inútil...
De pronto, el altavoz anunció que el vuelo desde Caracas había arribado.
–Bueno, ahí llegó mi jefe querido... ¿Sabés una cosa? Cuando llegues a París, desahogate todo lo que quieras, llorá hasta inundar el baño. Y después ponele toda la pila a tu carrera. Los hombres van y vienen, las oportunidades no. Besos y éxitos.
Me despedí con una sonrisa y movimiento de mano. Caminé a paso ligero hasta la puerta de arribos. Vi venir a Gabriel, mi jefe, a paso lento, con los ojos algo hinchados. Medio adormilado me sonrió y me dio un abrazo como un chico que se encuentra con su mamá a la salida del kinder. Lo ayudé a encontrar sus anteojos y liar con la documentación para retirar la valija.
Años después, vi a esa misma piba por televisión. Recibió un premio por un corto de cine y le estaban haciendo una entrevista. Se me puso la piel de gallina cuando la escuché hablar:
–... y tuve mucho miedo cuando me fui de Buenos Aires, hace tres años. Estuve a punto de no subir al avión. Pero el consejo que una desconocida me dio esa madrugada me hizo ver que yo tenía una oportunidad única en mi carrera, y no podía desaprovecharla. Ella creía en mí, ¿cómo no iba a creer yo? Los primeros meses en París fueron bastante difíciles porque extrañaba horrores. Pero me esforcé mucho por superarlo, me fue bien, hice mi corto y me premiaron... y aquí en París conocí al amor de mi vida. Eso me hizo ver que algunas cosas no suceden por mera casualidad. Si volviera a encontrarme con esa mujer, le daría las gracias”.
“De nada”, pense yo, con una sonrisa. “Te lo merecías”.

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