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05 enero 2021

Como la mansa lluvia de una tarde de verano

Broken by ~pinkfairy3 | Deviantart »
Fue conocerte y sentir por dentro ese cosquilleo de extremo a extremo. No sé por qué creí, no sé por qué me pudo la idea de que, tal vez pase algo con vos...
Y pasó. Una noche juntos, una ilusión hecha realidad. Besos, caricias, amanecer de a dos juntos, como un cuento de hadas sin final. 
Pero un día, dejaste de hablarme. Miro mis mensajes, esperando encontrar el tuyo, y no. Me desespera, me deja una herida que no sangra pero tampoco se cura.
No sé por qué creí que esta vez iba a ser de verdad. Nunca voy a aprender que el amor es un malentendido.
Si mañana me dijeras una palabra, un hola o un adiós, para que así la calma llegue a mí como la mansa lluvia de una tarde de verano... 
Así, solo así, volvería a ser yo.
Yo con vos. 
O yo sin vos. 

:·:

29 enero 2018

Patas cortas

Imagen de Pixabay

Gaby se paró junto a mi escritorio con una sonrisa así de grande y me dijo:
–Linda, tengo una notita justo para vos.
A mí me tembló el puso y me dio curiosidad al mismo tiempo. ¿A dónde corno me iba a mandar mi jefe esta vez? Minutos más tarde recibí todas las instrucciones para la entrevista que tenía para el día siguiente.
Me presenté en la dirección indicada a las nueve en punto. En el zaguán toque timbre y una voz femenina me contestó por el portero eléctrico. Al poco tiempo la entrevistada me abre.
Era un poco difícil de definir. Ni vieja ni joven, ni flaca ni gorda, ni alta ni baja. Lo único que destacaba era su pelo: negro, brillante y sedoso. Estuve tentadísima de preguntarle el secreto para tenerlo así.
Nos sentamos en la sala, me invitó un café, saqué mi cuaderno y grabadora, y empecé mi trabajo. La entrevistada no era ni la actriz ni la vedette del momento, pero era bien conocida por muchas mujeres por sus valiosos servicios cuando la ocasión ameritaba.
–Mi trabajo vendría a ser una "detective de maridos". –dijo ella. –Cuando una mujer tiene sospechas, la intuición no falla. Pero cuando se necesitan pruebas, ahí es cuando yo entro en acción.
Sabía que había detectives que seguían a las mujeres contratados por los maridos, pero al revés era un poco raro. A los hombres se les perdona todo; a nosotras, muy poco.
Es un trabajo difícil, me confiesa, porque primero debe contener a la mujer que la consulta, que no llega particularmente alegre y de buen humor. Pasado el momento de la descarga, empiezan juntas a buscar pistas y atar cabos.
–En algunos casos solo se trata de celos infundados, alguna situación ambigua de coqueteo que no llega a mayores. Pero en otros sí, hay una doble vida bien disimulada.
–Y en estos casos, –pregunté. –¿qué métodos utilizás?
–Hay varios, las llamadas con geolocalización es el que más utilizo. También, con autorización de la mujer, instalamos juntas en la computadora de él aplicaciones que guardan determinadas conversaciones de email o chat, que se disparan al detectar ciertas palabras "clave". En otras, activamos remotamente el GPS del celular de él y seguimos su itinerario. Pasó también que algunos utilizaban dos celulares, el principal lo dejaban "olvidado" en la oficina y se llevaban otro cuyo número nunca se lo revelaron a la mujer. También uso mucho los perfiles falsos en sitios como Tinder y Badoo, entre muchos otros.
–Y descubriste a varios ahí, seguramente. –dije riendo.
–Sí, mantengo relativamente activos todos los perfiles con fotos atrayentes pero que parezcan naturales, y basta mirar los mensajes o explorar usuarios para encontrar al pirata que buscamos. Aparte, tengo creada una especie de red social secreta a la que acceden solo las mujeres que conozco, y si alguna tiene sospecha que está saliendo con un hombre casado o que está en otra relación, lo comunica con pelos y señales.
–¿Te tocó seguir a algún individuo disfrazada? ¿Como en las películas?
–Sí, un par de veces tuve que seguir disimuladamente al pirata y sacar fotos o filmar. Aunque tengo facilidad para pasar totalmente desapercibida y cambiar de look, éste método ya casi no se utiliza por el tiempo que lleva, y porque una foto o filmación no es suficiente prueba.
–¿Como terminan todos estos casos?
–Generalmente terminan en divorcio, separación, ruptura. En otros, menos comunes, la mujer curiosamente no hace más nada. Me paga, se queda con la información y no vuelvo a saber de ella.
–¿Llegó algún caso extremo? Que alguna mujer sacada haya corrido al marido con un hacha, por ejemplo.
–Jajajaja, no, hasta ahora ningún caso que haya salido en los policiales. La mujer una vez que conoce la verdad y la enfrentó, sabe que la violencia no sirve de nada, al contrario, le da más argumentos a él. Además, la venganza es un plato que se come frío, ¿no?
–¡Sí, tal cual! ¿Y algún ex marido desplumado que te haya querido encarar feo?
–Al principio sí, un par de veces, porque la mujer me mencionaba como testigo y aporte de prueba para el caso. Nunca más, ahora trabajo con contrato de confidencialidad y reserva, que es una garantía de anonimato para ambas partes.
–Ahora, la pregunta del millón: ¿te tocó a vos?
–Sí... me pasó varias veces, por alguna extraña razón me enganché con tipos que andaban de trampa o en otra cosa. Ahí empecé a crearme el método para averiguar eso que el hombre tanto negaba, y me dio resultado. Después empecé a utilizarlo con mis amigas, y también dio resultado. Cuando me echaron de mi último trabajo fijo, una de ellas me sugirió que use esta habilidad para ganar plata. ¿Por qué no? Si bien trabajo como programadora y desarrolladora full stack en forma freelance, también me dedico a este "emprendimiento".
–¿Cómo promocionás tus servicios?
–Mucho por recomendación personal, ésa es la idea. No aspiro a ser la emprendedora del año.
–Te digo la verdad, si alguna de mis amigas me hubiese recomendado a vos hace unos años, me ahorraba un dolor de cabeza con mi ex marido.
Nos reímos y conversamos una hora más sobre algunos casos particulares, hasta que me fui. Mientras viajaba en el subte pensé mucho, entre temas de privacidad, legitimidad de los métodos, uso de la tecnología, y la felicidad. A nadie le gusta cargar el peso de los cuernos, pero el anonimato que brinda internet, los móviles, las redes sociales, hacen tambalear lo más importante en una relación de dos personas: la confianza.
Ni bien llegué a mi escritorio, me puse a trabajar con frenesí, y después de un tira y afloja con mi jefe, titulamos el informe que saldría en la revista del domingo "Patas cortas", en el que figuraban varias notas al respecto de la confianza, y un recuadro con mi aporte.
Días después llovieron emails al correo de lectores, de mujeres que querían saber cómo contactar a esa "detective de maridos" para que las ayudara con un caso.

16 enero 2017

Mesa de mujeres III: como Thelma y Louise


–¡Hola, zorras! –saludé a todas con mi sarcasmo de siempre. Pasé entre las sillas a darles un beso a todas la que estaban.
–Qué hacés, sirenita. –dijo Rita. –¿Otra vez de mal humor?
–¡Si les cuento! ¡Me van a cagar a piñas!
–Y ahora qué hiciste... –dijo Nina, alcanzándome un vaso de cerveza.
–Tomé champán. –contesté.
Se miraron todas con los ojos abiertos.
–Vos sí que querés ver el mundo arder, eh. –dijo Vanesa, mientras se llevaba a la boca una papa frita.
–Ya sé, ya sé qué me van a decir. ¿Para qué carajos tomás si te hace mal?
–Bueno eso, justamente. –contestó Nina. –Cuando tomás champán, esa lengua bate todas las verdades, incluso aquellas que no nos contarías ni siquiera a nosotras.
–¿Y qué verdad te batiste esta vez? –preguntó Nina.
–Estaba con Bruno Díaz, ¿se acuerdan que les conté de ese tipo? Un divino. Bueno... nada, fui a cenar a la casa, empezamos a tomar una copita de champán. Dos copitas. Empezamos a los besos en el sofá. Le empecé a decir "Ro, Rodrigo te extrañé tanto, gordo" y... y... nada, me tuve que pedir un taxi a casa.
Carcajada general.
–¡Pero nenaaaaa! –me sacudió Nina. –¡Justo con Bruno Díaz se te ocurre hacer semajante papelón!
–¡La cagaste olímpicamente! –alcanzó a decir Vanesa sin poder parar de reírse.
–¿Todavía seguís pensando el el gordo Rodrigo? –dijo Rita, levantando una ceja acusadora.
–¡Juro que al otro día me levanté con un dolor de cabeza de antología, y ganas de tirarme por el hueco del ascensor! –dije, agarrándome la cara con ambas manos.
–¡Ya está, olvidate de ese quía! –dijo Nina, seriamente. –Y a ver si te vas olvidando de una buena vez del gordo ese bagayo, eh.
–Yo en lugar de Bruno Díaz hubiese hecho lo mismo. –opinó Vanesa. –Es espantoso que te digan el nombre de otra persona justo en ESE momento.
–Sí ya sé, pero bueno, ¡se me escapó! –me puse de pie con una mano en el pecho y dije: –¡Juro solemnemente delante de ustedes que no vuelvo a tomar un puto champán durante una cita!
Hubo más carcajadas y aplausos, incluso de las mesas vecinas. En ese momento llegó Miriam.
–Llegaste justo para el show. –le dije. –Escuchá esto: la cagué con un tipo copado diciéndole el nombre de otro. Soy un animal y no podría estar peor.
–¡Já! ¿Qué no? ¿Querés que te cuente yo? –dijo desafiante, guardando sus lentes oscuros en el bolso.
–¿Qué te pasó? –dijimos todas a coro.
–Hace dos meses que salgo con el mismo tipo que conocí de Tinder. Qué se yo, bien, simpático, un poco tímido. Intimamos un par de veces, no le funcionó el coso. A lo mejor necesita tiempo pensé, así que bueno, mejor no presionar las cosas, dejemos que fluya. El finde cumplió años mi prima y salimos con un par de amigas de ella a un boliche de Recoleta. Bien, a ver queridas mías, ¡adivinen a quién encontramos a los besos con otro flaco! ¡Ni siquiera con otra minita, eh! ¡Con otro flaco!
Esta vez no hubo risas generales sino mandíbulas cayendo al suelo y ojos enormes como disco de arado.
–Así es, amores. El tipo que me gusta resulta que patea para los dos arcos. ¿Y vos decís que estás mal, boluda? Vení, vamos juntas a tirarnos con el auto por un barranco como Thelma y Louise antes que nos atrape la desgracia. –Palmeó con fuerza la mesa tres veces y exclamó: –Bueno chichis, retroceder nunca, rendirse jamás; basta de amarguras. ¡Mejor brindemos por nuestras mejores conquistas! ¡A ver, les cuento que estoy por cerrar una licitación importante para la empresa! ¿Y ustedes?
–Mi hijo mayor se sacó un 10 en matemática. –dijo Rita.
–La perra por fin aprendió a no mearse en el comedor. –dijo Vanesa.
–A mí me pagaron un retroactivo que me estaban debiendo. –dije yo.
–Me estoy comiendo a mi profesor de yoga. –dijo Nina, arqueando las cejas, y con una enorme sonrisa hizo sonar los vasos de las demás, que la quedamos mirando boquiabiertas, con una mezcla de incredulidad, alegría y un ¡qué hija de puta!

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12 diciembre 2016

Hablé con Jesús: bondi fuera de servicio

 Amour d'enfance by D4Ybe >> DeviantArt.com

–No sabés, creo que voy a entrar en crisis en cualquier momento.
Jesús asintió levemente y levantó las cejas, señal que me habilitaba a soltar la catarata de palabras que tenía acumuladas para decir:
–Hace unos meses empecé a salir con un tipo. Amigo de mis amigos. Todo bien mientras la cosa se mantuvo en el Whatsapp. Nos juntamos un par de veces para tomar algo y hubo química explosiva. Con ese antecedente, pensamos que bien valía la pena que lleváramos las cosas al siguiente nivel. Y ahí se cagó todo. ¿Podés creer? No reaccionaba...
–¿No reaccionaba? –dijo, sin comprender.
–No. El... el coso... ehmmm.. el bondi, ponele, estaba fuera de servicio. No levantaba.
Jesús pensó unos minutos y con un gesto comprendió lo que estaba queriendo decir con tanta vuelta: impotencia.
–Bueno, a ver, –dijo acomodándose los lentes. –no es raro, le suele pasar a muchos hombres y me consultan mucho por eso. ¿Qué edad tiene?
–Cumplió cincuenta hace dos meses.
–La edad es otro factor importante. ¿Bebieron algo de alcohol?
–No, solo café con tostadas.
Hizo una pausa y anotó algo en su libreta.
–Soy un desastre, ¿no? –dije, ansiosa.
–No, no. –dijo con toda tranquilidad. –No dejes que esto te afecte. Teniendo en cuenta esto que te comenté antes, sumando la edad, la ansiedad, el estilo de vida, ciertos medicamentos, etc., suelen jugar malas pasadas. Y por otro lado, vos sabés bien cómo es tu personalidad.
–Sí, soy mitad sirena y mitad camionero. 
–Tenés una personalidad muy fuerte, tu rol de alfa está bien definido y se nota, a pesar tuyo. Para aquellos que son un poco más débiles de carácter o con baja autoestima eso les choca. Una mujer que no necesita ser rescatada de su torre e incluso mata ella misma al dragón intimida a cualquier príncipe que ha crecido en una cultura machista; se da cuenta que su rol quedó chico y ahora tiene que ver la forma de ubicarse en la relación, por decirlo de alguna forma. Y vos, ¿le dijiste algo?
–No. Bueno sí, le dije que no se sintiera mal por eso, que conmigo estaba todo bien. Pero creo que fue peor. Al otro día no era el mismo, ya no más mensajes cariñosos por Whatsapp, se volvió agrio, cortante, resentido. Mis amigas dicen que no vale la pena quererlo, que es un bagayo, que debería dar gracias que le di bola, que a lo mejor es así porque se droga...
Sonrió sin levantar la vista de su libreta y preguntó: –¿Y vos qué creés?
–Qué creo... Que cuando estoy con él, siento que encontré una parte de mí que había perdido o me estaba faltando. Es decir, no es que me sienta incompleta. Pero viste, uno puede toda la vida vivir perfectamente sin algo, ¿no?, pero cuando te llega ese algo, sentís que no puede haber nada mejor en el mundo, y que ojalá durara para siempre. Es como el aire fresco un día de calor, como el olor a tierra mojada cuando llueve, como un plato de comida calentita cuando estás muerto de hambre. Como un Popeye que se come las espinacas y siente que puede mover una montaña de un empujón, y con una sola mano. La bella y la bestia juntas en este cuerpito. Así me siento yo con él.
Sonó el reloj y Jesús prometió que seguiríamos trabajando el tema la próxima sesión.
Salí a la calle, caminé y me tomé el subte. Durante el viaje abrí la galería de imágenes de mi celular y encontré una de las fotos que nos habíamos sacado juntos, una semana antes de la "tragedia" nos separara.
Ahí, los dos, mirando de frente a la cámara, pegados uno al otro, sonrientes. Ni siquiera parecemos nosotros, parecemos dos chicos en la víspera de Navidad...


11 julio 2016

La mirada de esos ojos negros

"Yours truly" by ntscha | Deviantart.com

Adrián desapareció, sin palabras ni excusas, un día después del cumpleaños de Meli. No le dijo "no sos vos, soy yo" ni "tomémonos un tiempo". No respondió tampoco a ninguno de los mensajes de Whatsapp que ella le envió, optó simplemente por "clavar el visto" y ya. Decidió que quería estar libre los fines de semana para jugar al tenis, al golf, tirarse desnudo en la cama a ver el partido o una película con un sánguche de milanesa completo todo para él solo.
Ella, por su parte, no guardó luto. Ni rencor. Le costó entender tal actitud por parte de él, pero como a ella también le sobraba actitud, no perdió el tiempo llorando y volvió al ruedo inmediatamente. Empezó a salir de juerga con sus amigas y amigos otra vez, se compró ropa, se apuntó en Tinder, aceptó todas las invitaciones a fiestas y cocktails, bailó y bebió todo lo que quiso, y conoció muchos candidatos potables. Sin embargo, ya le había tomado el gusto a esa vida de soltera despreocupada hasta que un día, en una fiesta, un amigo de un amigo le presentó a otro amigo y la buena onda fue recíproca y correspondida. Una semana más tarde volvieron a salir, y así, empezaron a verse más seguido, ir al cine, a cenar, conversar, y todas esas cosas que hacen las parejas que se están conociendo.
Así, pasó un año, Meli volvió a cumplir un año más y ese día recibió un mensaje por parte de Adrián, deseándole feliz cumpleaños. Ella casi se atragantó y por consejo de sus amigas no contestó inmediatamente, lo dejó en visto y le respondió un par de días después, a las tres y media de la madrugada y completamente pasada de copas:
–¿Por qué volviste?
–Nunca me fui
–Los hombres vuelven cuando no tienen dónde ponerla
–¿Esa es tu experiencia?
–Entonces, ¿hay una explicación?
–No hay ninguna explicación
Y eso fue todo lo que hablaron.

Pero la casualidad hizo que ambos se cruzaran en el mismo restaurante una noche. Meli estaba acompañada de su candidato y Adrián, acompañado de una dama que no le interesaba mucho pero como estaba solo aburrido y ella había insistido tanto, terminó aceptando. A pesar de que había varias mesas de distancia, se los podía ver perfectamente. Y vió, después de tanto tiempo, esa mirada en ella, la mirada brillante de esos ojos negros.
Esa mirada, la misma que lo vió a él durante tanto tiempo...
Empezó a pensar, qué le habrá visto al tipo ese, flaco, alto, pelo oscuro, bien afeitado pero con cara de nabo, con esos lentes cuadrados de profesor chiflado. Y él, qué habrá visto en ella; tal vez lo mismo que vio él hace algún tiempo: lindas piernas, nariz perfecta, un poco cascarrabias pero con buen gusto para casi todo...
Hasta ahí llegaron sus pensamientos porque de pronto, un golpe seco lo trajo de vuelta de sus pensamientos. Su acompañante estaba de pie, con un puño sobre la mesa, mirándolo con cara de pantera a punto de atacar, y todos los demás comensales incluso los mozos también los estaban mirando. ¿Ella había dicho algo en algún momento? ¿Le pidió explicaciones?
No supo qué decir, y sin pensarlo mucho le salieron las palabras, sin más: –No tengo ninguna explicación.
La pobre mujer no dijo más nada, bufó furiosa y se fue. Él la siguió con la mirada hasta que salió del restaurante. Suspiró, se sirvió más vino y luego de unos minutos ordenó ravioles con salsa de cuatro quesos para cenar. Giró la cabeza para ver donde estaba Meli. Ella y su acompañante seguían ahí, ajenos a todo. Otra vez esa mirada dulce, profunda, brillante, y esas manos, esa sonrisa, esa vocecita que hablaba como en un susurro, alguna vez le dijo "te quiero" al oído. Ahora todo eso le pertenecía a otro.
Fue en ese instante, apenas un segundo, en el que se dio cuenta que la extrañaba y que nunca debió dejarla. No tenía una explicación ni siquiera para sí mismo.

:heart:

15 octubre 2014

Encontrar al príncipe azul

"El problema es que lo encuentres y que no te de bola."

¿Queres que te diga una cosa? El problema no es no encontrar a tu príncipe azul, nena. Porque la que busca encuentra. El problema es que lo encuentres y que no te de un cinco de bola, porque no le gustas o porque ya está con alguien o atrás de alguien, o que por algún motivo de mierda no puedan estar juntos. Ése es el problema de la mitad más uno de las mujeres en edad de merecer. Mirá, en una de ésas, con un poco de suerte, pasas al 3% de las minas que se lo enganchan y viven felices y comen perdices. El 97% restante, los miramos por la ventana.
Aldana meneó su melena castaña y sorbió despacito su café cortado. La conozco hace años, prácticamente desde que soy amiga de su hermano menor Lalo. Siempre me pareció una chica que sabía bien lo que quería de la vida y que no se iba a quedar sentada esperando que sucediera. No. Ella es de las que salen a la jungla urbana con su arco y sus flechas, dispuesta a conseguir las mejores piezas, cueste lo que cueste.
Se recibió de contadora, consiguió un excelente trabajo en un banco, se enamoró y se casó con el gerente del área, tuvo dos nenas hermosas y todo era color de rosa hasta que su marido, de un día para el otro, se fue del país sin decir nada. El motivo se supo un tiempo después: fue centro de una investigación por lavado de dinero. Pero extraña y curiosamente, su secretaria también se va del país. "Tengo que empezar una nueva vida, ¿entendés?" le dijo a su esposa en una conversación telefónica cuando al fin retomó el contacto. "Ok, no hay problema, hacelo. Pero ni se te ocurra volver para reclamarme nada o para sacarme a mis hijas, porque vas preso y por la jodita del banco te van a dar mínimo 10 años de condena. ¡Vos elegís!" 
Y cortó. Nunca más se volvió a saber de él. 
Las nenas, al tener un tío tan amoroso y atento como Lalo, no les faltó figura masculina en sus vidas y con el tiempo dejaron de extrañarlo. Con lo poco que quedó, porque como buen marido que huye le dejó un tendal de deudas, Aldana compró un departamento más grande para ella, sus hijas y su madre, e invirtió en un local muy coqueto en Belgrano, donde instaló junto a su madre y su hermano un salón de belleza súper moderno. Desde entonces, ella nunca más tuvo una pareja oficial. Se enamoró, desde luego, de un par de caballeros pero no se vio correspondida en la medida que ella deseaba. 
Porque para ella, en la vida, los negocios y el amor, era todo o nada.
En eso te doy la razón, Nani. –dije.

Miré por la ventana. Una parejita de adolescentes en uniforme de colegio cruzaba la calle, tomados de la mano.
La mente se me fue volando al encuentro del recuerdo de Alber, el despistado pero simpático amigote de mi ex, con quien yo había empezado un affaire que empezaba a ponerse serio.

:·:


28 septiembre 2013

Historia de dos mujeres en un bar

'Glass, All In' by ~ShijinModan | Deviantart.com
Brindemos porque ahora estamos solas y disponibles para conocer a alguien interesante.
–Sabés, me enamoré de Luis en cuanto lo escuché hablar. –dijo ella, bajando la mirada, con una sonrisa en los labios de brillo rosado. –Tiene ese tono grave pero suave, de hablar pausado, típico de la gente del interior, ¿viste? Después, me compró esa sonrisa. Y eso que yo soy bastante escéptica con respecto a los tipos que una conoce en las redes sociales, eh.
–Ah sí. –dije yo, asintiendo con la cabeza. –Conozco del tema. Te encontrás con cada loquito...
–¡Sí! Ahí te das cuenta por qué están solos, porque ninguna mujer seria los aguanta.
En eso me llega un mensaje de texto de mi amiga, que todavía estaba en una entrevista con un cliente tratando de venderle y tenía para un rato. Le contesté que no se preocupe. El bar aún no estaba a full de gente y yo ya estaba entretenida hablando con mi eventual compañera de tragos y confesiones. Dijo llamarse Majo, pelo rubio bien cuidado, manos delicadas y su mirada triste me hizo ver que tenía el corazón roto y necesitaba hablar con alguien. Y yo, como soy una experta, me senté a su lado y empecé a conversar. No nos fue difícil congeniar, y al poco tiempo ya me estaba contando su pena de amor.
–¿Y hace mucho que lo conocías a este Luis?
–Humm... dos meses creo. Chateamos mucho desde entonces. Un día me dijo que cuando viniera a hacer trámites al microcentro, que le encantaría tomar un café conmigo. Y bueno, un día se dio. Al principio estaba re nerviosa, pero bueno, como te decía, al escucharle la voz fue como encontrarse con un oasis entre tanta estupidez. Fue un flechazo. Además me encantó que no fuera uno de esos pelotudos ultranarcisistas que se la pasan a ensaladita, agüita mineral, cremita antiarrugas y cinco horas diarias de gimnasio. Bah, digo, cuidarse un poco está bien, pero tampoco la pavada.
–¡Uf! Tuve un marido así de fifí. Vivía pendiente de su aspecto: que la panza, que la arruga, que la ropa, que el perfume. Con tanta preocupación por sí mismo no disfrutaba la vida, su familia. Por eso me divorcié. Bueno, y después de encontrarte con él, ¿que pasó?
–Siguió todo bien, hablamos mucho pero había algo que no me cerraba. Un día quedamos en salir a cenar y le dije, que tal si vamos a tu casa y te preparo algo. Y empezó con excusas de que no, y que no y no. Ahí me saltó la alarma y pensé, éste infeliz debe estar casado o algo por el estilo, y ... Y bueno, nada, me hice la boluda. ¡Mal hecho! Porque quería que él me lo dijera. Así fue que la siguiente vez que nos vimos lo encaré. Me contó que estaba en proceso de separación y que no lo condenara por eso. Me juró que me quería y que seguiríamos juntos cuando todo pasara. Y yo, ¡ay!, yo le creí... –Hizo una pausa y bebió otro sorbo de su Campari con una sonrisa. Pero era una sonrisa triste. –Pero hoy, hoy te juro que exploté. –continuó, ahora enérgica. –Hoy nos vimos otra vez y me trajo un regalo. Una cajita de chocolates en forma de corazón, una delicadeza. ¿Podés creer que nunca nadie se jugó con algo tan romántico? Fueron los cinco minutos más felices del día hasta que el pelotudo abrió la boca y la cagó.
–¿Eh? ¿Qué pasó? –dije yo, arqueando las cejas y dándole otro sorbo a mi daikiri.
–¿Sabés lo que me dijo el forro antes de irse? "Ay, por favor no vayas a subir fotos al Facebook, y ni se te ocurra etiquetarme o nombrarme, por favor". ¿Pero qué carajos? Ahí me saltó la térmica. "Ya entendí, es mentira que te estás divorciando, ¡vos todavía estás casado!" le grité en pleno Florida y Corrientes. Porque si hay algo que me molesta mucho, es que me tomen por boluda. Le dije furiosa ¡tomá!, –e hizo un movimiento enérgico con la mano, mirando al frente, rememorando el fatídico momento. – tomá tu regalo y metételo en el orto, no quiero nada de vos. Se lo estrellé en el pecho con tanta fuerza que al aplastarse la caja saltó crema de chocolate y cereza y no sé que más, que le mancharon la camisa. La gente se paraba o se daba vuelta a mirarnos. Estaba con tantas ganas de agarrarlo a carterazos, pero no pude, le pegué otro par de gritos y me fui corriendo. Me llamó varias veces y no lo atendí. Me escribió varios mensajes por todos lados pidiendo perdón por haberme fallado, por no haber dicho toda la verdad desde un principio, y que seguía queriéndome y bla bla bla. La típica. Lo bloqueé de todos lados. No quiero ni saber de él.
–Increíble, pero real. Vos sabés, que yo corté hace poco con un tipo así, con doble discurso. Me obligó con mentiras a borrar las fotos que yo había subido con él y hasta me prohibió etiquetarlo o mencionarlo. Un día me cansé, subí las fotos con etiqueta, mención y todo. Así fue que se le cayó la fachada: a causa de eso se le arruinó una relación de años con una chica por la que estaba loco de amor. Que se joda bien jodido. Porque a mí de ella me habló pestes, y él a ella le habló pestes de mí, para que nos odiáramos y nunca nos cruzáramos. Además, ¡no entiendo! si estás bien con alguien, no tenés por qué salir a picotear afuera, mintiendo y manipulando tan descaradamente. Eso no es de hombre, es de cobarde.
–¡Viste como son! Que bueno que vos me entendés.
Nos miramos y sonreímos. Yo alcé mi vaso y dije:
–Mujer, brindemos. Porque todos estos forros piratones se encuentren con minas jodidas como nosotras que les saquen la careta y los manden bien a la mierda. Y brindemos porque ahora estamos solas y disponibles para conocer a alguien interesante.
Chocamos los vasos, y entre risas nos bebimos con ganas lo que quedaba en ellos.
–Hola chicas. ¿Podemos sentarnos con ustedes? –dijo una voz masculina a mi costado. Eran dos flacos, mas o menos de nuestra edad, que se nos acercaron. No eran facheros, pero estaban prolijos y presentables. Miré a Majo y ella a su vez me miró a mí, sonriendo y arqueando una ceja. Ambas asentimos y contestamos que sí. Los muchachos tomaron lugar enseguida.
–¿Vienen seguido por acá? –dijo el otro flaco, mostrando una sonrisa cautivadora de dientes bien cuidados.
–No. Es la primera vez que venimos. –contesté yo, riendo y guiñando un ojo a mi compañera.
–Veo que ya pidieron algo, ¿les gustaría tomar otra cosa, así nos acompañan? –dijo el primero.
–Creo que me vendría bien otro Campari. –dijo ella. –¿Vos qué decís, Ale?
–A mí me vendría de maravilla otro daikiri.
Ambas nos reímos. Nos miramos con esa mirada cómplice de mujeres que saben lo amarga que es la derrota en en amor, pero sabiendo que la vida siempre te da consuelo (hasta una revancha, quizá) en el lugar y el momento menos esperado.


:·:

24 agosto 2013

Hablé con Jesús (VII)

'magic for me' by ~bruised--vein | Deviantart.com
¿Por qué siempre me enamoro del que no me ama?
–Me gusta Alexis. Mucho. Hace unos meses que lo conozco. Desde la primera cita me dejó alucinada, la voz, la forma de mirar, las cosas que me contaba. Y porque me gustaba tanto hice un par de cagadas, qué raro yo, ¿eh? Es que tuve esa sensación de que estaba todo bien pero... perooooo... ¡siempre hay un pero! 
–Sospechaste de algo. –preguntó Jesús, impasible como siempre.
–Sí. Sospeché que todavía está enganchado con la novia anterior. Me hizo bloquearla del Facebook diciendo que era una loca mentirosa y yo qué sé. Pero después tuve curiosidad y le espié el perfil y ¡fuá! ¡qué minón! ¡hasta yo le daría! 
Jesús rió suavemente y siguió anotando.
–Te digo, que exploté de los celos. Sí che, soy un poco celosa a veces, pero eso no le gustó ni medio, y reaccionó para el carajo. Durante un tiempo no me dio bola, me prohibió subir fotos de él y etiquetarlo. Yo me calenté y dejé de hablarle, en ese momento no tenía tiempo para preocuparme por sus rayes. Pero un día me habló. Y yo le hablé. Volvimos a vernos y bueno, pensé que a lo mejor las cosas se arreglaban. Sabés, me gusta porque tenemos buen sexo, hablamos de todo, nos reímos. Hasta me prepara el café más rico del mundo, tal como a mí me gusta. Pero... ¡pero! ¡pero no me da bola! O mejor dicho, no me da suficiente bola. Dice que no tiene tiempo para dedicarme, que por ahora no está buscando una relación seria porque quedó lastimado de los noviazgos anteriores. Eso, sabés, eso me dolió acá, más que el harponazo de Moby Dick. 
Jesús suspiró. Dejó su lapicera al borde del cuaderno y habló:
–Bueno al menos es franco: te dedica el tiempo libre que tiene para acostarse con vos, escaparle a la soledad, tener con quien hablar cuando él lo disponga, pero que no le rompan las bolas y mucho menos comprometerlo. Típica expresividad masculina cuando está todo bien con la mujer que te acostás pero no la querés para compañera. Una expresión de ésas, así como él te indicó, no tiene medición del "eco" psicológico o emotivo que te puede causar; simplemente no le importa tu opinión porque no le interesa.
–O sea... Entonces, que tengamos buen sexo y todo eso ¿no es ni por asomo una señal de q las cosas, digamos, "avancen" entre nosotros?
–No. Para nada. Un hombre puede pasarla fantásticamente con vos, dentro y fuera de la cama, disfrutarte, y no sentir nada. Los hombres no funcionamos de la misma forma que las mujeres, que comprometen más los sentimientos. Además, si él sigue enganchado con su novia anterior difícilmente la cambie por otra, aunque salga y se acueste con cientos de mujeres.
De repente sentí un relámpago de hielo y fuego al mismo tiempo recorriéndome la espina dorsal. Esa sensación de mierda...
–Yo sería una excelente compañera si me eligiera... –dije, y se me humedecieron los ojos.
–No lo dudo. Pero no podés vivir de ilusiones y mendigando atención, recogiendo las migas que caigan de su mesa. Sabe el poder que tiene sobre vos y lo está usando, consciente o inconscientemente, en su beneficio. Eso no es amor. De ninguna manera.
Me quedé en silencio unos segundos. Me encogí de hombros y dije:
–Tengo que cerrar esa puerta, supongo.
–O continuar viendo a Alexis, si tanto te gusta, pero jugando bajo sus reglas, aguantando su indiferencia y seguir hundiéndote en la desesperación. ¿Y sabés una cosa? Vos valés más que eso. Merecés mucho más que una dádiva de amor. Tenés que quererte más a vos misma como para no permitirte esto. Ya lo dice la frase "el hombre que realmente te merezca nunca te hará llorar".
Sonaron las tres campanadas. Firmé la planilla, me despedí de Jesús y salí a la calle.
Cuando llegué a la oficina, me encontré con que me había olvidado el celular en el escritorio, y Alexis me había dejado un mensaje. 
Me encerré en el baño y me puse a llorar como una tonta.
¿Por qué siempre me enamoro del que no me ama?


:·:

12 junio 2013

Un refugio a dónde ir

'93 million miles from the Sun' by iNeedChemicalX » Deviantart.com
Nunca supe si alguna vez hubo amor entre nosotros. Simplemente, estábamos juntos. 

–Somos almas en pena, Ale...

–¿Te parece, Chucho?
Suspiró y echó la cabeza hacia atrás. Yo simplemente apoyé la cabeza sobre su hombro. Nos quedamos en silencio dentro del auto, mirando el atardecer en el río. Era una tarde tranquila, tanto que solo se escuchaba el sonido de nuestra respiración, casi al unísono.
¡Tanto pero tanto teníamos en común el Chucho y yo! Los dos éramos un poco raros, inmaduros, alocados, atorrantes... Y teníamos el corazón roto. Los dos nos enamorábamos siempre de las personas que no nos amaban. Los dos quedábamos siempre a la deriva, heridos, sangrando ilusiones.
Extendió su mano lentamente para agarrar la mía, entrelazando los dedos.
–Es como decías vos. El amor es un puto malentendido.
–Putísimo.
–No aprendemos más. Siempre reincidimos. Reincidimos, putamadre, reincidimos...
No dije nada. Pensaba en todo y no pensaba en nada. Él bajó el vidrio y se encendió un cigarrillo. Yo miraba algún punto perdido en el horizonte. Chucho estaba de mal humor, deprimido, repodrido de enamorarse de las minas que no lo aman. La presión por no decir algún disparate que lo ponga peor me estaba ahogando.
–Me gustó el video del perrito que subiste al Facebook... –dije, tratando de cambiar de tema.
Levantó una ceja pero no dijo nada. Dio una pitada al cigarrillo y se rascó la oreja. Hablé algunas nimiedades cuando de pronto (no sé si fue una impresión mía) lo vi hacer un ligerísimo puchero; como un chico que quiere demostrar que es valiente y no va a llorar, y se la aguanta todo lo que puede pero se le escapa una mueca cuando nadie lo ve. Dio la última pitada y tiró lejos el cigarrillo.
–Ay Chucho... –dije, acariciándole el pelo.
Cerró los ojos. Le abrí los brazos y me abrazó, hundiendo la cabeza en mi cuello. Suspiró un par de veces y finalmente, en silencio, empezó a llorar. Lo acuné suavemente mientras le rascaba despacito la espalda, como solía hacer con mi sobrinito para que se durmiera la siesta. Le canté en voz muy baja su canción favorita "puedes para toda la vida olvidar que tambien hubo alegrías..." y él me siguió en el estribillo, casi en un susurro. El sol se ocultó y se encendieron las primeras luces de la calle.

Nunca supe si alguna vez hubo amor entre nosotros. Simplemente, estábamos juntos. Porque juntos nos sentíamos fuertes, juntos construíamos un refugio a donde ir cada vez que se desataba con furia esa tormenta de sentimientos no correspondidos que sacude desde el alma y hasta los huesos. Y también sabíamos que, una vez que todo pasara y saliera el arco iris, cada cual seguiría su propio camino.


10 mayo 2013

Historia del que no creía y la que quería creer

'Couple' by ad7u » Deviantart.com
Algún día, alguien me va a querer así como soy, me va a elegir y se va a quedar conmigo.
–A veces, no sé cómo tratarte Ale, cómo tocarte, cómo hablarte...
Pude ver, aún en la penumbra, su cara de desconcierto mirando al ventilador de techo. Tenía la mano izquierda detrás de la nuca, y con la derecha me abrazaba. Yo me hice un ovillo sobre su pecho. Me acarició y murmuró:
–Me prometí que esto no iba a pasar más, que no me iba a volver a acostar con vos. No sé que hacemos acá.
Yo tenía los ojos cerrados y suspiré antes de contestar.
–Yo tampoco sé. Vine a usar el Wifi porque en casa no anda, y me dijiste que te hiciera compañía porque estabas dormido y... Y bueh, acá estamos.
–Ay Ale, no podemos seguir así.
–¿Por qué? ¿Cuál es tu problema?
–No, no tengo ningún problema. Pero no sé, no quiero que te confundas y pienses que yo quiero algo en serio, porque yo...
–Ay callate, querés.
Dijo un par de incoherencias cuando le sonó el celular y atendió. Era un cliente. Estuvo varios minutos tratando de solucionar el reclamo. Yo me volví de espaldas.
Por fin cortó y se quedó en silencio. Me abrazó por atrás.
–Bonita, siempre tenés la piel tan tibia y suave...
–Chucho, vos siempre tenés los pies fríos.
Nos reímos y entre caricias y mimos nos quedamos semidormidos en esa posición hasta que sonó mi teléfono. No atendí. Pocos minutos después llegó un mensaje de un cliente que me reclamaba unos originales urgente y decidimos poner fin al remoloneo. Nos levantamos y nos vestimos. Puso la radio, tomamos unos mates mientras cada uno se dedicaba a bajar o enviar mensajes en su respectiva notebook. Cerca del mediodía y casi al mismo tiempo, dimos por terminada nuestras tareas. Salimos un rato al balcón y él, encendiendo un cigarrillo, habló:
–Vos sabés que yo no creo más en el amor. Ya no puedo. Tarde o temprano todo termina mal y yo, yo ya estoy viejo para seguir saliendo lastimado. No quiero más eso. Basta.
Yo reí. Le saqué el cigarrillo y le di una pitada antes de contestar.
–¿Y por qué me lo decís a mí, boludo? Soy la única de tu manada de hembras que no se quiere casar con vos. Decime una cosa, Chucho: ¿a qué le tenés miedo?
–No quiero pelear.
–No estoy peleando, pero decime.

No, miedo no. Pero vos...
–¿Yo, qué? De lo que siento o dejo de sentir, me hago cargo. No necesito que nadie piense por mí, ¿ok?
–No entendés. Yo no soy para vos y creo que no te das cuenta de eso.
–Chucho, ¿vos me querés?
Se quedó callado. Dio la última pitada al cigarrillo y lo apagó, luego puso las manos sobre la baranda de hierro, bajando la cabeza, con la mirada perdida en algún punto de la baldosa.
–Bueno, yo sí te quiero. Pero no te confundas. Porque querer y amar son dos cosas diferentes. Te quiero porque desde la primera vez que nos vimos tuve la sensación de estar con alguien que conocía de toda la vida. Siempre que estamos juntos es así, y no estamos juntos muy seguido. Que nos enredemos de vez en cuando en tu cama o la mía tal vez sea un error, ¡qué se yo!   
–Ale, no creo más en el amor. 
–Ya lo sé, no te estoy queriendo convencer de nada, no te quiero cambiar. Te quiero así como sos. Pero dejame que yo quiera creer, porque yo sí quiero creer.
–¿Por qué?
–Porque así soy yo, está en mi naturaleza. Caer y levantarme. Intentar una y otra vez, aunque falle. Porque de tanto intentar alguna vez saldrá bien. Eso de no creer porque no querés que te lastimen es como suicidarse por miedo a morirte atropellado por un auto. Eso es de cobarde. Yo, no seré ni la más linda ni la más inteligente, pero no soy cobarde. Voy a seguir adelante, siempre. Algún día, alguien me va a querer así como soy, me va a elegir y se va a quedar conmigo. No sé si será con vos, no sé si será con otro tipo...
El siguió en silencio, mirando hacia la autopista. El sol brillaba y hacía un poco de calor. Yo seguí hablando más despacio, casi como para mi misma.
–Mamá murió sin haber intentado muchas cosas. Al final, la vida se nos va en pelotudeces y cuando nos damos cuenta, se nos vino la noche y ya no tenemos más oportunidad de nada. 
Me fui para el comedor. Guardé mi notebook en la mochila y me senté con las piernas cruzadas en el sillón. Él entró, se fue al baño y se afeitó. Se puso una camisa de rayas grises y su perfume me recordaba el olor de la tierra mojada. En ese instante (íntimo, cotidiano) desde la radio alguien decía: "Si en este momento pudieras tomarte el tren, hacer algo que te cambie radicalmente la vida, hacer eso que nunca intentaste por miedo, ¿hacia dónde irías? ¿qué harías? ¿te atreverías a patear el tablero?"
Entonces, él me miró.
Yo lo miré y sonreí.


*

19 febrero 2013

Ramón de mi corazón

'Taun 6' by ~remydarling | Deviantart.com
Sí te quiero. Pero no de la forma que vos querés que yo te quiera.

–Soy rara...

–No. No sos rara. Solo estás un poco loca.
Miré a Ramón. Sus ojos verdegrises me miraban fijamente. Esbozó una leve sonrisa.
No sé por qué me enamoré él. Así, sin demasiados preámbulos o razonamientos. No lo planeaba cuando lo conocí. Incluso me causó mucha gracia cuando me dijo que se llamaba Ramón. ¡Don Ramón! Chateamos durante mucho tiempo y nos contábamos todo. Un día acordamos vernos para tomar un café una tarde tranquila de invierno. Hablamos y nos reímos durante un par de horas, y luego esperé que simplemente me dejara en casa. Pero no. Dijo que el día era espléndido para pasear y preguntó si quería dar una vuelta por la costanera. Yo acepté. Llegamos, nos bajamos para caminar un poco y ver el río. En un momento, casi al azar o no tanto, me abraza por la cintura y me besa. Y yo lo abracé y lo besé también. Nos quedamos así toda la tarde, entre besos y mimos, abrazados bajo el tibio sol del veranito de San Juan.
–Y eso, ¿es bueno o malo?
–Depende cómo lo veas.
–Pero te jode.
–No. No me jode.
Tenía algo que me gustaba mucho y al mismo tiempo me enloquecía: se tomaba todo con calma. No corría, no se ponía histérico, no puteaba como desaforado. Por ese motivo peleamos varias veces (en realidad yo peleaba, a él las palabras le entraban por una oreja y le salían por la otra) ya no recuerdo cuántas. Lo mandaba al diablo, lloraba un par de días y semanas después, volvía a hablar con él, y él me contestaba amablemente, sin sarcasmos ni reproches.
–Si no te jode, no entiendo por qué no me querés.
–No dije eso. Sí te quiero. Pero no de la forma que vos querés que yo te quiera.
Pero cada vez que lo miraba a los ojos, la forma que él me miraba a mí, me decían que algo en el fondo lo frenaba, como la cadena frena al perro. Nos veíamos una o dos veces por semana y para mí no era suficiente. Deseaba tanto que la mirada de esos ojos me dieran las buenas noches y fueran también lo primero que viera al despertar. Nunca tuve ese placer.
–Estás saliendo con alguien. ¿No?
–Algo así.
–¿Y hace cuanto?
–Seis meses, creo.
–O sea, que ya salías con ella antes de conocerme a mí.
–Algo así.
A pesar de que lo suponía, no me hizo mucha gracia. Porque en el fondo todas, y yo más que ninguna, queremos la exclusividad. Aunque, debía admirar su sinceridad, algo muy raro entre los hombres de hoy. Me pregunté entonces, qué tendría ella que no tuviera yo para que le diera ese lugar privilegiado en su vida. Y qué tenía yo que no tenía ella para que cada tanto volviera a mis brazos. Otro de los misterios-del-corazón-masculino que nunca nos será revelado.
–Ay ay, Ramón. Ramón de mi corazón. ¿Qué voy a hacer con vos?
–Hacé lo que quieras.
–No sé qué quiero. 
–Yo sí sé...
Y entre besos y caricias, volvimos al juego del amor. Nos resistimos a abandonar la posición horizontal hasta que se hizo de noche. Entre un café e idioteces, estiramos el momento de la despedida. Tal vez porque no nos íbamos a ver durante un largo tiempo: al día siguiente se estaba yendo a Montevideo a trabajar por seis meses. Yo ni en pedo me veía yendo hasta allá para visitarlo. Menos sabiendo que había una novia oficial. Ni hablar. Hay romances que nacen y mueren en la sombra, donde nadie los ve y nadie se entera de nada.
–Cuidate, gordo.
–Vos también.
–¿En serio me querés?
–Claro que sí.
–¿Aunque esté un poco loca?
–Jaja, tonta. Sos buena mina.
Y me dio el último beso.

No hubo duelo después de esa tarde, sino un extraño vacío, como cuando falta un mueble o un cuadro que siempre estuvo en el mismo lugar. Mantuvimos el contacto virtual y hablábamos de absolutamente todo, como en nuestras buenas épocas.
Tiempo después conocí a alguien que me hizo sentir otra vez el cosquilleo del amor, y le conté a Ramón todo vía chat, e incluso le mostré una foto que él y yo nos sacamos en el shopping junto al árbol de Navidad. Dijo, sin rencor ni celos (incluso, imagino yo, que hasta con una sonrisa de ternura en los labios):
–Parece buen pibe. Le tengo fe. Cuidalo.


❤  

14 febrero 2013

Positivo

'Kiss The Bride' by =Lucanos | Deviantart.com
El fotógrafo alistaba su equipo cuando el novio y los suegros exclamaron: ¿Y la novia? ¿A dónde se fue?

–Alberto Felipe Márquez, ¿aceptas por esposa a Lorea Alejandra Villarreal?
–¡Acepto! –dijo él, sin sacar la vista de los ojos de su futura esposa. Ella sonrió.
–Los declaro marido y mujer.
Ella sintió otra vez esa sensación de vértigo que la venía persiguiendo desde el día anterior. Pero los brazos amorosos de su flamante esposo la sostuvieron.
–Te amo. –susurró él al oído con ternura, y la besó.
Luego, la sesión de fotos con el grupo familiar, los suegros, los amigos, el cortejo infantil, madrinas y padrinos, y parientes varios. Una vez que terminaron, le tocó el turno al vals. Alejandra sentía que con cada vuelta el mundo entero daba vueltas con ella.
–Señora Marquez... –dijo Jorge, tomándola suavemente. Sonrieron para la foto y ella trastablilló.
–Perdonen. Es la emoción, y los tacos, ¡puf! –se disculpó ella.
Jorge cedió su lugar a Toto y de pronto, su esposa lo tironeó del brazo. Se alejaron un poco del lugar y ella le pidió las llaves del auto. "Tengo que ir a buscar una farmacia" dijo ella por toda excusa.
–Qué, ¿vas a comprar algo para la resaca? –dijo éste.
Su esposa no le festejó la broma y antes de irse le dijo seriamente:
–Ocupate de los chicos, por favor.
Y se alejó.
Jorge no entendió nada, pero hizo caso a las órdenes del sargento y se ocupó de sentar a los niños en la mesa preparada exclusivamente para ellos.
Se sirvió el almuerzo y casi media hora después apareció Zara y le devolvió las llaves del auto. Conversó animadamente con los demás comensales, y poco después Nina se acerca y le dice algo al oído. Ella le contesta de la misma forma. En un momento de la sobremesa, ambas se excusan y se retiran de la mesa. La novia apenas había probado la comida, pero devoró doble ración de helado de dulce de leche. La sobremesa siguió hasta que anunciaron la hora del brindis. El fotógrafo alistaba su equipo cuando de pronto el novio y los suegros exclamaron:
–¿Y la novia? ¿A dónde se fue?
Había desaparecido. Notaron que también faltaban Nina y Zara. Jorge y el novio se miraron extrañados, e increparon con la mirada a Lalo.
–¡Les juro que no sé nada! –dijo éste.
–Calma, che. –dijo Miriam, poniéndose de pie. –Ustedes hagan alguna monería para el video. Yo me encargo.
Don Agustín empezó a contar chistes para distraer a todos. Jorge y Alberto siguieron los pasos de Miriam. Ella cruzó el parque y entró al salón. Fue directamente hacia el lugar más obvio donde hallar a una mujer: el baño.
Escucharon un cotorreo de voces nerviosas del otro lado de la puerta. Los dos hombres se miraron, intrigadísimos. ¿Qué pasaba ahí adentro? Jorge apoyó la cabeza en la puerta a ver si escuchaba algo, y de pronto se le pusieron los pelos de punta.
Un grito. Y otros dos más lo siguieron.
Alberto abrió los ojos enormes y sin más, golpeó la puerta.
–¿Alejandra? ¿Qué está pasando? –dijo en voz alta.
Se hizo silencio del otro lado. Alberto insistió:
–¿Me van a contestar? ¡O salen de ahí o tiro la puerta abajo!
–Mi amor... no pasa nada... Dame unos minutos y... –dijo la voz temblorosa de Alejandra.
No terminó de hablar, el sonido de unas arcadas la interrumpió los dejó a todos perplejos. Alberto avanzó para cumplir con su amenaza de tirar la puerta, pero Miriam lo detuvo por el hombro y lo miró seriamente, negando con la cabeza. Jorge entró en acción.
–¿Zara? ¿Está todo bien?
–Sí sí... bueno, ¡mas o menos! –contestó ella desde adentro.
–¿Qué? ¿Cómo que “mas o menos”? –preguntó Alberto, preocupado.
–Cálmense, che. Ya salimos. –sentenció Nina.
Cuando se dieron cuenta, Gabriel, los padres de Alejandra y la mamá de Alberto, Lalo y Deborah estaban detrás de ellos, mirando la escena.
La puerta finalmente se abrió.
Zara salió primero, y caminó hacia su esposo. Alejandra salió, cabizbaja, junto con Nina. Estaba totalmente deslucida, como si se hubiese bajado de una montaña rusa. Además moqueaba y tenía el rimel corrido.
–¿Me vas a decir de una vez por todas qué está pasando? –dijo el novio con los brazos cruzados.
Sin decir absolutamente nada, frente a la mirada ansiosa de todos los que la rodeaban, Alejandra levantó la mano para extenderle algo a su flamante marido.
Era una barrita blanca dentro de una bolsita de celofán. La barrita marcaba dos rayitas de color rojo oscuro. Varios "ooohhh" hicieron eco detrás suyo.
–Tenía dudas... –dijo la pelirroja por toda excusa, con un hilo de voz.
–Pero, ¿qué es esa cosa...? –preguntó él, desorientado y ansioso.
–¡Ay, hombre! –le espetó Miriam, exasperada. –¡Esa cosa es un test de embarazo!
–¡Dio positivo! –dijo Deborah emocionada.
–¡Ay, soy tío otra vez! –exclamó Lalo, con mucho aspaviento.
–¡Felicitaciones, tigre! –dijo Gabriel, dándole una fuerte palmada en la espalda.
Alberto miró atónito a Gabriel y luego a su esposa. Ella asintió con la cabeza, mientras su madre y su suegra la abrazaban y besaban cariñosamente.
De pronto, todos y de común acuerdo se volvieron por donde habían venido y los dejaron solos. Él la tomó de las manos y luego la abrazó con fuerza.
–Ay, mi amor. –dijo ella. –Arruiné nuestra fiesta. Pero no podía esperar. Tenía que saberlo. Perdoname.
–Mi vida. –dijo él, riendo. –¡Qué estás diciendo! No importa la fiesta. Este día no podía ser más feliz para mí. Me casé con la mujer de mis sueños y ahora... Y ahora sé que voy a ser papá. Todo el mismo día. ¡Uf! El que se va a desmayar en cualquier momento soy yo.
Rieron, abrazados y felices. A pesar de las lágrimas, el rímel corrido y los mocos, él la vio más linda que nunca, y la besó.
Escucharon los pasos de Miriam y Lalo con la maquilladora, listos para adecentar a la novia para las fotos. Alberto se alejó y volvió a la fiesta y su suegro le dio una copita de licor para que recuperara la compostura.
Después de ese contratiempo, la fiesta siguió hasta el atardecer, momento en el que tuvieron que ponerle fin por algunos inconvenientes. Toto se dobló un tobillo queriendo hacer un paso de baile a lo "Dirty Dancing" y lo tuvieron que llevar a la guardia de kinesiología inmediatamente. Jorge, al tratar de rescatar un juguete caído en la piscina, lo empujaron al agua sus propios hijos. Lalo se sentó sin querer sobre una porción de torta olvidada en su silla, y anduvo un buen rato con un cacho de crema y merengue en el traste. Nina encontró bajo su copa un papelito con el número de celular del fotógrafo; ni lerda ni perezosa le envió enseguida un mensaje con foto adjunta de su puño con dedo mayor levantado. Alberto había tomado tanto licor que se agarró un pedo fenomenal. Sabrina, la hija de Alejandra, al saber la noticia, se largó a llorar a moco tendido y no se separaba de su madre. La novia volvió a comer doble ración de helado y tres porciones de torta, frenó cuando se dio cuenta que el vestido se le descosió varios centímetros por la cintura.

Fue, sin duda, la mejor fiesta de casamiento que habían tenido en años.


Post relacionado: Caminos diferentes (2012)

07 febrero 2013

Sorpresa en el probador

010810 by kristianna11 | Deviantart.com
 "¡Ah no! ¡Esto no se queda así, eh!" grité de nuevo y me metí de vuelta en el probador.

–Che Nina, –digo yo, durante la conversación a la hora del mate.– ¿me acompañás mañana al shopping? Voy a salir el sábado y quiero chusmear que hay de nuevo en Rosé.
–A ese lugar no voy ni loca, boluda. –dijo ella. Sorbió el mate y me lo devolvió.
–Dale nena, vamos. Si te gusta algo te lo compro yo con la tarjeta, no seas tonta.
–No es por la guita...
–Bueh. ¿Qué? ¿Te declararon persona no grata?
–Algo así.
Casi me atraganto con la galletita.
–¿Eh? Nah, me estás jodiendo.
–En serio, a ese lugar no puedo volver aunque estén regalando las pilchas.
–Pero, ¿qué te pasó? ¿qué hiciste, se puede saber?
Se pasó la mano por la cara. Rió, nerviosa y poniendo las dos manos sobre la mesita de la cocina, empezó su relato:
–Te acordás, que hace tres semanas conocí chateando a un tal Nicolás. Bueno, qué se yo, todo bien, lo de siempre. Salimos, hubo onda, se dio de irnos a un telo, la pasamos bien. Vino a casa un par de veces, se quedó un rato a coger y se fue. Después, lo invité a ver si quería ir al teatro, que me habían regalado entradas, me dijo que no, que iba a cenar con la hija. Otro día lo vuelvo a llamar para salir, tenía que acompañar a la hija a una fiesta. 
–Bueno, es un buen padre...
–Sí pero escuchame, la piba no es una nena, tiene veintitrés años, podía tomarse un bondi de vez en cuando. Además, de repente me cancelaba todas las salidas de noche, y si venía, estaba de tal hora a tal hora y rajaba. ¿En qué mierda andaba?, pensé yo. Cuando le dije que me presentara a la hija así nos conocíamos, me dijo que no, que era muy rápido, que sarasa sarasa. Es más, supuestamente vivía solo pero a la casa no me quiso llevar nunca. Y bueno, ¿viste cuando algo no te cierra?
–Sí, la intuición que hace sonar la alarma. ¿Que hiciste?
–Bueno, de casualidad me aparece en el Foursquare que hizo el checkin en el local de Rosé. Y como estaba cerca, me mandé. Supuse que estaba con la hija porque, ¿que mierda va a hacer un hombre en un local de ropa para minas?
–¿Comprarse unos leggins, no?
–Cuando entré lo vi de espaldas con una rubia. Agarré un par de vestidos y me metí al probador.  Por esas putísimas casualidades la pendeja entra al probador de al lado. Yo me puse el vestido, dispuesta a darle una sorpresa y decirles "oooh, que casualidad", y... –se rió, tomó un sorbo de mate y continuó. –Y de repente escucho que la piba sale y dice "mirá papi, ¿me queda bien, no?" con esa típica voz de minita estúpida. Bueh, abro la cortina así, bien teatral y de pronto...
–¿Y de pronto?
–Se están besando en la boca, boluda...
Otra vez casi me atraganto.
–¿Quéee?
–¡Sí! Yo me quedo mirando. Las vendedoras me miraban. Y él, de pronto se dio cuenta que yo estaba ahí mirándolo. Se quedó con esa cara de infeliz, y entonces la pendeja se dio vuelta. Ahí me cayó la ficha: esa mina no es la hija ni por putas, era otra de la colección, como yo y andá a saber cuántas más. Yo ya parecía Chuck Norris a punto de cagar a tiros a todo el mundo, y grité "Nico, ¿qué estás haciendo?". La pendeja lo mira y él con su mejor cara de yonofui, se encoje de hombros y dice que no me conoce. Y ella, tarada pero no tanto, le dice "pará, a ella la tenés en tu Facebook, me dijiste que era tu ex novia del secundario". "¡Ah, no! ¡Esto no se queda así, eh!" grité y me metí de vuelta en el probador, me saqué el vestido a los tirones, me vestí como pude y salí con las pilchas en la mano. Se las revoleé en la cara a la vendedora, a la pendeja la saqué del medio de un empujón y a él, le metí una reverenda piña en la jeta. ¡Mirá cómo habrá sido que se cayó de culo al piso! Hubo gritos, sustos, puteadas, vino la encargada, vino el tipo de vigilancia. Las otras minas que estaban en el local se empezaron a cagar de risa y sacaban fotos. El quia, al ver los flashes, se puso histérico. Antes que me llevaran presa por alterar el orden, imaginate, salí pitando del lugar del crimen. Con un poco de investigación fina, que por tarada no hice en su momento, me enteré que era otro típico caso de marido aburrido que anda picoteando por todos lados. Y que tiene una hija era verdad, pero vive en Miami. Pero, ¿una qué sabe? Entonces, con el verso de padre que tiene una excelente relación con su hija y la acompaña a todos lados porque es un papá cuida, tenía la coartada perfecta que nos dejaba a todas con la boca cerrada sin lugar a sospechas. La tenía bien estudiada el turro.
–Ay Nina, yo hubiese pagado por ver el espectáculo de la trompada.
Ella se ríe, saca el celular de su bolsillo y me muestra algunas fotos que consiguió o le pasaron las otras chicas presentes durante el momento del show. Nos reímos un buen rato.
–¡Qué sinvergüenza! –digo yo, devolviéndole el teléfono.– No se puede confiar en nadie. Conocés a un tipo y tenés que andar como el FBI investigando todo, a ver si te estás metiendo en un quilombo. 
–Y te digo, que no me jode que sea casado, eh. Me jode que no tenga huevos. Eso me jode. 
–Omnis homo mendax (*). –digo yo con gesto teatral, tomando el último mate.
Nina asiente y sonríe, pero creo que es porque no entendió ni jota eso que dije.


(*) en latín, "todo hombre es mentiroso".

30 diciembre 2012

Entre dos fuegos

'Together' by ~ANiMEAddiCt4EVA | Deviantart.com
A su vez, estos dos pajaritos son amigos entre sí, e ignoran que salís con ambos...

–Lalo, esto no es normal... ¡Me voy a volver loca! –dijo Alejandra, de ligero mal humor, y luego dio una fenomenal mordida a su medialuna de manteca. Lalo, por su parte, echaba un sobre de azúcar al capuccino y revolvía tranquilamente.
–Bueno mami, vos tranquila. –dijo él, con su característico tono suave de amigo gay. –A ver, Toto es tu amigo, Jorge es tu amigo. A su vez, estos dos pajaritos son amigos entre sí, e ignoran que salís con ambos...
–¿Te das cuenta? No podía haber sido más bizarra la situación. Soy una flor de boluda.
–¿Pero que onda con Toto, nena? Nunca terminé de entender de qué la juega en tu vida ese tipo.
–Mirá Lalo, a mí ese chabón me compró con la mirada. Sí, con la mirada solamente. Bailamos, hablamos, después salimos, y esa mirada de perrito sin dueño me desarmó por completo. En el fondo, es como un chico perdido. Yo me siento igual que él a veces. Como rara, perdida, dispersa. Su angustia es mi angustia, su fuerza es mi fuerza, su alegría es mi alegría. ¡Es como si estuviésemos unidos, de alguna forma por un lazo invisible!
–¿Y te llama? ¿Te manda mensajitos? ¿Se preocupa por vos?
–No, nada de nada. Si yo no le hablo, él no me habla ni me llama.
Alejandra se comió la segunda medialuna con la misma ansiedad que la primera.
–Ah, pero es un pelotudo importante. Mandalo a cagar, ¿de que te sirve un flaco así?
–Es que en cierto punto, me gusta que las cosas sean así. Pero también me duele que sean así. No puedo vivir con eso y no puedo vivir sin eso. Siento como una tristeza que sé que no es mía, pero me la tengo que fumar igual.
Lalo sorbió su capuccino y la miró con los ojos muy abiertos. Luego exclamó:
–Te juro que no lo entiendo, nena.
–Yo tampoco.
–Y por el otro lado tenemos a Jorgito.
–Así es. Vos ya lo conocés, es un amor de persona, es educado, atento, prolijito, impecable. ¡el hombre perfecto!
–Pero... –dijo Lalo, recalcando las vocales.
–Pero no quiero enamorarme de él.
–Entonces, ordenemos las cosas Ale. –sorbió el último trago de su capuccino y luego apartó la taza. –Vos no tenés obligación de salvar a Toto de sus angustias y problemas. Vive en su burbuja y no te permite entrar pero quiere que estés del lado de afuera para no sentirse solo. ¿Sabés hasta cuando? Hasta que encuentre otra minita que le quepa. Sí, mi amor. Los putañeros son así, perdoname que te lo diga. Es como un nene desprotegido pero déspota al mismo tiempo, y como sabe que esa miradita tierna surte el mismo efecto en todas las mujeres, usará esa arma para tener a todas las que pueda alrededor suyo, ¿entendés? Además, ¡es un forro! Debería estar agradecido que una mujer linda e inteligente como vos le da bola. 
–Últimamente no hace otra cosa que llenar su Facebook de minitas. Siento como que él mismo está saboteando todo lo bueno que yo le doy.
–¿Y lo querés?
–Lo quiero. Pero no lo amo. No me puedo enamorar de eso.
–Y Jorgito, es el némesis de Toto. Después de todo lo que pasó, creo que es hasta justificable que esté tan apegado a vos. Él realmente te aprecia en todas tus dimensiones. No es por nada mamucha, pero si yo tuviera que tomar partido, me quedo con Jorge.
–No se trata de decidir quién es el mejor partido. Yo también quiero a Jorge, lo adoro, pero no me quiero enamorar. No puedo enamorarme. ¿Sabés por qué? Porque no lo puedo salvar de su depresión. No sería amor, sería una droga. Yo no puedo reemplazar a la mujer que perdió. Si lo salvo, voy a estar obligada a salvarlo por el resto de mi vida, y no sé si puedo cargar con esa responsabilidad, ¿y si todo se va al carajo? ¡Se pega un tiro! 
Alejandra sorbió el resto de su café con leche. Lalo se comió la tercera medialuna que su amiga dejó intacta y se quedaron en silencio unos segundos. Luego, él habló:
–¡Ah! Te digo por experiencia, no hay nada más feo que quedar entre dos fuegos. Una vez me pasó, con un vecinito que estudiaba abogacía y un profesor de la academia. Al principio me gustó tener la atención de los dos, era excitante, ¡pura adrenalina! Pero después me atacó la culpa, empezaron a celarme, a controlarme, y cuando vi que las cosas se me iban de las manos, tuve que dejarlos a ambos. Te digo, que si estos dos, si por esas putas casualidades se enteran que andás con uno y otro, largar no te van a largar, pero son capaces de agarrarse a piñas.
–¡Ay no, ni lo digas! Al final, yo no creo en el amor y sin embargo, el amor me persigue. ¿Por qué es todo tan difícil, che? 
–Porque el amor es un malentendido. Porque siempre te enamorás del que no te ama y te ama el que no podés ni ver.
–Es así. Que verga...
Se descostillaron de risa y luego Alejandra llamó al mozo. Pagó la cuenta, salieron del Shopping y se alejaron por la avenida caminando despacio, tomados del brazo, como dos viejas comadres que se han puesto al día con los chismes.


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07 diciembre 2012

Historia del que volvió con un ramo de fresias rojas

'_303' by Hp1 | Deviantart.com
 El chorro de agua fue lo suficientemente fuerte como para regarlo de arriba a abajo en pocos segundos.

Sonó el portero eléctrico. Corrí a atender.
–Hola, ¿quién es?
–Hola querida, –contesta don Bruno, el encargado del edificio.– alguien acá te busca.
–¿Y quien es? –pregunto.
Luego de una breve pausa, me contesta:
–Dice que quiere darle una sorpresa.
¡Bueh! Me cago en la gente y sus misterios.
–Ok, ahora bajo, gracias.
Salí al balcón para mirar y ver quién era esa persona misteriosa que me quería sorprender. No se podía ver un catzo. "Será posible..." pensaba yo mientras bajaba por las escaleras. ¿Quién podía ser a las ocho y media de la mañana de un sábado?
Salgo al patio de entrada. Don Bruno estaba limpiando la vereda con la maguera. Abro el portón y me asomo. A la izquierda, al lado de la perfumería, lo veo parado con un ramito de fresias.
Era Mike.
¿Pero qué carajos...? Mi cara debió haber sido de antología. Hubiese pagado para que alguien me retratara en ese instante.
Él sonrió, miró con esos ojos de perrito que se acaba de orinar en el sofá nuevo. Avanzó despacio hacia mí, porque yo no me podía ni mover y dijo "¡Hola!" con su típica tonada alemanosa.
–Che, que... ¡Qué sorpresa! ¿Qué te pasó? ¿Te deportaron? –alcancé a decir. Estaba nerviosa.
–No, me tomé unos días de vacaciones y vine...
–¡Vos sí que tenés suerte! Y tu novia, ¿sabe que viniste hasta acá?
–No hablemos de eso. –dijo, y la sonrisa se le cayó un par de milímetros, señal de que había dado un golpe bajo. Genial.
–Que cagada si se entera, eh. ¡Dormís en la calle! –continué, metiendo púa al asunto.
–¿Qué...? Bueno, ya, no seas agresiva. Vine a verte. Te... te traje flores. –y me extendió el ramito que llevaba en la mano.
–El rojo es tu color favorito. Me hubieras traído de mi color favorito al menos.
–Ya, te gusta pelear, eh. Todavía estás enojada...
Ah no... Hice explosión. El Krakatoa, un poroto.
–¡Por supuesto que sigo enojada! ¿Qué te creés, pelmazo? ¿Qué después de haberme mentido tan descaradamente podés venir acá así como si nada? ¿A qué? Decime, ¿a qué viniste?
Miró incómodo hacia los cuatro costados antes de contestar.
–¡Calma! Vine a saludarte. Quería verte, saber que estás bien... –dijo, pero con cierta incomodidad.
–Bueno, ya ves, estoy bárbaro, ¡fenómeno! Y no gracias a vos, cretino.
Miró como si no hubiese entendido la mitad de las palabras. No me extrañaba: siempre le costó horrores comprender el léxico porteño. Se rascó el cuello, como si la camisa le molestara, y siguió hablando.
–Yo, he pensado mucho en tí, lo que pasó y... No fui bueno contigo, sabes. No estuvo bien lo que hice. Te lastimé mucho, no lo merecías, siempre fuiste buena y generosa conmigo. Te quise, todavía te quiero. ¿Me perdonarás? –dijo, bajando la cabeza.
Será posible, todavía hay giles que creen que ese discurso pedorro funciona...
Levanté las cejas. Esto era el colmo de los colmos. Si lo cuento, no me lo cree ni mi madre. Mi ex novio, que me convenció que venía desde Alemania exclusivamente a conocerme a mí y al que más tarde pesqué haciendo el mismo verso a otras candidatas (una suerte de casting), ahora dice que me quiere y me pide perdón...
–Y decime, ¿por qué debería yo perdonarte?
–Porque, porque eres una mujer buena, compasiva, y muy fuerte. Sé que podremos volver a empezar, sin mentiras... Tu eres importante para mí, muy importante.
Me crucé de brazos. Recordé por un instante los momentos que pasamos juntos, todas las cosas hermosas que había sentido por él, todas las palabras que me hicieron sentir la más afortunada del planeta.
Solté un suspiro.
–¡Ah! Mike... mi hermoso... –dije yo. Y sonreí con mi mejor sonrisa.
Caminé hacia él. Él me abrió los brazos contento. Me desvié rápidamente hacia la derecha y agarré la manguera con la que Don Bruno estaba lavando la vereda. El chorro de agua fue lo suficientemente fuerte para regarlo de arriba a abajo en pocos segundos. El quía manoteaba al aire como si se estuviese ahogando, ¡mariconazo! Seguro le mojé hasta los calzones.
Estaba para subir ese gag a YouTube. Que lástima que nadie estaba filmando la escena, lo tiró.
Tiré la manguera a un costado y le dije, con la voz más dulce que me pudo salir en ese momento:
–Sí, mi amor, ¡te perdono! Pero no quiero verte nunca más por acá ni saber nada de vos, porque la próxima te revoleo el macetero, y son cuatro pisos para abajo. ¿Entendiste?
Masculló algo en su idioma, unas cuantas puteadas seguramente, y se fue. Iba dejando una estela mojada en la vereda a medida que se alejaba en dirección a la Av. Independencia. Los pocos transeúntes que había, lo miraban extrañados o jocosos. Bonito espectáculo.
Yo me reía. Me reía como loca. Por fin, la herida estaba cerrada por completo y las puertas del pasado cerradas con doble llave.
–Querida, tu amiguito te dejó las flores en la vereda. –dijo don Bruno y me tendió el ramito de fresias.
Las miré. Eran bonitas. Lo que se regala con amor no se puede despreciar. Las agarré, le agradecí al encargado la gentileza, todavía riéndome a carcajada limpia, y subí al departamento.
A pesar del incidente, Mike continuó escribiéndome cortas y esporádicas misivas electrónicas, posiblemente porque tenía demasiado tiempo libre, o quizá toneladas de culpa encima. Me seguía a través de la red en todo lo que hacía. Un día se cansó y dejó de golpear la puerta. Se convenció de que había perdido toda oportunidad con esta mina jodida.

–... Y esa es la historia de estas fresias, amor. –dije, mirando a mi nieta preadolescente. –Guardé un ramito porque en el fondo seguía siendo una chica romántica y quería conservar el recuerdo de ese momento tan... particular. Y mirá lo bien que se han conservado, ¿eh? después de casi treinta y cinco años.
Ella las miró fascinada y las tocó con la punta de sus dedo índice, como queriendo ver ella también el recuerdo que encerraban. Cerré delicadamente el libro y lo puse en su lugar.
–Esa sí que es la historia de amor más graciosa de todas, abue. ¡Eras tremenda! –me dice, con una sonrisa pícara.
Yo le acomodo un mechón de pelo y le beso la frente. Sí, fui tremenda. Al día de hoy no me arrepiento.

La vida es una sola y está para vivirla; yo la viví tan intensamente que no creo me haga falta otra vida para saldar asuntos pendientes.


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04 diciembre 2012

Hablé con Jesús (VI)

'Loser' by XbrutalRomancex | Deviantart.com
El pez por la boca muere. No tengo remedio, se termina el año y sigo igual que cuando empezó.
–Jesús, no sé que hacer, esta vez la pifié fulero, pero fulero mal... ¡Le dije Jorge a Marcos! –confesé desesperada.
Me miró serio y levantó una ceja por encima de los lentes.
–¿Y cómo pasó eso? –preguntó con su característica tranquilidad.
–En el peor momento pasó. Después de acabar, todavía estaba en sus brazos cuando me salió así, decirle "Jorge"... pero me salió solo, eh. No estaba borracha, no tomé nada raro. Lo más feo fue su mirada acusadora. Estaba sorprendido, como si le hubiese metido un sopapo. "¿Jorge? ¿Quién es Jorge?" dijo en voz bajita, tranquilo aunque en el fondo estaba recaliente. Se le notaba. Bueno, me pongo en su lugar y me imagino, si un tipo me dice Marisa o Julieta, ¿pero sabés cómo lo emboco?
Hice una pausa. Suspiré y me acomodé el pelo. Dibujé una línea imaginaria en el escritorio de Jesús y continué:
–Lo primero que se me ocurrió fue hacerme la boluda. No sabía qué decirle. Lo peor de todo fue que yo también me puse a pensar por qué carajo le dije...
–Jorge se llama ese amigo tuyo.
–Sí, sí. Pero él y Marcos son las antípodas. Jorge es rubio de ojos claros, flacucho y pálido como muerto. Marcos tiene el pelo enrulado y los ojos oscuros, lindo colorcito de piel, lindo tono muscular, pellizcable. Y en la espalda tiene tatuado un San Jorge y el Dragón, ¿podés creer? Vi eso y aluciné. ¡Wau! Nunca estuve con alguien que tuviese un tatuaje. Debe ser porque siempre salgo con jovatos marmotas que te dicen vivir la vida al límite y capaz que se la creen porque chamuyan varias minas al mismo tiempo por Facebook, usan dos aritos en la misma oreja y capaz hasta saltan del bondi cinco segundos antes que frene. Uh, ¡cuánta rebeldía! 
Jesús sonrió. Yo también me tuve que reír.
–Sabés una cosa, mi mamá dice que cuando dos personas se están pensando al mismo tiempo, les sale decir sus nombres. ¿Será verdad? Porque te juro que yo no estaba pensando en Jorge, eh. Bueno creo. No sé, ¿el tatuaje tendrá algo que ver? El San Jorge, por ahí lo relacioné... Digo. Bah qué se yo, medio traído de los pelos eso... A ver, me acuerdo había hablado temprano por teléfono con él y me dijo que si yo ya tenía planes para salir, él se iba de joda con otra minita. Yo me reí y le dije, hacé lo que quieras, no me tenés que pedir permiso. Y además, ¿qué me importa?
Jesús sonrió. Dio vuelta un par de hojas de su cuaderno y dijo:
–¿Estás segura que no te importa?
–Absolutamente. ¡Mirá, si esperaba darme celos con ese truco gastado, se va a morir de viejo esperando! ¡Já!
Hice un corto silencio. Me pasé la mano por la cabeza y suspiré:
–En serio, Jesús. Con lo que me costó que Marcos me diera bola y la cagué así. No tengo remedio, el pez por la boca muere. Se termina el año y sigo igual que cuando empezó.
Jesús juntó las manos y habló:
–A ver, no voy a culpar a Marcos porque su enojo está justificado y es totalmente entendible. Pero tampoco te mortifiques así. Fue un accidente, un lapsus. No quisiste decirle eso, pero te salió. Y si te salió, un motivo tiene que haber. Deberías revisar tus sentimientos para con Jorge y sincerarte a vos misma, qué te está pasando con él.
–No, no. A ver, Jorge es mi amigo. Quedamos en tener una amistad y nada más. Bueno, en realidad, es una amistad con derecho a cama, ¿entendés? ¡somos humanos! Pero hasta ahí llega todo. Prohibido enamorarse, no hay nada que revisar o sincerar.
–¿Estás bien segura?
–Sí.
–Y él, ¿piensa igual? ¿siente exactamente lo mismo?

Me quedé muda. Qué buena pregunta... Tan buena que no la podía responder.


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26 octubre 2012

Cuando la vida nos sorprende

Daffodilly by ~noku-tsuki | Deviantart.com

–Hola. ¿Te molesta si me siento acá?
Tan ensimismada estaba yo en mis pensamientos que sólo atiné a mover la cabeza sin pronunciar palabra. El Starbucks estaba hasta las manos en esa mañana fría de agosto y yo intentaba sin éxito escribir algo en mi libreta. Me dí a la tarea de hacer dibujos sin sentido hasta que se me ocurriera alguna buena idea. Hice algo parecido a un narciso y lo pinté con resaltador amarillo.
–Me gusta esa flor que dibujaste. Es un narciso, ¿no? –escucho decir a mi eventual acompañante en el sillón.
Levanté la mirada para verlo mejor porque cuando me preguntó ni siquiera me tomé ese trabajo.
"Ay ay ay, me morí y estoy en el cielo" pensé. No había visto una fisonomía más delicada ni un par de ojos celestegrises más bonitos en toda mi vida. Hasta las arruguillas alrededor de sus ojos eran increíblemente perfectas. Un ángel masculino, sí señor.
Él sorbió su café y me miró con una leve sonrisa. Le devolví el gesto y bajé la mirada. Me preguntó si esperaba a alguien y le dije que no, que me habían cancelado una reunión y no quería volver a la oficina temprano. Él me contó que tenía que encontrarse con alguien pero nunca apareció y decidió tomarse un café para no sentirse tan idiota.
¡Por favor! ¿Qué estúpida dejaría plantado a semejante bombón? Como para agarrarla a trompadas.
Conversamos de cosas nimias y una hora después, con más confianza, hablamos de nuestras vidas. Estado civil, soltero igual que yo (eso lo hizo mucho más fascinante). Su profesión, electricista. Y su lugar de residencia, una pequeña ciudad en la provincia de Buenos Aires llamada General Pinto.
Decidimos salir a caminar un rato. El sol estaba delicioso y dimos un paseo por Plaza San Martín. Por alguna involuntaria razón (o tal vez no) me tomó de la mano al subir las escaleras. De pronto, me quedé parada en un escalón a la misma altura que él, y él se acercó suavemente para darme un beso. No sé cuánto tiempo pasó desde ese instante, pero cuando nos dimos cuenta estábamos fuertemente amarrados uno al otro con nuestros brazos por debajo de los abrigos.
–¿Sabés? Encontrarte a vos hoy fue una sorpresa más linda que tuve en mucho tiempo. –murmuró.
–La vida siempre nos sorprende. –le susurré al oído.
Una melodía sonó. Él metió rápidamente la mano en el bolsillo y atendió el celular. Una voz de mujer se escuchó del otro lado. Él le habló, un poco nervioso. Ella le pedía su ubicación para pasar a buscarlo y él le indicaba que pasara del otro extremo de la plaza, sobre Santa Fe. Cortó y me dijo que era la persona que lo había dejado plantado esa mañana.
–Es mi jefa. –dijo, como disculpándose.
–La patrona... –repliqué arqueando las cejas.
–No no, de verdad es mi jefa. Y es un sargento. –contestó guardando el teléfono.
Me miró y me dio un fuerte abrazo, aspiró con fuerza el perfume de mi cuello y me confesó que luego de cierto trámite que tenía que hacer con la mencionada se estaba volviendo a su ciudad. Que venía a Buenos Aires una o dos veces al mes por trámites de trabajo, y luego tenía que volver. "Quisiera poder quedarme más tiempo" confesó. Yo no me inmuté, porque ya estaba acostumbrada que en mi mundo, luego del vals, cuando dan las doce campanadas, es el príncipe el que huye mientras la princesa se queda mirando desde lo alto de la escalinata, con el zapatito en la mano, deseando tener la puntería necesaria para darle un perfecto taconazo en medio de la cabeza.
Caminamos de la mano hasta la esquina. Rápidamente saqué mi cuaderno, corté como pude la hoja donde había dibujado la flor. En ese momento un auto celeste toca bocina.
–Para vos. –le dije, poniendo la hoja doblada en la mano de él.
Me sonrió, a modo de despedida. Cruzó la calle y subió rápidamente al auto.
Yo giré para bajar por la Av. Alem hasta la redacción del diario. Me asomé al despacho de mi jefe y lo encontré hablando por teléfono, histérico. Me miró por encima de los lentes y levantó la mano por todo saludo.
–Cuando vos no estás, ni él se aguanta. –me dice uno de los editores que rondaba por la puerta, esperando hablar con él.
Suspiré y llamé al restaurante para pedir su plato favorito para el almuerzo: ñoquis con bolognesa; siempre lo dejan de buen humor.

El tiempo pasó y ya casi me había olvidado de mi casual encuentro con ese ángel, hasta que una mañana bien temprano me encuentro en mi escritorio un ramito de narcisos amarillos y un sobrecito con mi nombre. Lo abro. Encontré una tarjeta blanca que decía: "Hoy 12:30 en las escaleras de la plaza". El corazón me latía alocado. Narcisos, las escaleras de Plaza San Martín... ¿Es posible que fuera él? ¿Que no me haya olvidado?
Corrí a la recepción del edificio y pregunté quién me había dejado el presente y cómo era. El guardia me dio una descripción que coincidía mucho con la de mi recuerdo de él. Yo estaba anonadada y me llovían estrellitas.
En efecto, él estaba esperándome ahí, en el lugar y la hora señalados. Con la misma mirada, la misma sonrisa, el mismo abrazo apretado y la misma forma de besar. No hubo preguntas ni cuestionamientos ni explicaciones de nada.
Cuando la vida te sorprende así, simplemente, hay que dejarse llevar.


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18 octubre 2012

Ojos de caleidoscopio

Spirit Guide by ~RedBlizzard | Deviantart.com
"Esa mirada melancólica, que parece haber atravesado el Mar del Tiempo desde lo más profundo"
"Un día, una fría mañana, el hombre que de verdad me ama vendrá por mí, con su sobretodo negro y su larga bufanda blanca. Y yo, sin saber si estoy despierta o soñando, voy a escapar por la ventana para irme con él. Voy a dejar atrás la vida que había vivido hasta ese momento para volver con él a donde pertenecemos. Él me ha buscado y me ha encontrado. Yo lo he esperado y a partir de ahora seremos inseparables, como siempre debió haber sido. 
¿Cómo es él? ¡Es hermoso! Podría estar un día entero describiéndolo. Pero lo más bello y misterioso de él son sus ojos. A veces son azules, otras veces son verdes, grises, o ámbar. Ojos de caleidoscopio, como los de Lucy. Pero en esa mirada melancólica, que parece haber atravesado el Mar del Tiempo desde lo más profundo y hacia lo infinito, se esconde el secreto para llegar a Pepperland." 

"El camino a Pepperland" es un raro relato onírico escrito por mí en 2001... Me gustó esta parte, y por eso la transcribo aquí, un poco editada. No me trae buenos recuerdos porque fue escrito en una época oscura de mi vida. Oh sí, mi vida está llena de épocas oscuras. Pero está bien escrito a pesar de todo. La parte original (o tal vez no tanto) está en que la historia está ambientada en la mística Beatle del "Yellow Submarine" y habla, oh casualidad, del amor entre un hombre vestido de negro y una mujer vestida de blanco. Como John y Yoko. Siempre admiré ese amor, esa unión, esa simbiosis entre ellos dos. Y yo decía, wauuu quiero un amor así en mi vida.

Supongo que con una buena edición y arreglos se puede sacar algo interesante de esto. Las cosas que se encuentran revolviendo backups, ¿no?


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11 octubre 2012

El hombre de la ventana

Alina by romadmtrch | Deviantart.com
"No todos los días viene una chica linda a mi ventana a cantarme una canción."

–¿Sabés una cosa, Rodrigo? Un día, te voy a cantar acá, frente a tu balcón, una canción sólo para vos. Y vos te vas a asomar por la ventana, te vas a emocionar como una damisela y vas a morir de amor por mí.
Él se rió de mi confesión y dijo que, aunque era una locura, se sentiría muy halagado que alguien como yo le dedicara una canción.

Rodrigo tiene los ojos oscuros más hermosos que había visto en mi vida, y lo conocí en una fiesta donde tocamos mi grupo y yo. Fue vernos, y sentir ese flechazo que te atraviesa de lado a lado el corazón. Estaba dispuesta a todo para lograr su atención. Pues, la obtuve, y pasamos seis idílicos meses a puro romance. Pero de a poco él empezó a alejarse de mí, porque no le simpatizaba la forma en que yo me ganaba la vida, como camarera y música aficionada. Yo era así, y tenía que aceptarlo. Se distanció de mí y yo no podía dejar de pensar en él.
Si fui capaz de hacer que se fijara en mí, tengo que ser capaz ahora de recuperarlo. Y entonces, decidí hacer realidad aquella loca confesión: compuse para él una balada de amor, la practiqué con dos de mis amigos durante tres semanas y luego les conté mis planes:
–Chicos, el próximo sábado vamos a cantar esta canción en la puerta de la casa de Rodrigo. Así como una serenata.
–Nooo, estás mal, boluda. Nos van a sacar corriendo. –me dijo Dante, el bajista.
Tichu, el baterista no dijo nada pero le dio un ataque de risa fenomenal. Tuve que aguantarlos durante los ensayos siguientes, pero no me importaba nada. Estaba loca de amor.
Le mandé un mail amistoso a Rodrigo para asegurarme que estaría allí ese día y me contestó que sí. Ese sábado metimos las guitarras, batería electrónica, amplificador y cables en el auto de Tichu, y nos dirigimos a Coghland. Buscamos la dirección y la encontramos. Preparamos todo tal como lo habíamos ensayado (las guitarras y amplificadores enchufadas a la batería del auto), trepé al balcón para tocar varias veces en la persiana, y antes de que él se asomara empezamos con la música.
"No hay un amor como el mío..." cantaba yo con mi mejor voz.
Rápidamente los vecinos salieron a la vereda, o se asomaron a las puertas y las ventanas. A mitad de la canción teníamos una ronda de curiosos mirándonos. Una mujer joven abrió la puerta de la casa y se asomó con una niña en brazos.
De pronto, la ventana de Rodrigo se abrió lentamente.
Un hombre de pelo entrecano con la pinta de Jean Reno nos miró con sorpresa. Me quedé muda. Mis amigos dejaron de tocar. Éste posó ambas manos en la baranda de la ventana y sus ojos verdes en mí. Me sentí como un bicho bolita cuando lo empujan con el dedo.
–¿Qué hacen ustedes acá? –dijo con tono firme y claro, sin enojo pero con total autoridad.
Los vecinos murmuraron. Yo tosí, miré a mis amigos (que querían comerme cruda) y contesté:
–Este, ah, mire... Buscábamos a Rodrigo.
El hombre de la ventana ahora tenía cara de no entender nada. De pronto, la mujer joven que se había asomado dijo:
–¡Ah, sí sí! ¡Rodrigo, papá! El concheto jodido que alquilaba ahí adelante. –dijo mirando al hombre de la ventana. Éste asintió y ella continuó: –Se fue hace dos semanas mas o menos. Dijo que le habían ofrecido una beca de no se qué en Australia. Vendió todo y se fue.
Me sentí la más estúpida de las estúpidas. Rodrigo no me dijo nada, o bien porque no se esperaba la sorpresa o tal vez para que me encontrara con la sopresa. Sea como sea, ahí estaba yo, haciendo el ridículo delante de todo el barrio, queriendo que la tierra me tragara.
El hombre de la ventana también se unió al coro de risas y meneaba la cabeza. Yo me pasé la mano por la cabeza pensando en la forma de zafar elegantemente. Alcancé a balbucear con muchos nervios:
–Bueno, ehmmm... Disculpe si lo molestamos, señor. Ya... mejor nos vamos.
–Ah, cómo, ¿se van sin terminar la canción? –preguntó alegremente. Los curiosos del barrio también pidieron a coro que siguiéramos con el show. Y él añadió: –No todos los días viene una chica linda a mi ventana a cantarme una canción.
Miré a mis amigos y ellos entendieron a la perfección: nuestro ego de músicos no podía negarse ante un público tan entusiasta. Terminamos la canción, nos aplaudieron efusivamente y nos pidieron otra. Accedimos, volvimos a disculparnos con el hombre-de-la-ventana y empezamos a guardar todo en el auto, mientras algunos vecinos se acercaban a saludar y felicitarnos.
El susodicho salió. Ahora llevaba puestos unos lentes. Se había lavado la cara y mojado un poco el pelo. Noté que era un hombre algo grande de edad, pero físicamente se lo veía tan bien como cualquier fibroso veinteañero debajo de esa remera negra y jeans azul oscuro. Me alucinan los tipos que usan remera negra y jeans azul oscuro, oh sí. Nos saludó con una amplia sonrisa, Dante le agradeció que no nos haya corrido a manguerazos por el atrevimiento. "Fue idea de la señorita, don" dijo con sorna el muy roñoso mientras enrrollaba cables por enésima vez. El hombre-de-la-ventana rió y luego se dirigió a mí:
–Así que fue tu idea.
–Sí, jeje, tengo ideas muy locas a veces.
–dije con algo de vergüenza.
–Pero además tenés una linda voz, y mucho talento...
Mis amigos me miraron de reojo y se reían por lo bajo, hijosdeputa.
–Qué pena, me encontraste a mí y no a tu Rodrigo. –continuó.
–Ah, sí. Disculpe usted por haberlo hecho quedar como un tonto delante de todos los vecinos. 
–Bah, me tiene sin cuidado, me conocen de hace años.
–Si hubiese salido su esposa yo estaría ahora metida en un quilombo difícil de explicar.
–Tranquila, no tengo esposa.
–remató él, con una sonrisa que derretía hasta el Perito Moreno.
La niñita que se había asomado a la puerta en brazos de su mamá se nos acercó. Abrazó la pierna del hombre y señalándome con su dedito dijo muy campante:
–¿Ves? ¡Necesitás una novia así, abuelo!
¿Eh? ¿Le dijo abuelo?
Tichu se acercó para darle al hombre-de-la-ventana una invitación sin cargo para nuestra próxima presentación; nos despedimos de él y partimos veloces de vuelta a Barracas. Mis amigos tenían que trabajar esa noche, así que me dejaron en casa. Me tomé una botella entera de cerveza para ahogar el mal rato y me dormí sin saber si reír o llorar.

No le hubiese prestado demasiada atención al asunto si no fuera porque el hombre-de-la-ventana se apareció en primera fila el día del recital. Cuando terminamos, nos felicitó a todos. A mí me dijo que estaba hermosa, que su nombre era Esteban, y que si no me importaba su edad y el hecho de que fuera abuelo, que aceptara ir a tomar algo con él. Con tanta amabilidad quién podía negarse. Fuimos a un bar tranquilo, nos reímos de lo sucedido aquella tarde y de muchas otras cosas más que hablamos. Dimos un largo paseo por Plaza Francia y bajo la luna en cuarto creciente nos dimos un largo beso. Fue una noche maravillosa.

¿Y qué pasó con Rodrigo? Ah, me escribió un mail diciendo que "se había olvidado" de contarme que se fue a Australia. Yo le contesté que gracias a su "descuido" yo hice el ridículo delante del "viejo podrido" dueño del departamento, pero las cosas dieron un giro inesperado y ahora estaba saliendo con él. Le deseé éxito en su beca y una vida linda rodeada de canguros y osos koala.

La postdata fue más soez, y no creo que valga la pena repetirla aquí porque ya se imaginarán. Colorín colorado, más vale rey en mano que principito azul volando.

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