14 febrero 2013

Positivo

'Kiss The Bride' by =Lucanos | Deviantart.com
El fotógrafo alistaba su equipo cuando el novio y los suegros exclamaron: ¿Y la novia? ¿A dónde se fue?

–Alberto Felipe Márquez, ¿aceptas por esposa a Lorea Alejandra Villarreal?
–¡Acepto! –dijo él, sin sacar la vista de los ojos de su futura esposa. Ella sonrió.
–Los declaro marido y mujer.
Ella sintió otra vez esa sensación de vértigo que la venía persiguiendo desde el día anterior. Pero los brazos amorosos de su flamante esposo la sostuvieron.
–Te amo. –susurró él al oído con ternura, y la besó.
Luego, la sesión de fotos con el grupo familiar, los suegros, los amigos, el cortejo infantil, madrinas y padrinos, y parientes varios. Una vez que terminaron, le tocó el turno al vals. Alejandra sentía que con cada vuelta el mundo entero daba vueltas con ella.
–Señora Marquez... –dijo Jorge, tomándola suavemente. Sonrieron para la foto y ella trastablilló.
–Perdonen. Es la emoción, y los tacos, ¡puf! –se disculpó ella.
Jorge cedió su lugar a Toto y de pronto, su esposa lo tironeó del brazo. Se alejaron un poco del lugar y ella le pidió las llaves del auto. "Tengo que ir a buscar una farmacia" dijo ella por toda excusa.
–Qué, ¿vas a comprar algo para la resaca? –dijo éste.
Su esposa no le festejó la broma y antes de irse le dijo seriamente:
–Ocupate de los chicos, por favor.
Y se alejó.
Jorge no entendió nada, pero hizo caso a las órdenes del sargento y se ocupó de sentar a los niños en la mesa preparada exclusivamente para ellos.
Se sirvió el almuerzo y casi media hora después apareció Zara y le devolvió las llaves del auto. Conversó animadamente con los demás comensales, y poco después Nina se acerca y le dice algo al oído. Ella le contesta de la misma forma. En un momento de la sobremesa, ambas se excusan y se retiran de la mesa. La novia apenas había probado la comida, pero devoró doble ración de helado de dulce de leche. La sobremesa siguió hasta que anunciaron la hora del brindis. El fotógrafo alistaba su equipo cuando de pronto el novio y los suegros exclamaron:
–¿Y la novia? ¿A dónde se fue?
Había desaparecido. Notaron que también faltaban Nina y Zara. Jorge y el novio se miraron extrañados, e increparon con la mirada a Lalo.
–¡Les juro que no sé nada! –dijo éste.
–Calma, che. –dijo Miriam, poniéndose de pie. –Ustedes hagan alguna monería para el video. Yo me encargo.
Don Agustín empezó a contar chistes para distraer a todos. Jorge y Alberto siguieron los pasos de Miriam. Ella cruzó el parque y entró al salón. Fue directamente hacia el lugar más obvio donde hallar a una mujer: el baño.
Escucharon un cotorreo de voces nerviosas del otro lado de la puerta. Los dos hombres se miraron, intrigadísimos. ¿Qué pasaba ahí adentro? Jorge apoyó la cabeza en la puerta a ver si escuchaba algo, y de pronto se le pusieron los pelos de punta.
Un grito. Y otros dos más lo siguieron.
Alberto abrió los ojos enormes y sin más, golpeó la puerta.
–¿Alejandra? ¿Qué está pasando? –dijo en voz alta.
Se hizo silencio del otro lado. Alberto insistió:
–¿Me van a contestar? ¡O salen de ahí o tiro la puerta abajo!
–Mi amor... no pasa nada... Dame unos minutos y... –dijo la voz temblorosa de Alejandra.
No terminó de hablar, el sonido de unas arcadas la interrumpió los dejó a todos perplejos. Alberto avanzó para cumplir con su amenaza de tirar la puerta, pero Miriam lo detuvo por el hombro y lo miró seriamente, negando con la cabeza. Jorge entró en acción.
–¿Zara? ¿Está todo bien?
–Sí sí... bueno, ¡mas o menos! –contestó ella desde adentro.
–¿Qué? ¿Cómo que “mas o menos”? –preguntó Alberto, preocupado.
–Cálmense, che. Ya salimos. –sentenció Nina.
Cuando se dieron cuenta, Gabriel, los padres de Alejandra y la mamá de Alberto, Lalo y Deborah estaban detrás de ellos, mirando la escena.
La puerta finalmente se abrió.
Zara salió primero, y caminó hacia su esposo. Alejandra salió, cabizbaja, junto con Nina. Estaba totalmente deslucida, como si se hubiese bajado de una montaña rusa. Además moqueaba y tenía el rimel corrido.
–¿Me vas a decir de una vez por todas qué está pasando? –dijo el novio con los brazos cruzados.
Sin decir absolutamente nada, frente a la mirada ansiosa de todos los que la rodeaban, Alejandra levantó la mano para extenderle algo a su flamante marido.
Era una barrita blanca dentro de una bolsita de celofán. La barrita marcaba dos rayitas de color rojo oscuro. Varios "ooohhh" hicieron eco detrás suyo.
–Tenía dudas... –dijo la pelirroja por toda excusa, con un hilo de voz.
–Pero, ¿qué es esa cosa...? –preguntó él, desorientado y ansioso.
–¡Ay, hombre! –le espetó Miriam, exasperada. –¡Esa cosa es un test de embarazo!
–¡Dio positivo! –dijo Deborah emocionada.
–¡Ay, soy tío otra vez! –exclamó Lalo, con mucho aspaviento.
–¡Felicitaciones, tigre! –dijo Gabriel, dándole una fuerte palmada en la espalda.
Alberto miró atónito a Gabriel y luego a su esposa. Ella asintió con la cabeza, mientras su madre y su suegra la abrazaban y besaban cariñosamente.
De pronto, todos y de común acuerdo se volvieron por donde habían venido y los dejaron solos. Él la tomó de las manos y luego la abrazó con fuerza.
–Ay, mi amor. –dijo ella. –Arruiné nuestra fiesta. Pero no podía esperar. Tenía que saberlo. Perdoname.
–Mi vida. –dijo él, riendo. –¡Qué estás diciendo! No importa la fiesta. Este día no podía ser más feliz para mí. Me casé con la mujer de mis sueños y ahora... Y ahora sé que voy a ser papá. Todo el mismo día. ¡Uf! El que se va a desmayar en cualquier momento soy yo.
Rieron, abrazados y felices. A pesar de las lágrimas, el rímel corrido y los mocos, él la vio más linda que nunca, y la besó.
Escucharon los pasos de Miriam y Lalo con la maquilladora, listos para adecentar a la novia para las fotos. Alberto se alejó y volvió a la fiesta y su suegro le dio una copita de licor para que recuperara la compostura.
Después de ese contratiempo, la fiesta siguió hasta el atardecer, momento en el que tuvieron que ponerle fin por algunos inconvenientes. Toto se dobló un tobillo queriendo hacer un paso de baile a lo "Dirty Dancing" y lo tuvieron que llevar a la guardia de kinesiología inmediatamente. Jorge, al tratar de rescatar un juguete caído en la piscina, lo empujaron al agua sus propios hijos. Lalo se sentó sin querer sobre una porción de torta olvidada en su silla, y anduvo un buen rato con un cacho de crema y merengue en el traste. Nina encontró bajo su copa un papelito con el número de celular del fotógrafo; ni lerda ni perezosa le envió enseguida un mensaje con foto adjunta de su puño con dedo mayor levantado. Alberto había tomado tanto licor que se agarró un pedo fenomenal. Sabrina, la hija de Alejandra, al saber la noticia, se largó a llorar a moco tendido y no se separaba de su madre. La novia volvió a comer doble ración de helado y tres porciones de torta, frenó cuando se dio cuenta que el vestido se le descosió varios centímetros por la cintura.

Fue, sin duda, la mejor fiesta de casamiento que habían tenido en años.


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