11 julio 2016

La mirada de esos ojos negros

"Yours truly" by ntscha | Deviantart.com

Adrián desapareció, sin palabras ni excusas, un día después del cumpleaños de Meli. No le dijo "no sos vos, soy yo" ni "tomémonos un tiempo". No respondió tampoco a ninguno de los mensajes de Whatsapp que ella le envió, optó simplemente por "clavar el visto" y ya. Decidió que quería estar libre los fines de semana para jugar al tenis, al golf, tirarse desnudo en la cama a ver el partido o una película con un sánguche de milanesa completo todo para él solo.
Ella, por su parte, no guardó luto. Ni rencor. Le costó entender tal actitud por parte de él, pero como a ella también le sobraba actitud, no perdió el tiempo llorando y volvió al ruedo inmediatamente. Empezó a salir de juerga con sus amigas y amigos otra vez, se compró ropa, se apuntó en Tinder, aceptó todas las invitaciones a fiestas y cocktails, bailó y bebió todo lo que quiso, y conoció muchos candidatos potables. Sin embargo, ya le había tomado el gusto a esa vida de soltera despreocupada hasta que un día, en una fiesta, un amigo de un amigo le presentó a otro amigo y la buena onda fue recíproca y correspondida. Una semana más tarde volvieron a salir, y así, empezaron a verse más seguido, ir al cine, a cenar, conversar, y todas esas cosas que hacen las parejas que se están conociendo.
Así, pasó un año, Meli volvió a cumplir un año más y ese día recibió un mensaje por parte de Adrián, deseándole feliz cumpleaños. Ella casi se atragantó y por consejo de sus amigas no contestó inmediatamente, lo dejó en visto y le respondió un par de días después, a las tres y media de la madrugada y completamente pasada de copas:
–¿Por qué volviste?
–Nunca me fui
–Los hombres vuelven cuando no tienen dónde ponerla
–¿Esa es tu experiencia?
–Entonces, ¿hay una explicación?
–No hay ninguna explicación
Y eso fue todo lo que hablaron.

Pero la casualidad hizo que ambos se cruzaran en el mismo restaurante una noche. Meli estaba acompañada de su candidato y Adrián, acompañado de una dama que no le interesaba mucho pero como estaba solo aburrido y ella había insistido tanto, terminó aceptando. A pesar de que había varias mesas de distancia, se los podía ver perfectamente. Y vió, después de tanto tiempo, esa mirada en ella, la mirada brillante de esos ojos negros.
Esa mirada, la misma que lo vió a él durante tanto tiempo...
Empezó a pensar, qué le habrá visto al tipo ese, flaco, alto, pelo oscuro, bien afeitado pero con cara de nabo, con esos lentes cuadrados de profesor chiflado. Y él, qué habrá visto en ella; tal vez lo mismo que vio él hace algún tiempo: lindas piernas, nariz perfecta, un poco cascarrabias pero con buen gusto para casi todo...
Hasta ahí llegaron sus pensamientos porque de pronto, un golpe seco lo trajo de vuelta de sus pensamientos. Su acompañante estaba de pie, con un puño sobre la mesa, mirándolo con cara de pantera a punto de atacar, y todos los demás comensales incluso los mozos también los estaban mirando. ¿Ella había dicho algo en algún momento? ¿Le pidió explicaciones?
No supo qué decir, y sin pensarlo mucho le salieron las palabras, sin más: –No tengo ninguna explicación.
La pobre mujer no dijo más nada, bufó furiosa y se fue. Él la siguió con la mirada hasta que salió del restaurante. Suspiró, se sirvió más vino y luego de unos minutos ordenó ravioles con salsa de cuatro quesos para cenar. Giró la cabeza para ver donde estaba Meli. Ella y su acompañante seguían ahí, ajenos a todo. Otra vez esa mirada dulce, profunda, brillante, y esas manos, esa sonrisa, esa vocecita que hablaba como en un susurro, alguna vez le dijo "te quiero" al oído. Ahora todo eso le pertenecía a otro.
Fue en ese instante, apenas un segundo, en el que se dio cuenta que la extrañaba y que nunca debió dejarla. No tenía una explicación ni siquiera para sí mismo.

:heart:

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