30 diciembre 2012

Entre dos fuegos

'Together' by ~ANiMEAddiCt4EVA | Deviantart.com
A su vez, estos dos pajaritos son amigos entre sí, e ignoran que salís con ambos...

–Lalo, esto no es normal... ¡Me voy a volver loca! –dijo Alejandra, de ligero mal humor, y luego dio una fenomenal mordida a su medialuna de manteca. Lalo, por su parte, echaba un sobre de azúcar al capuccino y revolvía tranquilamente.
–Bueno mami, vos tranquila. –dijo él, con su característico tono suave de amigo gay. –A ver, Toto es tu amigo, Jorge es tu amigo. A su vez, estos dos pajaritos son amigos entre sí, e ignoran que salís con ambos...
–¿Te das cuenta? No podía haber sido más bizarra la situación. Soy una flor de boluda.
–¿Pero que onda con Toto, nena? Nunca terminé de entender de qué la juega en tu vida ese tipo.
–Mirá Lalo, a mí ese chabón me compró con la mirada. Sí, con la mirada solamente. Bailamos, hablamos, después salimos, y esa mirada de perrito sin dueño me desarmó por completo. En el fondo, es como un chico perdido. Yo me siento igual que él a veces. Como rara, perdida, dispersa. Su angustia es mi angustia, su fuerza es mi fuerza, su alegría es mi alegría. ¡Es como si estuviésemos unidos, de alguna forma por un lazo invisible!
–¿Y te llama? ¿Te manda mensajitos? ¿Se preocupa por vos?
–No, nada de nada. Si yo no le hablo, él no me habla ni me llama.
Alejandra se comió la segunda medialuna con la misma ansiedad que la primera.
–Ah, pero es un pelotudo importante. Mandalo a cagar, ¿de que te sirve un flaco así?
–Es que en cierto punto, me gusta que las cosas sean así. Pero también me duele que sean así. No puedo vivir con eso y no puedo vivir sin eso. Siento como una tristeza que sé que no es mía, pero me la tengo que fumar igual.
Lalo sorbió su capuccino y la miró con los ojos muy abiertos. Luego exclamó:
–Te juro que no lo entiendo, nena.
–Yo tampoco.
–Y por el otro lado tenemos a Jorgito.
–Así es. Vos ya lo conocés, es un amor de persona, es educado, atento, prolijito, impecable. ¡el hombre perfecto!
–Pero... –dijo Lalo, recalcando las vocales.
–Pero no quiero enamorarme de él.
–Entonces, ordenemos las cosas Ale. –sorbió el último trago de su capuccino y luego apartó la taza. –Vos no tenés obligación de salvar a Toto de sus angustias y problemas. Vive en su burbuja y no te permite entrar pero quiere que estés del lado de afuera para no sentirse solo. ¿Sabés hasta cuando? Hasta que encuentre otra minita que le quepa. Sí, mi amor. Los putañeros son así, perdoname que te lo diga. Es como un nene desprotegido pero déspota al mismo tiempo, y como sabe que esa miradita tierna surte el mismo efecto en todas las mujeres, usará esa arma para tener a todas las que pueda alrededor suyo, ¿entendés? Además, ¡es un forro! Debería estar agradecido que una mujer linda e inteligente como vos le da bola. 
–Últimamente no hace otra cosa que llenar su Facebook de minitas. Siento como que él mismo está saboteando todo lo bueno que yo le doy.
–¿Y lo querés?
–Lo quiero. Pero no lo amo. No me puedo enamorar de eso.
–Y Jorgito, es el némesis de Toto. Después de todo lo que pasó, creo que es hasta justificable que esté tan apegado a vos. Él realmente te aprecia en todas tus dimensiones. No es por nada mamucha, pero si yo tuviera que tomar partido, me quedo con Jorge.
–No se trata de decidir quién es el mejor partido. Yo también quiero a Jorge, lo adoro, pero no me quiero enamorar. No puedo enamorarme. ¿Sabés por qué? Porque no lo puedo salvar de su depresión. No sería amor, sería una droga. Yo no puedo reemplazar a la mujer que perdió. Si lo salvo, voy a estar obligada a salvarlo por el resto de mi vida, y no sé si puedo cargar con esa responsabilidad, ¿y si todo se va al carajo? ¡Se pega un tiro! 
Alejandra sorbió el resto de su café con leche. Lalo se comió la tercera medialuna que su amiga dejó intacta y se quedaron en silencio unos segundos. Luego, él habló:
–¡Ah! Te digo por experiencia, no hay nada más feo que quedar entre dos fuegos. Una vez me pasó, con un vecinito que estudiaba abogacía y un profesor de la academia. Al principio me gustó tener la atención de los dos, era excitante, ¡pura adrenalina! Pero después me atacó la culpa, empezaron a celarme, a controlarme, y cuando vi que las cosas se me iban de las manos, tuve que dejarlos a ambos. Te digo, que si estos dos, si por esas putas casualidades se enteran que andás con uno y otro, largar no te van a largar, pero son capaces de agarrarse a piñas.
–¡Ay no, ni lo digas! Al final, yo no creo en el amor y sin embargo, el amor me persigue. ¿Por qué es todo tan difícil, che? 
–Porque el amor es un malentendido. Porque siempre te enamorás del que no te ama y te ama el que no podés ni ver.
–Es así. Que verga...
Se descostillaron de risa y luego Alejandra llamó al mozo. Pagó la cuenta, salieron del Shopping y se alejaron por la avenida caminando despacio, tomados del brazo, como dos viejas comadres que se han puesto al día con los chismes.


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