12 junio 2013

Un refugio a dónde ir

'93 million miles from the Sun' by iNeedChemicalX » Deviantart.com
Nunca supe si alguna vez hubo amor entre nosotros. Simplemente, estábamos juntos. 

–Somos almas en pena, Ale...

–¿Te parece, Chucho?
Suspiró y echó la cabeza hacia atrás. Yo simplemente apoyé la cabeza sobre su hombro. Nos quedamos en silencio dentro del auto, mirando el atardecer en el río. Era una tarde tranquila, tanto que solo se escuchaba el sonido de nuestra respiración, casi al unísono.
¡Tanto pero tanto teníamos en común el Chucho y yo! Los dos éramos un poco raros, inmaduros, alocados, atorrantes... Y teníamos el corazón roto. Los dos nos enamorábamos siempre de las personas que no nos amaban. Los dos quedábamos siempre a la deriva, heridos, sangrando ilusiones.
Extendió su mano lentamente para agarrar la mía, entrelazando los dedos.
–Es como decías vos. El amor es un puto malentendido.
–Putísimo.
–No aprendemos más. Siempre reincidimos. Reincidimos, putamadre, reincidimos...
No dije nada. Pensaba en todo y no pensaba en nada. Él bajó el vidrio y se encendió un cigarrillo. Yo miraba algún punto perdido en el horizonte. Chucho estaba de mal humor, deprimido, repodrido de enamorarse de las minas que no lo aman. La presión por no decir algún disparate que lo ponga peor me estaba ahogando.
–Me gustó el video del perrito que subiste al Facebook... –dije, tratando de cambiar de tema.
Levantó una ceja pero no dijo nada. Dio una pitada al cigarrillo y se rascó la oreja. Hablé algunas nimiedades cuando de pronto (no sé si fue una impresión mía) lo vi hacer un ligerísimo puchero; como un chico que quiere demostrar que es valiente y no va a llorar, y se la aguanta todo lo que puede pero se le escapa una mueca cuando nadie lo ve. Dio la última pitada y tiró lejos el cigarrillo.
–Ay Chucho... –dije, acariciándole el pelo.
Cerró los ojos. Le abrí los brazos y me abrazó, hundiendo la cabeza en mi cuello. Suspiró un par de veces y finalmente, en silencio, empezó a llorar. Lo acuné suavemente mientras le rascaba despacito la espalda, como solía hacer con mi sobrinito para que se durmiera la siesta. Le canté en voz muy baja su canción favorita "puedes para toda la vida olvidar que tambien hubo alegrías..." y él me siguió en el estribillo, casi en un susurro. El sol se ocultó y se encendieron las primeras luces de la calle.

Nunca supe si alguna vez hubo amor entre nosotros. Simplemente, estábamos juntos. Porque juntos nos sentíamos fuertes, juntos construíamos un refugio a donde ir cada vez que se desataba con furia esa tormenta de sentimientos no correspondidos que sacude desde el alma y hasta los huesos. Y también sabíamos que, una vez que todo pasara y saliera el arco iris, cada cual seguiría su propio camino.