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16 junio 2011

Y así me recuerdes...

"Y así me recuerdes y tengas presente,
que mi corazón está colgando en tus manos."

–¿Creés en el destino?
–Creo que creo.
–¿Y será cierto que uno está predestinado a algo?
–Hay cosas que no suceden por casualidad. Lo que hacemos hoy nos predestina mañana.
–O sea, ¿uno podría cambiar su destino?
–Claro, siempre se puede ser mejor. Bueno no sé si tanto como cambiarlo radicalmente... Pero torcerlo sí. Lleva su tiempo, y uno tiene que estar convencido de poder y querer.
–No es tan sencillo.
–Nadie dijo que vivir era sencillo.
–Sos linda.
–Vos también sos lindo.
Me besó y me dijo buenas noches, nos dormimos enseguida, abrazados.

Fue así el destino. Me lo dio una sola noche para que lo amara y recordara lo maravillosa que era la vida, y al día siguiente, en el momento de separarnos, supe que no iba a verlo nunca más. Me fui a casa con el corazón deshojándose, con las manos en los bolsillos, con el sol mañanero y el frío de junio acariciándome la piel.

Me dio pena y lágrimas, pero también me dio un lindo momento para recordar, una esperanza, y poderosas alas a mi imaginación para que vuele alto, para que no se canse de escribir.

Y quiero que así me recuerdes, para bien o para mal, en los momentos felices y en los tristes, cuando estés solo, cuando no sepas el por qué de muchas cosas, y tengas presente que el destino nos une y separa por alguna razón.

Porque el amor no solo es un malentendido, también es muy puto. Reputo. Sí, perdón, ¡pero tenía que decirlo!

Escribir me hace feliz. Ahora soy feliz. Entré con gloria al último año de una década, y lejos de sentirme una vieja chota, quiero vivir, amar, reír, aprender. Y contar historias de amor.


:·:

10 junio 2011

Volvió una noche

phone by ~GirlFromDeCrash | Deviantart »
Suena el teléfono. Bajo la música y veo la pantalla de mi viejo celular a ver qué número me llama, aunque por el ringtone adivino que no es un número que está en mi agenda. Contesto.
–Hola linda, ¿cómo estás? –me dice una voz masculina del otro lado.
Aunque con algo de ruido de fondo, reconocí esa voz. Era el morocho. Ese mismo que se había enculado por un comentario tonto que le hice en el Facebook hacía casi seis meses, y lo mandé a freír espárragos.
–Bueh, ¡salió la vizcacha de la cueva!
–Jajaja, sos terrible, no me perdonás una. Con lo que me costó averiguar tu número...
–Si te hubieras molestado en agendarlo te hubieras ahorrado el laburito.
–Es que perdí el celular.
–No jodas, ¿cuántas veces perdiste el celular? Desde que nos conocemos, ésta debe ser la sexta vez.
–No, no. La vez anterior me lo robaron y la otra... ehmm, bueno no me acuerdo. Pero no viene al caso. ¿Cómo andas? ¿Qué es de tu vida?
¡Una mierda mi vida! Estoy sufriendo la indiferencia del hombre de mis sueños, tengo los ojos irritados por la bendita ceniza volcánica, estoy hinchada padeciendo el síndrome premenstrual y no encuentro inspiración para terminar un par de diseños. Por si fuera poco, mi hija no me obedece y en vez de ponerse a estudiar para la prueba de Sociales que tiene mañana, se va a mirar televisión aprovechando que estoy distraída.
–Ah... todo en orden, como siempre.
–Me alegro... Che, ¿y qué hacés este finde?
–No sé todavía.
–Vamos al cine el sábado y después compramos algo para cenar en casa. ¿Qué te parece?
–No tengo niñera.
–Dale, decile al papá que se cope, o la abuela o alguna amiga.
Bueh... ¡Desaparece seis meses y de pronto viene a darme órdenes! ¡Será posible!
–Bueno, veo que hago.
–Ahí está, me gusta esa actitud. Te extrañé linda, en serio. Aunque no se note.
Yo sabía que iba a usar el viejo recurso del "te extraño" con el que la mitad mas uno de las minas caemos redonditas a los pies del ingrato. Así estuve de echarle en cara la desfachatez de aparecerse así de la nada y tomar decisiones por mí.
–Nunca se notó.
–Las personas cambian, aunque vos no lo creas.
–Difícil que el chancho vuele. Y lo de chancho no lo digo por nada en particular, ¿eh?
–Jaja, me encanta cuando te hacés la mala, siempre me hacés reír.
Pero no era para reírse...
–Sabés, tengo que hacer estudiar a mi nena para la prueba que le toca mañana.
–Dale, atendela. Avisame por lo del sábado. ¡Llamame, eh! Te dejo un besote.

Así fue como el morocho volvió una noche. Volvió porque sabía cuánto había significado para mí en el pasado. Volvió porque el que se va sin que lo echen vuelve sin que lo llamen. Volvió porque algunas personas son como los animales domésticos, que siempre regresan al hogar por la comida y las caricias.

Volvió. ¿Y ahora qué hago?

:·:

08 junio 2011

Garabatos de amor

City SKYPE by *pablolemper | Deviantart »
–En serio Ale, vos no te ves bien. ¿Qué te anda pasando, nenita? Decime la verdad.
Estaba con mi amigo Toto, caminando por Puerto Madero, luego de compartir un café en el Starbucks frente al Yatch Club, para ponernos al tanto sobre nuestras vidas.
Me detuve, con los brazos apoyados en la baranda, mirando hacia los edificios rojos salpicados de luces. Suspiré y entonces me confesé.
–Cagate de risa, Totito. Mal de amores.
–¡Otra vez!
–Sí. Otra vez.
–¿Un gil que te histeriquea por MSN? ¿O ya lo viste personalmente?
–La cosa vino así: me histeriqueó un tiempo por MSN, pero al final quedamos en encontrarnos personalmente el viernes... Fue apenas verlo y no sé, como si me hubiese caído un piano en la cabeza.
–Epa, ¿tan feo?
–No no, para nada. ¡Todo lo contrario! Es tal como a mi me gusta: pálido, ojos claros, uñas limpitas, educado, correcto, simpático. Me trató toda la noche como a una reina y yo... ¡Por Dior! Yo me porté como una reverenda tarada. ¿Podés creer que me cohibí? ¿Que más de una vez me sentí con ganas de salir corriendo?
–Pero, ¿por qué?
–Porque, lisa y llanamente, me flechó. Fue amor a primera vista. ¡No te estoy jodiendo! Me trató como no me trató ninguno en años. Tanto que rompía las bolas con querer sentir un flechazo, al final me tocó. Encontré al hombre perfecto, el que había soñado toda mi vida. Y eso me dio como miedo en ese momento, y después quedé hecha una estúpida de felicidad. No hice otra cosa que pensar en él todo el finde. ¡Si hasta me puse a escribir poemas, boludo!
–¿Te volvió a llamar?
–Nop. El lunes lo veo conectado... y ni bola. Ya no era el mismo dulce y simpático que fue la semana anterior. Tuve que ir a saludarlo yo y me contestó con cero emoción. Eso me borró la sonrisa idiota, la alegría y casi casi las ganas de vivir. La culpa fue mía. Hace tanto tiempo que no salgo con un tipo normal que cuando por fin me toca, me comporto como una imbécil, y lo arruino todo.
–No creo que sea así. Te estás presionando.
–No te olvides que pasé momentos difíciles, entre la depre y el divorcio, ahora con el tema de la casa, el baile todavía no se termina. ¡No es fácil!
–Já, decímelo a mí. Bueno pero además de eso, laburás todo el santo día...
–Y sí. Mi trabajo es muy importante para mí, me está yendo bien ahora.
–Es también una excelente excusa para no tener una vida, mujer.
–Con tantas roturas de corazón, llega un momento que no querés saber más nada con ninguno. Empiezo a frecuentar la misandría sin quererlo.
–¿Misa qué?
–Misandría, se le dice así a la mujer que evita tener contacto con los varones, pero sin cambiar su orientación sexual. Lo contrario de misoginia.
–Ah, entiendo.
–Lo mío no es normal... Y yo quiero una vida normal. ¡En serio! Pero creo que a esta altura empiezo a creer que ni la merezco.
–De la misandría te fuiste directo al pesimismo, boluda.
–No sé, debo haber sido una minita muy hijadeputa en la vida anterior, por todo lo que me tocó padecer en esta.
Metí la cabeza entre los brazos. Una brisa helada se levantó. La mano de Toto me acarició la espalda haciendo círculos. Tuve que largarme a llorar (¿de rabia? ¿decepción? ¿tristeza?) y liberar esa opresión que me subía desde el pecho y me atenazaba la garganta. Unos segundos después levanté la cabeza y apoyé el mentón en el codo izquierdo. Toto me dio un pañuelito descartable y pasó su brazo por encima de mi hombro. Hice sonar la nariz primero y luego me sequé las lágrimas. Me hacía falta desahogarme. Nos quedamos un largo rato inmóviles, mirando el paisaje nocturno, pleno de luces de toda intensidad y color. Un par de patinadores en rollers pasaron veloces al lado nuestro.
–La vida es un rejunte de ironías, Ale. –sentenció, mirando hacia el Puente de la Mujer, y luego acotó: –"Ningún hombre merece tus lágrimas, y el que de verdad las merezca, jamás te hará llorar". Y casualmente viene al tema.
Me reí. Decidimos que era hora de volver, y de camino encendí un cigarrillo. Caminamos del brazo hasta Alem, y de ahí hasta la parada del 50 frente a la Casa Rosada, que estaba coquetamente iluminada.
–¿Qué vas a hacer cuando llegues a casa, linda? ¿Laburar?
–No. Escribir.
Me miró, incrédulo, y frunció el entrecejo. Yo retruqué:
–Claro, querido. "Alguien le dijo a Alejandra: cuando tengas el corazón roto..."
–"... ¡Escribe!"
–"Y como el corazón se le rompía a cada rato, escribió mucho."
–Ya me estoy imaginando ese post...
Nos reímos con todas las ganas, y en ese momento el colectivo dobló por la esquina. Nos dimos un rápido abrazo y un beso. Me puse al final de la fila de impacientes pasajeros, mientras Toto se dirigía caminando a paso rápido a la estación Catedral, con las manos en los bolsillos de la campera.
Busqué asiento al final de todo. Saqué mi cuaderno y me puse a editar y corregir la última poesía que había escrito hoy. Un puñado de garabatos de amor y desengaño:

Como una tonta me enamoré
creí en el amor y me llené de ilusiones
No sé por qué creí, nunca voy a aprender
que el amor es un malentendido constante.
Aquel que dice que te va a querer como nadie
se olvida hasta de tu nombre el día después.
Y sin embargo, el corazón me late fuerte
cuando lo veo online en el eme-ese-ene

Tonta de mí, tonta, ¿cuando voy a aprender
que el amor es un malentendido constante?


(A Mr. FC, ojalá algún día vuelva a pensar en mí)

:·:

20 abril 2011

Es difícil querer a alguien sin tiempo

Mr. Time by =oO-Rein-Oo | Deviantart

Fue como una suerte de deja-vú virtual. Otra vez la historieta se repetía, sólo que había cambiado el interlocutor. Vamos a llamarlo Mr.R por ponerle un nombre. Bueno, había hablado varias veces por MSN con el señor en cuestión. Fue una charla amena y fluída desde el inicio. Lo que se dice buena química. Hablamos horas y horas, quedamos en vernos un día, algún día, nada en concreto. Todo es maravilloso desde aquel lado de la pantalla. Pero ese viernes se lo dije sin anestesia: "me gustaría salir hoy". Para qué. Se le reventó la burbuja. ¡Pluf! Todo eso tan lindo que había entre nosotros se pinchó en un segundo. Me acusó de querer terminar con la relación (¿qué relación? ni siquiera lo conocía...) y la remató con un "es difícil querer a alguien sin tiempo, ojalá encuentres el hombre que te merezca... te voy a extrañar, en serio". Y acto seguido me cerró la ventanita del chat y me sacó inmediatamente de su lista del Facebook. ¡Já!

No entendí por qué Mr.R se rayó de repente... si no le hice ninguna propuesta indecente, tan solo salir y vernos frente a frente. ¿Qué había de malo en eso? O no era quien decía ser, o estaba ocultando algo, o era flor de freak, o era una marioneta (perfil falso que alguien crea con el único objetivo de pasar el rato). Ninguna de todas esas cosas me sorprende a esta altura. Es más, es ya una especie de patrón generalizado que aplica a cualquier individuo que genera un contacto a través del ciberespacio, red social mediante. Está todo bien mientras chatees, pero cuando le pedís pasar al plano personal (sin que sea el sexo el único objetivo) se arrugan y achicharran, se ponen histéricos, sabotean la buena relación y cortan, pero dejando en claro que la culpa es de una por ser tan desesperada y nunca de ellos.

Pobrecito Mr.R, si no fuera porque tengo muchos años de Internet en mi haber, casi casi me creo su triste historia de hombre abnegado que busca amor pero teme ser rechazado. Patético...

Mi tarea para el fin de semana largo: escribir cien veces "no debo perder más el tiempo tratando de entender a los hombres".

_

27 enero 2011

Historia de tres hombres y un denominador común

The Boys by ~Managex | Deviantart
–Basta de trabajar tanto che, ¿no salís nunca a divertirte? –me dijo mi amigo Toto esta mañana.
Nos encontramos por MSN y luego de las preguntas de rigor, le comenté que me estaba yendo muy bien con el trabajo y las últimas semanas me la pasé casi 12 hs. al día dedicada a diseñar, proyectar, cotizar y negociar.
–Sí, hombre. De vez en cuando salgo por ahí.
–¿Con quién?
–Sola.
–Vamos, ¿me vas a decir que no hay ni un solo candidato que te arrime el ala? ¿Qué pasó con el gordo, el gallego y el morocho?
–Están todos del orto. Mirá, si tengo que sentarme a esperarlos o entenderlos, me muero de vieja...

Me vino de repente la imagen de los tres tipos de pie, uno al lado del otro, como si los viese a través de un vidrio en una rueda de reconocimiento de sospechosos. Miro a todos y cada uno de ellos y pienso, ¿por qué me enamoré de él? ¿qué fue lo que me atrajo? ¿por qué las cosas no funcionaron?

Hace dos años que venía penando de amor por el gordo. Cuando lo ví por primera vez me atrajo irremediablemente algo en esos ojos celestes que se asomaban detrás de los lentes: era la mirada de un cachorrito perdido. Pasé por alto que a los cuarenta todavía fuera soltero, viviera con su madre y no tuviese gusto para vestirse. Era correcto para hablar, educado y todo un caballero, de esos que te hacen sentir una reina. Salimos muchas veces, nos arrimamos bastante pero no tanto como para quedar en posición horizontal, si uds. me entienden. Estuve tan loca de amor que por él me largué a escribir mi novela, inspirada en esos ojos hermosos (todavía inconclusa, pero al día de hoy avanza bien). Hice todo lo que pude para mostrarle mi interés por él, pero me cansé de esperarlo. Qué se yo, que me llamara, que se apareciera en casa con cualquier excusa, que un día dejara de ser tan caballero y me metiera la mano debajo del vestido. Nada. Siempre igual. Si era tan divino, simpático, alegre y respetuoso, ¿qué le faltaba al quía, entonces? Iniciativa + Ambición, una pequeña dosis de ambas. Tampoco un Donald Trump, viste. Pero era como esos viejos jubilados que no hacen otra cosa que leer el diario, mirar la tele y juntarse cada tanto con los muchachos del bar, y así dejar que la vida se pase. Y mi espíritu inquieto no podía soportarlo. Para alguien con deseos de volar, este tipo era un lastre. La última vez que hablamos fue dos días antes de Navidad, y ahí decidí no volver a llamarlo. Llamó él hace dos semanas, pero lo saqué sonando. Típico de los giles que de tanto esperar el plato principal dejan pasar los sanguchitos, y cuando vuelven con hambre la bandeja está vacía. Ni bola. Creo que todavía ni se enteró.

Al morocho lo conocí por Facebook y me encantó esa sonrisa que tenía en la foto del avatar. Le tiré onda, y la cazó enseguida. También era simpático, conversador, alegre y por suerte tenía un poco más de ambición que el anterior, aunque no la suficiente, porque era otro cuarentón soltero que aún vivía con los padres. Chateamos mucho, salimos y terminamos encamados un par de veces. Pero era un tipo jodido. Se quejaba de todo, y en eso hay que ser prudente si querés comer seguido. La primera vuelta se enculó por un arañazo que le hice en la espalda sin querer, y lo mandé al diablo. Desapareció un año, pero volvió a la carga un día. Me escribió en un comentario que me quería aunque no se notara (no, no se notaba ni mierda) pero le terminé creyendo. Y otra vez chateamos, otra vez salimos, otra vez nos encamamos. Y un par de días después se rayó por una boludez que le dije en broma. Ahí me di cuenta por qué nunca se había casado ni convivido, ¿quién se aguanta semejante histérico? Sin más vueltas lo saqué definitivamente de mi lista, lo borré del MSN y como nunca se molestó en agendar mi teléfono, ni me preocupé en bloquearlo. Al menos tengo que reconocer que fue el único caballero de un larguísima lista de amantes que se jugó a acompañarme hasta la esquina a pedir un taxi. Por lo general, te largan ahí de la puerta de entrada al edificio, sea la hora que sea, y arreglate.

Al gallego (que no es gallego en realidad pero sí un ciudadano español de no me acuerdo qué parte y estaba parando en Baires) lo conocí de casualidad en una fiesta. Lo vi, me simpatizó, empezamos a hablar y quedé deslumbrada: era inteligente, independiente, tenía carisma, ambiciones, buena posición, había viajado por el mundo y conocía mucha gente. ¡Era justo el Mr. Big que estaba buscando! Además cuando habla pone un tono de voz que te endulza el oído, te acaricia el pecho hasta el estómago y al rato sos capaz de entregarle hasta la billetera. Al principio sentí que deseaba ser el ángel guardián de mi profesión, y yo me sentí tan halagada de que reconociera mi talento, que me autocomprometí a ser su asistente para lo que necesitara, ¡qué más quería! Pero un día, mejor dicho una tarde, el encanto se rompió. Hizo un par de chistes machistas de mal gusto. Y mencionó que tiempo atrás había sido vendedor: ahí caí en la cuenta por qué era tan genial y atrapante cuando hablaba. No me gustó mucho saberlo. De pronto empezó a poner distancia, no me escribía ni mandaba más mensajitos. Yo no insistí, porque perdí esa costumbre de correr atrás de los hombres, y además tenía otras cosas importantes en que pensar. Lo encontré el miércoles de casualidad en el Starbucks de Galerías Pacífico. Hacía mucho calor y estaba todo transpirado, pero yo lo vi hermoso, tal vez porque tenía muchas ganas de volver a verlo. Saludó, comentó que tenía una cita, y se fue. Me dolió. Me sentí nadie. Tuve que tragarme las lágrimas hasta nuevo aviso. Esta vuelta aprendí que no podía enamorarme de un tipo que vuela mucho más alto que yo, porque la historia de la Cenicienta es sólo un cuento para nenas, y en el mundo real esas cosas nunca le suceden a las chicas como yo.

Sin embargo algo unía a ese trío bajo un denominador común: se habían dado cuenta que tenían poder sobre mí, y podían usarlo. Si hay algo que no me gusta para nada es cuando quieren aprovecharse del cariño y crear situaciones para manejarme con la culpa o los sentimientos. Yo los quise a todos y cada uno hasta donde pude, pero más me quiero a mi misma; lo suficiente como para no permitirles que me tocaran el corazón. Para ellos, las minas van y vienen, un corazón roto es una simple metáfora y los sentimientos otra leyenda urbana.

–Me estoy haciendo vieja, Toto. ¿Vos decís que todavía estoy buena?
–Claro, tontita. ¿Qué tipo no querría salir con vos?
–Todos los bagayos que no me gustan, justamente.
–¿Pero ni uno se salva?
–¡No podría nunca estar con alguien que no me guste o no me mueva el piso! ¿Para qué?
–Para ver si con el tiempo te enamorás.
–No jodas, con ese criterio ya desperdicié trece años de mi vida con mis dos ex maridos.
–Jajaja, ¡no vas a tirar la toalla justo ahora! ¿O sí?
...

No tuve respuesta.