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16 enero 2017

Mesa de mujeres III: como Thelma y Louise


–¡Hola, zorras! –saludé a todas con mi sarcasmo de siempre. Pasé entre las sillas a darles un beso a todas la que estaban.
–Qué hacés, sirenita. –dijo Rita. –¿Otra vez de mal humor?
–¡Si les cuento! ¡Me van a cagar a piñas!
–Y ahora qué hiciste... –dijo Nina, alcanzándome un vaso de cerveza.
–Tomé champán. –contesté.
Se miraron todas con los ojos abiertos.
–Vos sí que querés ver el mundo arder, eh. –dijo Vanesa, mientras se llevaba a la boca una papa frita.
–Ya sé, ya sé qué me van a decir. ¿Para qué carajos tomás si te hace mal?
–Bueno eso, justamente. –contestó Nina. –Cuando tomás champán, esa lengua bate todas las verdades, incluso aquellas que no nos contarías ni siquiera a nosotras.
–¿Y qué verdad te batiste esta vez? –preguntó Nina.
–Estaba con Bruno Díaz, ¿se acuerdan que les conté de ese tipo? Un divino. Bueno... nada, fui a cenar a la casa, empezamos a tomar una copita de champán. Dos copitas. Empezamos a los besos en el sofá. Le empecé a decir "Ro, Rodrigo te extrañé tanto, gordo" y... y... nada, me tuve que pedir un taxi a casa.
Carcajada general.
–¡Pero nenaaaaa! –me sacudió Nina. –¡Justo con Bruno Díaz se te ocurre hacer semajante papelón!
–¡La cagaste olímpicamente! –alcanzó a decir Vanesa sin poder parar de reírse.
–¿Todavía seguís pensando el el gordo Rodrigo? –dijo Rita, levantando una ceja acusadora.
–¡Juro que al otro día me levanté con un dolor de cabeza de antología, y ganas de tirarme por el hueco del ascensor! –dije, agarrándome la cara con ambas manos.
–¡Ya está, olvidate de ese quía! –dijo Nina, seriamente. –Y a ver si te vas olvidando de una buena vez del gordo ese bagayo, eh.
–Yo en lugar de Bruno Díaz hubiese hecho lo mismo. –opinó Vanesa. –Es espantoso que te digan el nombre de otra persona justo en ESE momento.
–Sí ya sé, pero bueno, ¡se me escapó! –me puse de pie con una mano en el pecho y dije: –¡Juro solemnemente delante de ustedes que no vuelvo a tomar un puto champán durante una cita!
Hubo más carcajadas y aplausos, incluso de las mesas vecinas. En ese momento llegó Miriam.
–Llegaste justo para el show. –le dije. –Escuchá esto: la cagué con un tipo copado diciéndole el nombre de otro. Soy un animal y no podría estar peor.
–¡Já! ¿Qué no? ¿Querés que te cuente yo? –dijo desafiante, guardando sus lentes oscuros en el bolso.
–¿Qué te pasó? –dijimos todas a coro.
–Hace dos meses que salgo con el mismo tipo que conocí de Tinder. Qué se yo, bien, simpático, un poco tímido. Intimamos un par de veces, no le funcionó el coso. A lo mejor necesita tiempo pensé, así que bueno, mejor no presionar las cosas, dejemos que fluya. El finde cumplió años mi prima y salimos con un par de amigas de ella a un boliche de Recoleta. Bien, a ver queridas mías, ¡adivinen a quién encontramos a los besos con otro flaco! ¡Ni siquiera con otra minita, eh! ¡Con otro flaco!
Esta vez no hubo risas generales sino mandíbulas cayendo al suelo y ojos enormes como disco de arado.
–Así es, amores. El tipo que me gusta resulta que patea para los dos arcos. ¿Y vos decís que estás mal, boluda? Vení, vamos juntas a tirarnos con el auto por un barranco como Thelma y Louise antes que nos atrape la desgracia. –Palmeó con fuerza la mesa tres veces y exclamó: –Bueno chichis, retroceder nunca, rendirse jamás; basta de amarguras. ¡Mejor brindemos por nuestras mejores conquistas! ¡A ver, les cuento que estoy por cerrar una licitación importante para la empresa! ¿Y ustedes?
–Mi hijo mayor se sacó un 10 en matemática. –dijo Rita.
–La perra por fin aprendió a no mearse en el comedor. –dijo Vanesa.
–A mí me pagaron un retroactivo que me estaban debiendo. –dije yo.
–Me estoy comiendo a mi profesor de yoga. –dijo Nina, arqueando las cejas, y con una enorme sonrisa hizo sonar los vasos de las demás, que la quedamos mirando boquiabiertas, con una mezcla de incredulidad, alegría y un ¡qué hija de puta!

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27 diciembre 2016

¡Mozo, la cuenta!


Como ya saben, la realidad supera la ficción. Por eso hoy les presento una pequeña recopilación de partes (chuscas) de conversaciones que me sucedieron en varias primeras citas. La parte del diálogo que me corresponde está en color rojo, así se entiende bien cómo viene la conversación.


–Contame, ¿a que te dedicás?

–Soy diseñadora y desarrolladora web y mobile
...

–¿Qué es mobile?
–Celulares y tablets.

–Ah, ¿programas smartphones?

–Bueno, en realidad, hago aplicaciones para smartphones y…


–¿Y no sabés cómo programar mi Whatsapp para que no muestre que estoy en línea, que no muestre la la hora y el tilde azul?

–Eso es muy fácil: agarrá el teléfono, tiralo a la miércoles y manejate con notitas Post-it.


–...

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–... Y la verdad no me gustaría que mi hija a los veinte termine siendo un desastre en la casa como la madre.

–¿La madre de quién?

–De mi hija.

–Ah, ¿se hablan?

–De hecho, la veo todos los días en el espejo.


–¡Ah qué bueno que se lleven bien!
–¿Vos me estás escuchando?
–¿Qué cosa?
–…
–¡Ah!


·····················: :···························

–Sí, sí, después de tantos años de casado, dije basta. ¡Basta de peleas, basta de celos, basta de controlarme y decirme lo que tengo que hacer! ¡Quiero vivir la vida! 
–Mirá vos, no conozco nadie que no quiera.
–¿A vos no te pasó nunca eso? 
–No. Yo siempre tuve ganas de vivir. Desde que nací.
–…

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–Sabés, me encantó esa foto de perfil del Whatsapp.
–Bueno gracias, jeje.
–¿Y qué significa ese cartelito con el número 44 ?
–Es mi edad actual. Cumplí el mes pasado.
–¿Ah sí? ¿Cuántos años cumpliste?
–...

·····················: :···························

–A ver linda, mirame a los ojos y decime, ¿qué sentís?
–Ehmm, nada.
–¿Cómo que nada?
–No, nada... ¿tenía que emocionarme?
–Bueno, pero...
–¿Pero?
–¿En serio no sentís nada?
–¡A ver! Nos estamos viendo por primera vez y recién pasaron 20 minutos... ¿Tenía que enamorarme?
– Bueno, no, no necesariamente. Pero bueno, algo tenés que sentir, sino no tiene sentido estirarla. Me voy, terminate el café tranquila, pago yo a la salida. Suerte.
– ¿...?

·····················: :···························

–Y contame, ¿qué sueños tenés?
–¿Perdón?
–Hablame de tus sueños.
–Mmmm, ésas son cosas muy reservadas...
–Dale, yo quiero saber así te voy conociendo.
–Ok. Mi sueño es conquistar el mundo.
–¡...!
–(sonrisa)
–Bueno... Así que tu sueño es conquistar el mundo.
–¡Sip!
–Como Pinky y Cerebro.
–Ponele.
–Y ¿qué planes tenés para lograrlo?
–Formar un ejército de palomas.
–...
–De hecho ya tengo dos en fase de entrenamiento.
–...
–(sonrisa)
–Y si tuvieras un super poder, ¿cuál sería?
–Me gustaría tener el poder de teletransportar mierda.
–¿Eh? ¿Qué cosa?
–¡Sí!
–Pero, ¿y qué utilidad tendría eso?
–Le podés cagar la vida, literalmente, a cualquiera que no te banques. O zafar de un examen, achicar la cola en el banco, escapar de un piquete, qué se yo... ¡Puf! ¡Hay tantas posibilidades!
–...
–¿Querés ir yendo?
–Dale.

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Si les gustó, voten y dejen su comentario para una segunda y tercera y cuarta parte, porque hay muchas historias chuscas para contar. Porque, si no hay amor, ¡que al menos haya humor!


28 noviembre 2016

¿Es mejor estar solteros?

Vean el video y lo que dice la doctora Bella DePaulo de la Universidad de California:



Ahora podemos decir con orgullo ¡vamos l@s solaris!

11 julio 2016

La mirada de esos ojos negros

"Yours truly" by ntscha | Deviantart.com

Adrián desapareció, sin palabras ni excusas, un día después del cumpleaños de Meli. No le dijo "no sos vos, soy yo" ni "tomémonos un tiempo". No respondió tampoco a ninguno de los mensajes de Whatsapp que ella le envió, optó simplemente por "clavar el visto" y ya. Decidió que quería estar libre los fines de semana para jugar al tenis, al golf, tirarse desnudo en la cama a ver el partido o una película con un sánguche de milanesa completo todo para él solo.
Ella, por su parte, no guardó luto. Ni rencor. Le costó entender tal actitud por parte de él, pero como a ella también le sobraba actitud, no perdió el tiempo llorando y volvió al ruedo inmediatamente. Empezó a salir de juerga con sus amigas y amigos otra vez, se compró ropa, se apuntó en Tinder, aceptó todas las invitaciones a fiestas y cocktails, bailó y bebió todo lo que quiso, y conoció muchos candidatos potables. Sin embargo, ya le había tomado el gusto a esa vida de soltera despreocupada hasta que un día, en una fiesta, un amigo de un amigo le presentó a otro amigo y la buena onda fue recíproca y correspondida. Una semana más tarde volvieron a salir, y así, empezaron a verse más seguido, ir al cine, a cenar, conversar, y todas esas cosas que hacen las parejas que se están conociendo.
Así, pasó un año, Meli volvió a cumplir un año más y ese día recibió un mensaje por parte de Adrián, deseándole feliz cumpleaños. Ella casi se atragantó y por consejo de sus amigas no contestó inmediatamente, lo dejó en visto y le respondió un par de días después, a las tres y media de la madrugada y completamente pasada de copas:
–¿Por qué volviste?
–Nunca me fui
–Los hombres vuelven cuando no tienen dónde ponerla
–¿Esa es tu experiencia?
–Entonces, ¿hay una explicación?
–No hay ninguna explicación
Y eso fue todo lo que hablaron.

Pero la casualidad hizo que ambos se cruzaran en el mismo restaurante una noche. Meli estaba acompañada de su candidato y Adrián, acompañado de una dama que no le interesaba mucho pero como estaba solo aburrido y ella había insistido tanto, terminó aceptando. A pesar de que había varias mesas de distancia, se los podía ver perfectamente. Y vió, después de tanto tiempo, esa mirada en ella, la mirada brillante de esos ojos negros.
Esa mirada, la misma que lo vió a él durante tanto tiempo...
Empezó a pensar, qué le habrá visto al tipo ese, flaco, alto, pelo oscuro, bien afeitado pero con cara de nabo, con esos lentes cuadrados de profesor chiflado. Y él, qué habrá visto en ella; tal vez lo mismo que vio él hace algún tiempo: lindas piernas, nariz perfecta, un poco cascarrabias pero con buen gusto para casi todo...
Hasta ahí llegaron sus pensamientos porque de pronto, un golpe seco lo trajo de vuelta de sus pensamientos. Su acompañante estaba de pie, con un puño sobre la mesa, mirándolo con cara de pantera a punto de atacar, y todos los demás comensales incluso los mozos también los estaban mirando. ¿Ella había dicho algo en algún momento? ¿Le pidió explicaciones?
No supo qué decir, y sin pensarlo mucho le salieron las palabras, sin más: –No tengo ninguna explicación.
La pobre mujer no dijo más nada, bufó furiosa y se fue. Él la siguió con la mirada hasta que salió del restaurante. Suspiró, se sirvió más vino y luego de unos minutos ordenó ravioles con salsa de cuatro quesos para cenar. Giró la cabeza para ver donde estaba Meli. Ella y su acompañante seguían ahí, ajenos a todo. Otra vez esa mirada dulce, profunda, brillante, y esas manos, esa sonrisa, esa vocecita que hablaba como en un susurro, alguna vez le dijo "te quiero" al oído. Ahora todo eso le pertenecía a otro.
Fue en ese instante, apenas un segundo, en el que se dio cuenta que la extrañaba y que nunca debió dejarla. No tenía una explicación ni siquiera para sí mismo.

:heart:

07 julio 2016

Mesa de mujeres II: Según pasan los años

Their sweet April 9 by aprelka | Deviantart.com
Es jueves, y como todos los jueves, nos juntamos con las chicas después del trabajo a cenar y chusmearnos todo.
 –¿Y che, cómo te fue en la fiesta del viernes?– me preguntó Vanesa.
–Ah sí, re bien. –dije yo, y luego hablé para todas: –Les cuento: el viernes pasado nos juntamos con el grupo de la secundaria. Lo hacemos dos veces por año, armamos una fiesta en el patio cerrado del colegio, como en los viejos tiempos, y vienen casi todos los de la división, incluyendo compañeros de otros años. Lindo encuentro, buena música, buen ambiente. Aaahhh... Y no sabés quién fue, Vane.
–¿Quién, quién? –dijeron todas en coro.
–Nico, un pibe del colegio. Yo estaba en segundo año y él en quinto. Vos te acordás, Vane, del flaquito...
–¡Nooo! ¿Nico? –exclamó Vanesa.
–Epa epa. –dijo Aldana riendo. –¿Amores de secundaria?
–¿Sabés lo que es encontrarte después de 30 años con el pibe que te hacía calentar la cabeza de pendeja?
 –Naaaah, ¡te moriste de amor! –dijo Rita.
–Morirme sí, –dije, tomando otro sorbo de cerveza,– pero no de amor precisamente. ¡Cómo les explico, che! ¡Está hecho mierda! Pero mierda mal, eh. Vos Vane te acordás bien, que era flaco, alto, de rulos, los ojazos impresionantes, esa voz suave que te hacía caer los calzones...
–Sí que me acuerdo, boluda. –contestó Vanesa, meneando la cabeza. –Me tenía que fumar tus ataques de enamoramiento, me daban ganas de darte un sillazo en la cabeza para que pararas un poco. Menos mal que no íbamos al mismo colegio porque sino le daba otro sillazo a él, pero por creído.
–¡Pero che!, –exclamó Aldana. –¿Tan mal lo encontraste?
–Bueno, a ver, no está particularmente gordo pero tiene buzarda, se peló porque se le volaron todas las chapas del frente, tiene arrugas muy marcadas por todos lados, papada, los ojos embolsados, la voz reventada como si hubiese gritado goles toda la noche. ¡Hasta me juego que se hizo el comedor a nuevo, eh!
 –¿Y hablaron de algo? –preguntó Vanesa. –¿Se acordaba que te morías por él?
–Nos saludamos, sí, pero hablamos poco. Sí, capaz se acordaba. O no, andá a saber. Al principio vino al grupo de las chicas haciéndose el gallito como en los viejos tiempos, hablaba a los gritos con los amigotes, se hacían los cancheros. Pero a medida que avanzaba la noche me parece que se deprimió entre tanta gente cambiada y toda la música que bailábamos en los '80, porque ya no estaba tan chispita como cuando llegó. O se agarró un pedo triste con el whisky, qué se yo.
 –Bueh, flojito el amigo. –dijo Aldana. –Para qué chupa si no aguanta.
–Qué flash... –dijo Rita.
–No te das una idea, no parecía la misma persona. Yo pensaba, si hubiese un aparato que te muestre cómo estás ahora y cómo vas a quedar dentro de 30 años, creo que éste se pegaba un tiro.
–O se hubiese cuidado un poco. –dijo Aldana. –El tiempo nos pasa factura a todos. Pero a algunos como que les cobra retroactivo e intereses.
–Viste, por lo general, a los tipos lindos les pasan los años y se mantienen, incluso hasta mejoran. –comentó Vanesa.
–Sí pero éste, ¡puf!, a éste le pasó por encima un camión con acoplado.
 –Y nosotras, que nos recontra cuidamos meta dieta y gimnasio... –suspiró Rita. –Al final, terminamos entre viejos chotos, panzones y pelados…
–… y con prótesis en los dientes! –agregó Vanesa. Todas nos reímos con ganas.
–¡A no deprimirse, chiquis, que todavía quedan hombres bien plantados! –dije en voz alta y dando palmadas. –¿Pedimos otra cerveza y la pizza?
Todas respondimos afirmativamente y al unísono. La cerveza llegó primero, nos servimos y levantamos los vasos en alto y brindamos por Nico y su decrepitud.

Y el ex flaquito, en algún lugar de Buenos Aires, imagino que habrá sentido un leve ardor en la oreja, que según dice la leyenda, te pasa cuando alguien está hablando mal de vos o te está sacando el cuero.

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06 junio 2015

Mesa de mujeres

En la mesa de mujeres se habla de todo, incluyendo hombres, conquistas y amantes.

Como todos los jueves, el bar de Angie tiene una mesa exclusiva para cinco mujeres amigas. Aldana, Rita, Vanesa, Mora y quien escribe.
Aldana, es hermana de mi mejor amigo Lalo, es contadora, de pelo castaño largo y modales refinados, madre soltera y acérrima protectora de su familia, adora la moda y estar siempre divina, por eso es la que siempre marca tendencia entre todas nosotras.
Vanesa, mi amiga de la facultad, ha cultivado su propio estilo entre dark y urbano que la distingue y no ha variado con los años. Años atrás tenía el pelo rubio bronce, se lo tiñó de negro azabache y ahora lo lleva morado oscuro. El aspecto rebelde y desapegado no son más que corazas que ocultan a una chica sensible y generosa.
Rita, compañera de mi actual trabajo, es pura simpatía: se diría que nació para las relaciones públicas y se está por recibir de licenciada en marketing. Lleva una vida despreocupada y sin límites, le encanta salir y divertirse; según ella, la vida se basa en experiencias.
Mora fue mi compañera de los cursos de inglés y de mi primer trabajo. Su verdadero nombre es Lucía pero todos le decían "Demora" (de ahí le quedó Mora) tal vez por su hábito de tomarse su tiempo para todo: es la típica chica zen, de perfil bajo, adepta al SLOW, el yoga, el tai-chi y la ropa cómoda. Pese a esto, adora el buen comer y beber, aunque siempre en su justa medida.
Angie, la dueña del bar, también suele participar en nuestros debates. Como es la más grande de todas, y tal vez la más realista, ejerce un rol casi materno en el grupo, dando su opinión y aconsejando.
Y yo, madre soltera, laburante, cabeza dura y amante de las historias, la ropa linda, las flores, las salidas, el buen vino y con un tremendo magnetismo para atraer a los tipos equivocados.

En nuestras conversaciones hay de todo un poco: trabajo, hijos (las que tenemos), actualidad, moda, belleza, dietas... y sobre todo, ¡hombres! Porque todas nosotras, incluyendo nuestra anfitriona, somos mujeres solas. Todas hemos pasado la experiencia de un matrimonio o una convivencia que nos dejó chamuscadas pero con la lección aprendida. Y como diría Vanesa, todas las experiencias nos enseñan algo, y por eso hay que estar abiertas a lo nuevo. En las mesas de galanes se habla de minitas, de conquistas y de amantes, pero si no mienten la exageran hasta la estratósfera. Porque los hombres son así. Mentira eso que el tamaño o la cantidad es lo de menos, a ellos sí les importa y mucho. En las mesas de mujeres también se habla de eso, de hombres, de conquistas y amantes, pero somos más honestas con las de nuestro círculo. Como una hermandad, una manada, donde nos conocemos bien. Rara vez tapamos o disfrazamos la verdad porque generalmente necesitamos un consejo directo y sincero, un "¡sí, dale para adelante!" o un "¡ni se te ocurra, nena!".

Y experiencias, a todas nos sobran. Buenas y malas. Divertidas y aburridas. La mayoría, dignas de un libro o una serie de TV. Porque, como se dice por ahí, la realidad supera ampliamente a la ficción.


·   ·  · ·  ❤  · ·  ·   ·

03 octubre 2014

En el nombre del amor

 Amor es… exactamente lo contrario a lo que verás en este post. Por favor nunca hagas algo así!

Entiendo que cuando se está enamorado/a se hacen cosas locas, pero esto... señoras y señores, esto que ven aquí ya es el extremo del mal gusto. Si esto es el amor, ehmmm mejor déjenme así agnóstica que estoy fenómeno.
Esta y otras imágenes, sin desperdicio, pueden verlas aquí:
"15 Personas que hicieron que cupido se clavara la flecha en la frente"

Por favor, nunca se unan a estas huestes. En el nombre del amor.

Sean felices

···:···

19 septiembre 2014

Donde viven las infieles


Que las hay, las hay, sobre todo en los barrios más "top" de la Ciudad de Buenos Aires. Mi querido barrio San Cristóbal, barrio de medio pelo, ni figura. Se ve que, o el porcentaje es muy bajo o somos todas buenas minas.


:·:

16 septiembre 2014

Consultorio sentimental (I)

"Macbook love" by EternalxxSkies - DeviantArt.com
"Macbook love" by EternalxxSkies · Deviantart.com

Estimados y estimadas, me han llegado en todo este tiempo algunos mensajes por diferentes vías digitales pidiendo consejos sentimentales. No sé si soy una experta en la materia, verán que he fallado y aún así persisto, y para consejos está el Viejo Vizcacha. Pero como me gusta ayudar a la gente en lo que pueda, pues ahí vamos:

1) Anita, 51
Hace mucho que no salía con nadie y la semana pasada fui a cenar con un señor. Muy caballero, pasamos una linda velada, me llevó a casa en el auto y cuando paró en la puerta, hablamos un rato, me dijo que la pasó bien, que ojalá se repita pronto y se despidió con un beso ¿No es medio raro en una primera cita?
Querida Anita: Ese tipo era de otro planeta si se conformaba con unos besos después de una primera cita. La regla general es que vayan directamente al telo o una vueltita por Villa Cariño si es medio rata. No sé cuántos años tiene el quía pero cuando te toca un caballero así, nena, no lo dejés ir.

Siguiente...

2) Lara, 39
Salí con un flaco de 46 pirulos, te digo que parecía normal pero cuando llegamos al momento decisivo, yo saco un preservativo y se lo doy, el quía lo mira y me dice "che... sabés que no lo puedo usar", y le pregunto si era alérgico o qué, y me dice "no, desde que tuve el primer infarto, es como que no puedo usarlo...". Yo pensé que me estaba mandando fruta y me fui, pero después me quedé pensando, ¿che y si tenía razón? ¿Vos que opinás?
Querida Lara: Esto te lo digo con el aval científico de un cardiólogo con el que anduve hace unos meses: te mandó la re-fruta. No existe ninguna limitación de ese tipo después de un infarto o lo que sea, y lo bien que hiciste en irte al carajo y dejarlo con las ganas. Excusas pedorras, acá no. Hay que cuidarse, mi vida, eso ya lo sabés.

Otra...

3) Faby, 31
Hace unos meses que ando con un tipo más grande que yo, divorciado, por ahora todo bien pero me llama la atención que desde el viernes a la noche y hasta el domingo nunca tiene tiempo para mí. Dice que pasa tiempo con los hijos pero éstos ya son todos mayores de 18. Ni siquiera me atiende el teléfono o los mensajitos. Para mí hay gato encerrado, ¿vos qué decís?
Querida Faby: Mas que gato, tiene una manada de michos encanutada. Es la típica excusa del doble vida, porque los pibes grandes de hoy en día tienen su vida, sus amigos, sus actividades, se mueven solos, no esperan que papá los venga a buscar para llevarlos al teatro y a McDonalds. Me juego que anda en otra paralela o no está tan divorciado como él declara, y lo delata el hecho de apagar el celu y no contestar mensajes. Consejo: buscate uno que no te ande escatimando tiempo, y menos los fines de semana.

Y se va la última...

4) Isa, 44
Conocí un flaco de mi edad por Facebook, era super entretenido chateando, no es feo, pero cuando nos encontramos a tomar un café, ay por favor, ¡es un deprimente total! ¡se la pasó hablando de la ex y cada dos oraciones la remataba con un "fui un boludo". Te juro que tuve que inventar una excusa para irme porque no lo aguantaba más. Pero me sigue, me escribe, me manda mensajitos para volver a salir, ¡qué se yo! es buen pibe pero yo así no quiero saber nada. ¿Cómo me lo saco de encima lo más sutilmente posible?
Querida Isa: Me estoy imaginando la cara tuya, jajaja, esa clase de tipos lo mínimo que merecen es un sillazo por la cabeza. En serio. Hay tipos que no superan su pasado y por ende no están debidamente preparados para una nueva relación. Seguramente son buenas personas, ojo, pero andan ahí como almas en pena, lamentándose de su mala suerte, esperando que una los rescate de su situación... Un tipo con complejo de damisela no te sirve más que para tenerle lástima. Y eso de andar siendo Spiderman para rescatarlo todos los días, es lindo al principio, muy romántico, pero después te das cuenta que termina rompiendo las pelotas. Mi consejo: decile sin rodeos ni sutilezas que existen psicólogos y psicólogas que por un arancel semanal lo van a ayudar a superar sus conflictos, que no te use a vos como tacho para tirar su mierda mental. Y que cuando lo supere te vuelva a llamar, eso si es que no estás con otro chabón.

Ahora sí, espero que mis consejos les hayan sido útiles. Acuérdense de que ustedes son todas diosas hermosas y merecen todo lo mejor de la vida. Y que estar solas no es ninguna tragedia, al contrario, es signo de que se quieren lo suficiente como para no regalar su tiempo a cualquier pelagatos. Si se sienten solas, hay una solución infalible: si sos activa, enérgica y deportista adoptá un perro; en cambio si sos casera y tranqui, un gato. Me lo van a agradecer.

:·:

04 agosto 2013

No extraño a ninguno


–Mamá, de todos tus novios anteriores, ¿a quién extrañás más?
Miré a mi hija con una sonrisa mientras terminaba de planchar la ropa del colegio y repasé mentalmente entre todos los hombres que pasaron por mi vida y...
¡Qué pregunta!
Empezando por los novios de la adolescencia, de los veinte, los treinta, y ahora los cuarenta. ¿Hay alguno que recuerde con más cariño que los otros? ¿Hubo alguno de entre todos que realmente me haya querido y me haya hecho sentir querida? Sus caras las recordaba vagamente, pero sus traiciones, sus engaños, sus mentiras, las recordaba bien. A todos los unía una constante: me tuvieron, pero no fui mucho más que un pasatiempo, un entretenimiento hasta que surgiera "algo mejor". Así del primero al último.
¡Qué carajos!
Pero no, a ver, tiene que haber uno de entre todos esos giles que me haya tocado el corazón, che. Aunque sea por un instante. Paso revista rápidamente a todas las historias como las hojas de un libro. Solo encuentro un par de caprichos que nunca pudieron concretarse, pero esos no cuentan, los caprichos no cuentan como amor.
A la mierda...
Vienen a mí todos esos momentos como girando en un vórtice. Los miro a todos y no hay ni uno solo que valga la pena decir wauuu, este chabón sí que me movió el piso.
–A ninguno, hijita.
–O sea, que... ¿no te enamoraste de verdad de ninguno?
–¿Sabés que no sé?
–¿Todos te trataron mal?
–Todos no, pero aún con los que terminé bien, no puedo decir que los extraño.
–Qué loco eso, eh.
Suspiro y sigo planchando. Sigo pensando. Todavía hoy, mientras escribo, sigo pensando.
Lo tiró. ¡No extraño a ninguno! ¿Eso será bueno o malo?


:·:

26 febrero 2013

Locura de amor

'Amie'by x-FuzZ | Deviantart.com
En la última salida se me planta y me dice que está re enamorada de mí y quiere venirse a vivir conmigo.

Miércoles, casi las once de la noche, suena el teléfono.
–¡Ale! –dice Jorge del otro lado. –Hola, ¡que suerte que te encuentro!
Hola, querido. ¿Qué te anda pasando? –dije yo, distraída mientras me hacía un café.
Necesito que me ayudes con algo urgente. En serio es urgente.
–¿Pero qué pasa? Me estás asustando, George.
–Se acaba de plantar en la puerta de entrada al edificio una mina con la que anduve hace dos semanas. Quiere entrar a verme a toda costa. El portero no la puede echar. Y yo no puedo salir.
–Boludo, llamá a la policía.
–¿Qué?
–Y sí. Ocupación ilegal de zaguán.
–No puedo hacer eso.
–¿Hace cuánto que está ahí?
–Desde ayer a la tarde, llegué de la oficina y cuando la vi que venía desde la otra esquina para acá, cerré la puerta enseguida. Me dijo que iba a esperar ahí todo el tiempo que fuera necesario. Y se quedó toda la noche. Esta mañana de pedo el portero me dijo que no la vio y aproveché para salir, pero al rato volvió. Cuando llegué otra vez, toda una escena. Un Oscar a la mejor actuación dramática.
–¿Y qué le hiciste para que esté así? Si se puede saber.
Resopló. O suspiró. Y luego dijo:
–A ver, salimos, cogimos un par de veces, y en la última salida se me planta y me dice que está re enamorada de mí y quiere venirse a vivir conmigo. Le dije que ni en pedo, yo no quiero saber nada, ¡si apenas la conozco! Me dijo que el poder del amor era más fuerte, y que por amor era capaz de hacer cualquier locura. Y así estamos.
–Y digo yo, ¿por qué no sos hombre y bajás a decirle que se mande a mudar?
–¿Que pretendés, que la cague a gritos y la mande a cucha como si fuese un perro? Además, me ve y llora, se encapricha, se me arrodilla, se me agarra de la pierna. Ya me mandó como treinta emails y dejó otros tantos mensajitos en el messenger. No, boluda, no sabés lo que es. Está para el chaleco.
–Entonces con más razón, bolastristes, llamá a la policía.
–Escuchame, ¿no podés venir a hablar vos con ella? A lo mejor la hacés razonar...
–¿Qué? –y me reí a carcajadas. –Nah, vos estás mal.
–Si no se va de ahí, me voy a tener que quedar encerrado mañana, y pasado, ¡y quien sabe cuánto más!
–Jodete, te pasa por no tener cojones cuando hacen falta.
–En serio, boluda.
–En serio vos, boludo.
–No es cuestión de cojones. ¿Qué hago, la recontraputeo o le meto una piña? No, no soy esa clase de tipo. No quiero hacerle más daño. Pero tampoco puedo razonar con ella. 
Esta vez resoplé yo. Eché una cucharada de café instantáneo en la taza y luego agua caliente despacio, muy despacio.
–Georgie, somos amigos y yo te quiero mucho, pero no como vidrio. La situación está delicada como para que yo intervenga. ¡Mirá si se me viene encima con un cuchillo o tiene un revólver, o algo así! No, ni hablar. Además, mirá la hora que es, mi nena ya está dormida, no puedo irme así como así...
Otra vez el suspiro o resoplido del otro lado del tubo. Eché dos cucharadas de azúcar y revolví lentamente.
–Haceme caso, llama a la cana, y que sea lo que Dios quiera. Pensá que si la loca logra, de alguna forma, entrar al edificio, o se hace campamento en el palier, o te inunda todo el cuarto piso llorando; o peor, te tira la puerta abajo. Ahí sí que vas a estar bien jodido, eh.
–¿Vos decís?
–Nunca subestimes a una mujer despechada.
–Ok, ok. Bueno. Corto y llamo a la cana. ¿Te quedás despierta un rato más?
–Sí, un poco más puedo...
–Porfa, quedate despierta y esperame. Chau.
Cortamos. Me quedé con el teléfono cerca, pensando que llamaría para contarme como fue el desenlace de la historia. Pero una hora y media después suena el timbre de la calle.
Era Jorge. Lo vi por la ventana, parado frente al portón de entrada con un bolso y la jaula del gato.
Estaba algo pálido. Lo hice entrar, le di un café, me contó que en efecto llamó a la policía, que un patrullero apareció a los pocos minutos y se la terminaron llevando. Quien sabe si por cansancio o resignación, la loca de amor puso una resistencia mínima. Luego de eso, él sintió una mezcla de culpa y miedito, y no quiso quedarse solo. Y así fue que se vino a casa con su gato Mozart y ambos se quedaron con nosotras desde ese miércoles de madrugada hasta el domingo a la tarde. Ese día me quedé yo con él en su departamento para que estuviera tranquilo, convenciéndolo que la loca seguramente ya entrado en razón y no volvería a molestar. Cenamos milanesas con ensalada, miramos una peli y después a hacer noni.
Ya acostados los dos en su cama, se abraza a mí y me da un beso en la frente.
–Gracias, amiguita.
El gato trepó y buscó un lugar cómodo al lado mío. Acaricié el lomo del felino y girando un poco la cabeza hacia mi interlocutor, dije en voz baja:
–De nada, zoquete.


04 febrero 2013

El método infalible

'Where is my drier?' by sliwka91 | Deviantart.com
Me pasó otras veces con otros tipos, y con todos apliqué el mismo método. Funcionar, funciona. 

–Ah no... Me quiero matar, darling. –me dice Lalo, con cierto temblor en la voz, mientras me pasa nerviosamente el cepillo por el pelo y me mira a través del espejo.
–¿Que pasa? –pregunto, extrañada ante tan repentino cambio de humor.
No hizo falta explicar mucho. Una mujer alta, de pelo largo rubio y cuidado maquillaje, transita el pasillo con la mirada fija y una enorme sonrisa. Al caminar, taconea de tal forma que a su paso todos frenan, se corren, sacan los pies.
La dama en cuestión abraza efusivamente por el cuello a Lalo, le da un beso muy cercano a la boca y le dice que lo espera para que la atienda. Éste la mira como si viniera una granizada.
–¿Qué onda con la Graciela Alfano? –dije yo entre risas.
–No te rías, boluda; esa mina está atrás mío y no me deja en paz, no la soporto.
–Pero, ¿sabe que vos...?
–Sí, sabe que soy puto. Pero se le metió en la cabeza que me quiere voltear para enderezarme las ideas.
–Uh, medio obsesiva.
–Sí, si la mirás con un solo ojo. Estaba casada con un empresario, se divorció, le ganó un juicio millonario y ahora se dedica a vivir la vida. Y así como la ves, mami, está aburrida y necesita un juguete.
–¿Y dónde la conociste?
–La recomendó una clienta que viene siempre. Pero apenas vino, me vio, y a los diez minutos ya me estaba invitando a cenar a la casa, que me pasaba a buscar en el auto y yo que sé. Obvio le agradecí pero le dije que no. Después volvió, y siempre volvía a la carga hasta que le dije, mirá no sé qué querés conmigo pero yo soy gay. Se ríe y me contesta: "ay tontito, eso porque nunca conociste una mujer de verdad como yo; probame y vas a ver la diferencia".
Yo me empecé a reír a carcajadas y miraba de reojo a la señora en cuestión, a la que ahora le estaban lavando el pelo.
–¿Cuántos años tiene?
–Cuarenta y tres. Posta, Deborah le vio la cédula cuando pagó con la tarjeta.
A Deborah, la hermana mayor de Lalo y administradora del negocio familiar, no se le escapa ningún detalle.
Tenía que admitir que estaba impecablemente cuidada para la edad que tenía. Se notaba que pasaba varias horas al día en el gimnasio, que se había operado las lolas e incluso colágeno en la boca. La típica "dama" rubia y liberal, le faltaba el perrito faldero.
–Yo no quiero ser grosero, viste, –continuó hablando Lalo, mientras hacía sonar las tijeras en mi nuca. –pero no sé cómo sacármela de encima. Es pesada como mosca de verano. La típica mina que no acepta un "no" como respuesta y cree que todo tiene un precio. Yo no me vendo, ¡no soy un peceto, che!
Luego de una pausa, dije:
–¿Sabés qué, Lalo? Tendrías que darle bola.
–¿Qué? ¡Nah! –dijo, mirándome a través del espejo con los ojos enormes.
–Sí, papucho. Dale bola. Decile que sí, andá a cenar a la casa, andá que te compre pilchas en el shopping, que te lleve a Mardel el fin de semana. Disfrutá la joda. Cuando vea que no se te para porque sos puto y no hay vuelta que darle, se va a cansar y va a apuntar para otro lado.
–¡Eso sería como regalarme! Y no, my dear, no, tengo mi orgullo.
–Probá el método de darle bola. A mí, me dio resultado... –dije, encogiéndome de hombros.
–¿Qué? ¿Con quién? ¡Contame ya!
–Con un conocido de mi ex, que tenía una agencia de publicidad. Nos cruzamos de casualidad en un evento. Era re simpático y yo, como una boluda le di mi tarjeta, y no paraba de tirarme los perros. Me mandaba flores a la oficina, me llamaba a cada rato, me mandaba mails. Yo todo bien, el tipo no era feo pero no sé, viste, no era mi onda, ¿entendés? Un día alguien me dijo, "si querés que un tipo te deje de acosar, acostate con él y santo remedio". Así que, le acepté la cena, le acepté los tragos, y a la hora de los bifes la cosa no anduvo...
–¡No me digas!
–Y sí. Me lo veía venir. Cuando tenés todo lo que querés así tan fácil, ¿qué te queda? Nada. Te compraste el kilo de matambre y te diste cuenta que no tenías hambre. Y fue tal cual eh, nunca más jodió, dejó de llamar, dejó de mandar mensajes. Nos cruzamos en otros eventos pero ya me saludaba como a una colega de trabajo y nada más. Me pasó otras veces con otros tipos, y con todos apliqué el mismo método. Es infalible. Funcionar, funciona. 
Lalo se quedó pensativo mientras retocaba la parte delantera. Me secó, me puso un poco de gel, me moldeó el corte y luego dijo:
–Si decís que funciona, yo pruebo. Total, nothing to loose. 
–¡Ése es mi tigre!
Ni bien me levanté del sillón, la dama lo ocupó sin perder un solo segundo. Me despedí de Lalo, que me miró con un leve gesto de resignación. Dio media vuelta y puso su mejor onda para atender a la diva, emocionada como una jovencita a punto de probarse el vestido de quince.

Una semana después, recibo un llamado en la oficina a primera hora:
–Tenías razón, bruja. –dijo Lalo, emocionado. –Salimos durante la semana y cuando vio que la cosa no iba ni p'adelante ni p'atrás, se resignó como una lady y dijo que lo nuestro era imposible. Pero me contó Deborah que hoy la vio revolotear atrás del profesor de Yoga del gym. ¡Puf!
–Viste. El que sabe, sabe...
–Y el que no, es estilista. Sos una genia, I love you, darling.


27 enero 2013

La caballerosidad ante todo

'Gentleman Caller' by BurlapZack | Deviantart.com
Para llegar al corazón de una chica en la primera cita no hacen falta flores ni chocolates ni restaurantes caros

Si hay algo que los hombres deberían considerar muy seriamente en una primera cita no es la pilcha ni el perfume ni la billetera: es la caballerosidad. Así es, muchachos. La caballerosidad ante todo. Que te haya aceptado la salida es apenas una mínima parte de tu éxito, sea cual sea tu intención con la señorita. De la misma forma que un tigre no se hace manso con solo tirarle un churrasco, con las mujeres pasa algo parecido; claro, a menos que ella esté visiblemente en liquidación por cierre, así que de ésas no voy a hablar porque es obvio. Hablo de las chicas que valen la pena. La cosa hay que trabajarla a fuego lento y aquí el galanteo, la simpatía y el intercambio son fundamentales.

Me acuerdo de haber salido una vez con alguien que no conocía personalmente. Sí nos habíamos visto en fotos y habíamos chateado muchas horas. Era licenciado en no se qué de literatura y además escribía, por lo tanto amaba los libros, y alguien que ama los libros no puede ser tan malo, ni mucho menos aburrido. Nos citamos en una librería en Recoleta y curiosamente ese día yo fui puntual y lo había esperado casi veinte minutos, merodeando la isla de libros de filosofía y esas yerbas. Él llegó, me vio con un libro de Noam Chomsky en la mano y empezó a hacer una crítica al trabajo del mencionado, hasta que en un momento corté el monólogo en seco y dije:
–¿No me vas a saludar con un "hola", como todo el mundo?
Se quedó sorprendido. Llegó y ni siquiera unas palabras amables tales como "uf me demoré, disculpame / que linda estás / ¿esperaste mucho?". En fin.
Caminamos un par de cuadras por la vereda del cementerio hasta un café tranquilo. Él hablaba de no me acuerdo qué, e iba caminado al menos tres o cuatro pasos delante mío. Largué la segunda estocada:
–¿Te molesta si caminamos juntos? Es sábado, ¿cuál es el apuro?
Otra vez puso cara de circunstancias, como si le hubiese dado un cachetazo, y caminamos en absoluto silencio hasta que llegamos a un lugar que nos pareció lindo. Nos sentamos en las mesas de afuera porque la noche estaba fresca pero agradable. Luego que nos trajeran el pedido, intercambiamos algunas palabras. No preguntó a qué me dedicaba ni de qué signo era, ni nada que lo aproxime a conocer algo de mi persona. No. Empezó a hablar algunas incongruencias al principio y luego contó una historia de la cual sólo cazé un treinta por ciento, debido a que su tono de voz monocorde era difícil de seguir auditivamente, y para colmo en la mesa de al lado había un grupo de personas que hablaban en tono alto y demasiado claro. Y sí, lo que se hablaba en la mesa de al lado era mucho más entretenido.
Miré el reloj. Nos citamos a las 23 hs, él llegó 20 minutos tarde, ya son casi las 2 de la mañana y este tipo no paraba de hablar... Bostecé y dije:
–Sabés, creo que me voy yendo a casa, me duele la cabeza.
Y ni bien termino de decir eso, se me lanza encima como una fiera y pretende darme un beso.
–¿Qué hacés? –le digo.
–¿No te gusta que te besen?
–Me encanta. Pero no así.
–¿No dijiste que yo te gustaba?
–Sí, lo que no me gusta es tu actitud.

Me puse de pie y empezamos a caminar hacia la avenida. Otra vez, el señor iba varios pasos delante mío. En la esquina de Las Heras y Callao se me planta y me dice qué fue lo que me cayó mal de él.
¡Que pregunta!
Y empecé a enumerar:
–Llegaste tarde y te pusiste a dar una clase de semiótica sin siquiera haberme saludado antes. Tenés la camisa arrugada y los puños sucios. Caminás delante mío y no te fijás si estoy o me pisó un bondi. Hablás sin que te importe si la otra persona también estaba hablando o si al menos te está escuchando. No preguntaste por cortesía absolutamente nada sobre mí. Y para rematar, te me tiraste encima sin ninguna delicadeza o galanteo previo.
–¡Ah, bueno! ¿Algo más?
–Sí. Te comés las uñas. ¡Yuhg!

Se sintió ofendidísimo, dijo un par de estupideces inteligibles, dio media vuelta y se fue. Me dejó ahí parada en la esquina, dos y media de la madrugada. La hubiese remontado un poquitito con un "bueno todo bien, te llevo a tu casa en taxi" o al menos el económico "te acompaño hasta la parada del bondi".
Nada.
Me reí, me puse los auriculares y decidí caminar Callao cuesta abajo, para respirar aire fresco y aliviar el dolor de cabeza. Además, era una noche hermosa como para desperdiciarla así. Pasé por una heladería y me compré una barrita cubierta de chocolate que me terminó de alegrar el paseo.
Llegué a casa y le di una última mirada a mi Facebook. El susodicho, ni lerdo ni perezoso, desapareció de mi lista de amigos e incluso me bloqueó. Que bueno, me ahorró el trabajo.

Ahora saben, señores, que para llegar al corazón de una chica en la primera cita no hacen falta flores ni chocolates ni restaurantes caros. Empiecen por usar ropa limpia, ser educados, ubicados y galantes.

Y no se coman las uñas.

:·:

18 enero 2013

Diálogo entre Ella y Él

'it's not your cup of tea' by ~lostinnebula | Deviantart.com
Antes convidame una aspirina así se me pasa el dolor de cabeza... Tenés, ¿no?

Escena: Ella está aburrida y lo llama a Él. Él casualmente está solo y la invita a visitarlo.

El: Que bueno que viniste, ¿tardó mucho el bondi?
Ella: Y sí, un poco. Lástima que no me fuiste a buscar.
Él: Tengo el auto en el taller
Ella: Hace dos meses que está en el taller...
Él: Sí bueno, es algo del motor, medio complicado por el tema de repuestos.
Ella: (sentándose en el sillón) Uf, ¡qué calor! ¿Tomamos una cervecita?
Él: Ehmm, no tengo, se acabó...
Ella: Bueno, ok... Pero preservativos tenés, ¿no?
Él: (desperezándose) Uh no, sabés, no compré, me olvido.
Ella: Bueh, no importa, yo siempre tengo en la cartera.
Él: ¿Siempre?
Ella: Y sí, hay que estar preparada, nunca se sabe lo que puede pasar.
Él: (cara de winner) Vamos a mi pieza.
Ella: No esperá, antes convidame una aspirina así se me pasa el dolor de cabeza.
Él: (cara de sorpresa) Ah...
Ella: Tenés, ¿no?
Él: No.
Ella: Bueno, ¿un cigarrillo?
Él: No, tampoco. Se me terminaron hace una hora.
Ella: (con fastidio) Sabés, mejor me voy a casa.
Él: ¿En serio?
Ella: Sí, en serio. ¿Bajás a abrir?
Él: Fijate si está el portero, me da fiaca bajar.
Ella: ¡Oookk! ¡Chau!
Él: Chau, me... ¿me mandás un mensajito si andás por acá otro día? ¿Así nos vemos?
Ella: (con sarcasmo) ¡Sí, claro!

Pensamiento de ella: ¡Que rata por dió! ¡Nunca más algo con este pelotudo!

Pensamiento de él: Se hace la difícil pero está muerta conmigo, jeje

Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia... o tal vez no.

:·:


13 noviembre 2012

La camisa de la suerte

Everything you say is fire by *LukasSowada | Deviantart.com
Ni con todas la palabras del mundo podría (y eso que él era escritor) describir el amor que le tenía a esa prenda. 

–Gordi, decime la verdad de una vez, ¿no te gustó la camisa que te regalé?
El Gordi, levantó la mirada de la pantalla de la computadora, y la miró por encima de sus lentes redondos estilo John Lennon. Chasqueó la lengua y dijo, volviendo a su tarea:
–¡Ah! No digas tonteras, negri. 
–No te gustó.
–Sí me gustó.
–Pero no te la ponés nunca.
–¿Cómo que no? Me la puse la semana pasada que fuimos a comer con tus viejos, ¿o no?
–Sí pero...
–¿Pero?
–Ayer vi que te etiquetaron en Facebook, en el estreno de la obra de teatro de tu amigo. Tenés puesta la misma camisa horrible de cuadritos azules.
–Ehmmm... sí. 
–Y en el evento homenaje de la semana pasada también la tenías puesta.
–Sí...
–¡Y el día que te hicieron la entrevista para el canal cultural también la tenías puesta! ¡Da vergüenza ajena! ¡Como si no tuvieras pilchas decentes que ponerte, andás hecho un hippie roñoso, por dió!
El gordi se rascó la cabeza y puso cara de circunstancias. La negri volvió al ataque:
–Pensé que ese color te gustaba, además es de buena marca, no es berreta... ¿Por qué insistís en ponerte esa camisa chota? Tiene mil años y ni ste abrochan los botones.
–Sí me abrochan. –se defendió el Gordi con el ceño fruncido.
–Seh seh, te abrochan, pero te sentás y salen volando como misiles, capaz que dejás tuerto a alguno.
–Bueh, no jodas...
–En serio, te digo, hacé algo con eso porque un día me voy a calentar mal y la voy a meter en una bolsa con toda la ropa para donar.
–¡Ni se te ocurra, eh! –dijo el Gordi, algo preocupado por la amenaza.
La negri se terminó el café, dejó las tazas en la pileta de la cocina, guardó su netbook en el bolso y se fue, no sin antes despedirse cariñosamente del Gordi.

Él se quedó un par de horas más escribiendo. Cuando lo venció el sueño, apagó todo y se fue al baño a lavarse los dientes y ponerse el piyama. Frente al ropero, se dispuso a preparar la ropa que se pondría al día siguiente para ir a una muestra de arte. Preparó el pantalón, los borcegos, un par de medias y una remera blanca lisa. Y miró el sector donde guardaba sus camisas. Sacó la famosa camisa de cuadritos azules, prolijamente colgada en una percha forrada de gamuza bordó.
La miró unos segundos. Es cierto que ya estaba viejita, algo raída en el cuello y los puños, y estaba pidiendo a los gritos pasar a retiro. Pero el Gordi se resistía. Ni con todas la palabras del mundo podría (y eso que él era escritor) describir el amor que le tenía a esa prenda. Si quería que un proyecto saliera bien, o si quería una entrevista, cerrar un contrato, tenía que usar esa camisa. ¡Si hasta el día que le presentaron a la Negri la tenía puesta!
"Cada vez que me la pongo me pasan cosas buenas. Qué se yo. Suerte, cábala, comodidad. Las minas no entienden nada. Ellas porque tienen doscientos pares de zapatos, trescientas remeras, cuatrocientos pantalones, y quichicientos corpiños de todos los colores inimaginables. ¡Y nunca les alcanza!".
Miró también, la camisa nueva que ella le regaló. La sacó del perchero con la otra mano. Era canchera, de color beige con finas líneas blancas, de tela suave y con olorcito a nuevo.
Levantó las cejas y miró la camisa de cuadritos azules. Luego a la nueva. Y de nuevo la vieja.
La camisa nueva volvió a su lugar en el ropero, y la favorecida camisa de la suerte en la silla junto con el resto de la ropa. Suspiró y se metió en la cama.
"En fin, ninguna mina lo entendería. Y dicen que los hombres no sabemos nada del amor."


:·:

19 agosto 2012

Historia de un amor enredado y un final inesperado

Mike (Michael Prochnow) and me
"En ese preciso instante, todo parecía perfecto. Era el final de un cuento de hadas, la culminación
de un amor que nació en la distancia. Pero no, ese sólo fue el comienzo de una enredada historia...
"


“Recordar es fácil para el que tiene memoria, olvidar es difícil para quien tiene corazón.” 
Gabriel García Márquez



Después de una larga ausencia, he decidido retomar las riendas de este Blog. Quienes me siguen por Facebook, saben bien el porqué y otro detalles que no vale la pena explayar aquí. Pero al fin y al cabo, se trató de una extraña, enredada, bizarra y entrañable historia de amor. Una historia a la que no le faltó nada: romance, magia, suspenso, drama, acción, espionaje, interrogatorios y un final inesperado. Todo sucedió aquí, en mi Buenos Aires querido.

He pasado de no creer en el amor a creer fervientemente, he pasado de no esperar nada a esperarlo todo, he pasado de la sospecha a la sorpresa, de la sorpresa a la decepción, de la decepción a la furia, de la furia a la melancolía, y de la tristeza a la alegría nuevamente, ¡en apenas dos meses!

Así es que la vida constantemente nos da lecciones. Quien quiera aprender, que aprenda. Quien quiera olvidar, que olvide. Aprendí a los golpes, pero olvidar no puedo, porque viví cosas muy lindas con él. Fue mi compañero, mi amor, mi adicción, Michael, mi Mike hermoso. Durante ese tiempo me hizo feliz, creyendo que alguien del otro lado del planeta (en Alemania, precisamente) pensaba en mí. Casi como un cuento de hadas, él fue mi rey, pero nuestro castillo era de naipes, construido sobre mentiras, palabras falsas e ilusiones traicioneras, y se desmoronó en poco tiempo. Y yo, me quedé sola, derrotada, con la peor de las angustias que una mujer podría tener: el despecho. Pero, para bien o para mal, esta historia ha marcado mi vida. Esta historia me dice quién soy, dónde estoy, quién debo ser y dónde debo estar.

Una reina no llora a su rey, a menos que esté muerto. Y en cierta forma, mi Mike, el hombre que yo conocí (o creí conocer) se murió en mi corazón.

Pero mi corazón, roto una vez más, encontró entre las cenizas la joya más valiosa de todas: la inspiración que me estaba faltando.

El sol ha salido. Un pájaro canta desde mi balcón. He vuelto a escribir.

Este va a ser un día maravilloso.


A Michael Prochnow, mi hermoso (Obertshausen, Germany)
:-:

13 mayo 2012

Angelitos


Sister, Brother by *jensenns | Deviantart.com »

–Sabés... Necesito contarte algo.
–me dijo él, misteriosamente. –Vamos a pedir un café para llevar en el Automac, así podemos hablar en el auto.
–Pero podemos bajar y sentarnos tranquilos en una mesa, –repliqué yo. –a esta hora no hay gente.
–Es que no quiero que nadie más me escuche. Es importante.

Y vi su mirada casi suplicante. Algo lo estaba carcomiendo por adentro y necesitaba contárselo a alguien.
Se llamaba José María y lo había conocido dos horas antes en un seminario para periodistas y redactores, eventos a los cuales mi jefe siempre insiste en llevarme con la esperanza de que encuentre a alguien interesante para salir. No entiende que mi soledad y yo nos estamos llevando de maravillas últimamente.
Suspiré y accedí. Bajamos, hicimos el pedido y volvimos al auto. Puso música bajita, y luego de sorber un par de veces su café, aflojó tensiones y empezó a hablar.

"Durante cuatro meses salí con una chica que conocí en uno de esos sitios web de citas. Claudia se llamaba. Administrativa, divorciada y con tres chicos. Buena mina, cariñosa, pero a veces me hacía sentir atrapado en la relación. Me di cuenta que se me estaba yendo de las manos cuando empezó a insistir en presentarme a los hijos y que yo le presentara al mío, a los amigos, a la madre. O sea, todo bien, pero yo no quería esa formalidad, ser «el novio oficial». Sí quería una relación, pero no así, más abierta, más relajada, ¿entendés? Bueno, en ese tiempo conocí otra chica, me cayó bien, me hacía sentir menos presionado, y tuve que tomar la decisión más difícil: con cuál de las dos me quedaba. Me decidí por la última, porque era más joven, no tenía hijos y viajaba seguido por trabajo, eso me liberaba de la responsabilidad de marcar horarios y dar explicaciones. Llegó el día y se lo dije a Claudia, lo mejor que pude claro, y le dio un ataque de histeria. Ojo, que no era mi intención lastimarla, pero ponete en mi lugar: con las dos no podía salir porque iba a ser para quilombo, así que decidí cortar con lo sano con una de ellas. Y bueno, le tocó a Claudia. Fue muy estresante. Me llamaba a cada rato, me lloraba, me pedía explicaciones, en qué se había equivocado, buah buah. Ay, le tuve que bloquear los teléfonos, el email, el messenger, porque me estaba volviendo loco.
Una semana después de esto, me llaman de la recepción de mi trabajo, que me buscaban. Cuando bajé, vi a dos chicos. Dos chicos, con ropa de colegio. No entendía nada.
–¿Vos sos José María? –dijo la nena, la mayor de los dos. Ahí la reconocí: era la hija de Claudia, la del medio, me di cuenta por las fotos que tenía en la repisa. Le dije que sí, y me habló con un aplomo de matón profesional y una mirada que me puso la piel de gallina:  
–Le rompiste el corazón a mamá. Muy feo.
En un instante, no sé ni cómo, metieron las manitos en los bolsillos, y me tiraron una especie de bombitas como ésas que usan en los juegos de paintball, ¿viste? color azul y rojo. Me quise morir, ¡me arruinaron la ropa! Cuando reaccióné, ya estaban poniendo los pies en la vereda, caminando lo más campantes hacia la esquina. En eso viene el de seguridad, y me dice si quiere que agarre a los mocosos. No, le dije yo, ¡si son chicos! ¿qué vas a hacer, meterlos en cana? Dejalos, seguro quieren que ahora llame a mamá para contarle lo que hicieron, pero a mamá no la voy a llamar. Obvio que todos los que estaban en ese momento en la recepción me miraron y se cagaron de risa. Yo me tuve que hacer el idiota y quedarme el resto del día con el traje manchado de tinta roja y azul. Imaginate qué papelón. Bueno, eso fue un lunes. El jueves, llego al departamento, abro la puerta y siento que algo viscoso se me cae encima. Enciendo la luz. Tinta roja. ¡Pero la puta madre! En ese momento justo el vecino de al lado abre la puerta y sale con el perro, se pegó un susto bárbaro, pensó que era sangre. Le pregunté si había visto a alguien, y me dijo que no y se fue, mirándome como a un loco. Le pregunté después al encargado, a la vecina de enfrente, en fin, nadie había visto nada. Chicos con demasiado tiempo libre y ganas de joder, pensé que era mejor ignorarlos, en algún momento se iban a cansar.
El sábado, estaba por salir a buscar a mi hijo, cuando quiero abrir la puerta, estaba trabada. Como un boludo metí la llave en la cerradura y se quedó trabada. Por el olor, me avivé que alguien había sellado con silicona todo el borde de la puerta y que metieron algo en la cerradura que la dejó trabada por completo. Tuve que llamar a mi ex, decirle que iba a llegar un poco más tarde. Después, llamar al cerrajero, que después de cobrarme una fortuna se me rió en la cara. Le di unos mangos extra al portero para que abra bien los ojos y se fijara quien entraba o salía del edificio, porque si llegaba a verlos yo a los pibes de Claudia con las manos en la masa, los mandaba directo a la correccional de menores.
Lo peor vino después. No sé cómo, te juro que no sé cómo, me empezaron a caer emails con mi misma dirección diciéndome que le pida perdón a Claudia por hijodeputa. ¡Como si yo mismo me los hubiese mandado! Le pregunté al gerente de sistemas, me dijo que había programas que podían hacer eso pero que era difícil rastrearlos y sarasa sarasa. Já, ese gordo estúpido nunca te soluciona nada. Días después, miré mi perfil en el sitio web de citas que te conté, ¡me habían cambiado todo! Decía que era un garca, un inmaduro, que tenía el pito corto, bueno en fin, te imaginarás. No te rías. Después, me empezaron a caer mensajes de mi novia mandándome a la mierda. ¿Pero por qué? Porque, me decía, se enteró que yo le mandé un mensaje a la amiga queriéndomela levantar. Pero no fue así, ni siquiera conocía a la amiga. Me quedé pensando, ¿podían tres pendejos usurpar la entrada a mi edificio, mi email, mis perfiles, y ahora mi número de teléfono como si nada? Me dio un ataque de paranoia. No podía dormir, escuchaba ruidos, los imaginaba haciéndome alguna chotada. Me sonaba el teléfono o el celular, me daba miedo atender porque a veces era gente que no sabía ni quien era pero que me estaban devolviendo llamadas que no hice, otras veces no contestaba nadie. Llegaba a casa casi con miedo. Mi hijo me preguntaba si estaba bien, aunque trataba de disimularlo, cada vez me costaba más. Estaba irritado todo el tiempo, preguntaba veinte veces antes de que me pasaran llamados. Un día me llamaron de Recursos Humanos y me aconsejaron que viera a un psiquiatra. Ahí dije, basta. Esto se tenía que acabar.
Fui a casa de Claudia, directamente. Me atendió ella, me miró como con sorpresa y desdén. Ahí le pedí perdón, le dije que los hijos me estaban volviendo loco con sus bromas pesadas y que quería terminar con todo eso. Primero, me miró como a un lunático. Después, me metió un cachetazo. ¡Sí, un cachetazo! Me dijo bestia, cómo me atrevía a acusar así a sus hijos, angelitos de Dios los tres, que jamás se atreverían a molestar a nadie, y que me iba a denunciar por acoso si seguía hablando esas barbaridades. En eso tenía razón, no tenía pruebas. Eran ellos contra mí, y me habían ganado. Me fui. Me subí al bondi y dese la ventanilla los vi, juro no sé si fue real o aluciné, a los tres chicos parados en la esquina, mirándome. El bondi arrancó en ese instante, y los tres me hicieron así con las manos derechas, la señal de la paz.
Y santo remedio. Se terminaron las jodas, los emails, las llamadas. Decidí dar de baja mi perfil de ese sitio web de citas. Desde entonces, no salí más con nadie. Le dediqué más tiempo a mi hijo, ahora voy a buscar todos los días al colegio, vamos juntos a clases de tenis, fútbol, al cine...
Pero, esperá. El sábado pasado algo me dejó los pelos de punta. Mi hijo se estaba bañando y le llegó un mensaje al celular. Se lo miré, porque a lo mejor era mi ex preguntando a que hora llegaba a la casa y ya veníamos bastante retrasados.
El mensajito venía de un tal Gonza, y decía esto: "hola Nano, me alegra q andes mejor c/tu viejo, mi mamá bien y de novia otra vez, al final salimos ganando todos jajaj - abrazo".
–Y que te sorprendió de ese mensajito. –dije yo, por fin.
Él se terminó todo el café y puso la mano sobre el volante.
–Que Gonzalo se llama el pibe mayor de Claudia. Y me enteré que, en efecto, ella está saliendo con alguien ahora. Cuánta casualidad, ¿no?... Bueno, vamos yendo que es tarde, te dejo en tu casa.
En el camino, me preguntó que opinaba de toda esa historia. Yo, sin ahondar demasiado en la psicología, le dije que los chicos son chicos y es normal que hagan travesuras, pero que detrás de esas trastadas nos están queriendo decir algo, nos están llamando la atención; no hay que subestimarlos.
Me preguntó si yo tenía hijos. Le dije que tenía una hija de ocho años, y que si bien era una nena muy buena y dulce, una vez se mandó la guarrada de meterle caca de perro en el bolsillo del saco a un novio que yo tenía por el simple hecho de que no le había caído para nada simpático.

Cuando llegamos a la esquina de casa, se despidió como un buen amigo. No me pidió un beso, o mi teléfono, o de vernos otro día para tomar un café ni nada parecido.
Imaginé que el pobre Cristo iba a cargar con esa cruz durante un largo tiempo. Qué terrible.


 :·:

19 marzo 2012

Diez preservativos

colorfull world by ~cannibalubz | Deviantart.com »
Esto me pasó, hace mucho tiempo, en el supermercado que está en la esquina de Rivadavia y Carlos Pellegrini. En ese entonces estaba casada y trabajaba cerca de ahí, por lo que solía pasar después de mi horario de trabajo para hacer las compras en un solo lugar antes de ir a casa. En esa vuelta compré un poco de todo, y de pasada por la góndola de perfumería vi de oferta la caja de diez preservativos. Sí, leíste bien. Preservativos, forros, condones, globitos, etc. Como les decía, estaba casada pero no estaba en nuestros planes encargarle a la cigüeña, aunque sí escribíamos cartitas con frecuencia. Bueno, se entiende, ¿no? Sigamos. Agarré la cajita y seguí mi recorrido. Pasé por caja y pagué mi compras. Paso por la puerta y... Priiin priiin priiin. La alarma antirrobos sonó descontrolada. El guardia me pidió el ticket y se puso a cotejar uno por uno todos los productos de la bolsa. Todo en orden. Pasó la bolsa y la alarma se activó de nuevo. Ahora, empezó a sacar uno por uno los productos y pasarlos por la alarma a ver si sonaba. A todo esto, ya habíamos perdido como quince minutos y el lugar empezó a llenarse de gente. Siguió pasando por el lector yogures, manteca, galletitas, jabones, sin resultados positivos hasta que de pronto, la caja de condones activó la alarma. Bingo. Con toda la paciencia, el guardia cotejó que el producto coincidiera con lo que decía el ticket, y para eso llamó a un supervisor. El supervisor miró al guardia, me miró a mí, y luego le hizo una sonrisa socarrona al guardia. Cotejó, pasó la caja por el sensor varias veces. Desde donde estaba, le gritó a uno de los cajeros si no le averiguaba el código. ¿Para que carajo quería el código, si el problema era que sonaba la alarma? El cajero le dijo pero a los gritos y riéndose a carcajadas, y todo el público presente se enteró de cuál era el código de la caja de diez condones de oferta y quién fue la boluda que los compró. Yo, ya estaba con ganas de ahorcar a alguien.
–Perdón, ¿cuál es la gracia? Estoy hace veinte minutos esperando mientras ustedes se divierten. ¿Qué, ustedes no usan preservativos para coger? ¿O no cogen, directamente?
–Disculpe, señorita...
–¡Soy señora! Mire, hasta tengo anillo.
–Bueno, señora, lo que pasa es que no puede pasar un producto que haga sonar la alarma.
–No, lo que pasa es que ustedes me tomaron de punto porque compré una caja de diez forros. ¡Sí viejo, cojo mucho con mi marido! ¿Y qué? ¡Ahora quiero asentar mi queja con el encargado!

Ni falta hizo que lo llamaran, porque apareció al escuchar mis puteadas, y por suerte era mujer. Se puso al tanto del asunto, los recagó a pedos a los tres graciosos diciendo que bastaba con anotar el producto en una planilla y punto. Y luego me pidió las disculpas del caso, que mi queja iba a quedar asentada como correspondía y que no volvería a suceder. Y acotó, en voz baja y tono comprensivo:
–No hay nada que hacer; si un tipo compra forros es un capo, pero si es la mujer la que los compra, es una puta.
De más está decir que, al volver a casa, mi marido estaba encantado con la ganga, pero también se mató de risa al escuchar mi anécdota. En fin, hay que tener los cojones bien puestos para aprovechar una oferta de ese calibre y aguantarse las bromas.

Igual, al día de hoy nadie me sacó lo bailado. Con y sin forro.


^_^

27 diciembre 2011

Hablé con Jesús (II)

'Eat' by poezja | Deviantart.com »
–Ay Jesús, –dije yo, con las manos cruzadas en el regazo. –es terrible el sacrificio que tengo que hacer. La verdad que me agota. A veces pienso, no vale la pena, total a quien le importa. La gente siempre habla mal al fin y al cabo, hagas lo que hagas. Pero a veces digo no, no tengo que abandonar, tengo que seguir, levantarme una y mil veces, no parar... No sé cómo explicarte. Y aunque supiera, no me entenderías. ¡Ah!, los hombres no saben nada de eso.
–A los hombres también les pasa. –me dice, impasible.
–Pero a cuántos...
–Muchos más de los que te imaginás.
–Los que andan en la nueva onda metrosexual, ¿no? Porque un hombre a dieta ya queda medio rarito, ¿viste? En cambio para las mujeres es un estado permanente. La dieta es un apostolado. Las únicas que se pueden dar el lujo de rebelarse contra el sistema son esas hiperflacas que comen todo lo que quieren porque nunca engordan ni un puto gramo. ¡Que envidia!
–Te aterra el juicio del otro.

–¿Qué cosa?
–Le das demasiado valor al juicio de los demás.
–La gente, para criticar es rápida y siempre tiene mucho para decir, ¡es deporte nacional! ¿Por qué me juzgan todo el tiempo?
–¿Debería importarte?
–Si no mantengo el peso no entro en mi ropa, si no entro en mi ropa andaría en bolas por la vida, porque no estoy en condiciones de comprarme un guardarropas entero que se adapte a mis medidas. Esa es la pura verdad. La imagen es una cuestión de peso, y sino decime cuántos tipos se fijarían en una gorda antes que en una flaca. ¡Mentira eso de que prefieren un rollo a un hueso! Es un cuento para quedar bien. Te digo, tarde o temprano te empiezan a laburar la cabeza “hacelo por tu salud mi vida, te vas a sentir mejor con vos misma”, blah blah blah, y cuando te diste cuenta, estás en un gimnasio sudando
como pelotuda, a los saltos, levantando fierros, corriendo en la cinta como el hámster que corre en la ruedita eternamente para alcanzar lo inalcanzable. Y cuando llegás a bajar unos cuantos kilos, ahí llega la verdadera tortura: la de morirte por comer eso que te gusta y no poder hacerlo más de una vez a la semana. Yo digo, carajo, los científicos inventan cada gilada, ¿y no pueden inventar algo rico, nutritivo, que no engorde y no te cueste un fangote de guita?
Jesús sonrió, pero no acotó más nada. Anotó algo en su cuaderno y en eso sonaron tres campanadas a lo lejos.
La sesión con Jesús, mi psicólogo, había terminado por hoy.

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