11 octubre 2012

El hombre de la ventana

Alina by romadmtrch | Deviantart.com
"No todos los días viene una chica linda a mi ventana a cantarme una canción."

–¿Sabés una cosa, Rodrigo? Un día, te voy a cantar acá, frente a tu balcón, una canción sólo para vos. Y vos te vas a asomar por la ventana, te vas a emocionar como una damisela y vas a morir de amor por mí.
Él se rió de mi confesión y dijo que, aunque era una locura, se sentiría muy halagado que alguien como yo le dedicara una canción.

Rodrigo tiene los ojos oscuros más hermosos que había visto en mi vida, y lo conocí en una fiesta donde tocamos mi grupo y yo. Fue vernos, y sentir ese flechazo que te atraviesa de lado a lado el corazón. Estaba dispuesta a todo para lograr su atención. Pues, la obtuve, y pasamos seis idílicos meses a puro romance. Pero de a poco él empezó a alejarse de mí, porque no le simpatizaba la forma en que yo me ganaba la vida, como camarera y música aficionada. Yo era así, y tenía que aceptarlo. Se distanció de mí y yo no podía dejar de pensar en él.
Si fui capaz de hacer que se fijara en mí, tengo que ser capaz ahora de recuperarlo. Y entonces, decidí hacer realidad aquella loca confesión: compuse para él una balada de amor, la practiqué con dos de mis amigos durante tres semanas y luego les conté mis planes:
–Chicos, el próximo sábado vamos a cantar esta canción en la puerta de la casa de Rodrigo. Así como una serenata.
–Nooo, estás mal, boluda. Nos van a sacar corriendo. –me dijo Dante, el bajista.
Tichu, el baterista no dijo nada pero le dio un ataque de risa fenomenal. Tuve que aguantarlos durante los ensayos siguientes, pero no me importaba nada. Estaba loca de amor.
Le mandé un mail amistoso a Rodrigo para asegurarme que estaría allí ese día y me contestó que sí. Ese sábado metimos las guitarras, batería electrónica, amplificador y cables en el auto de Tichu, y nos dirigimos a Coghland. Buscamos la dirección y la encontramos. Preparamos todo tal como lo habíamos ensayado (las guitarras y amplificadores enchufadas a la batería del auto), trepé al balcón para tocar varias veces en la persiana, y antes de que él se asomara empezamos con la música.
"No hay un amor como el mío..." cantaba yo con mi mejor voz.
Rápidamente los vecinos salieron a la vereda, o se asomaron a las puertas y las ventanas. A mitad de la canción teníamos una ronda de curiosos mirándonos. Una mujer joven abrió la puerta de la casa y se asomó con una niña en brazos.
De pronto, la ventana de Rodrigo se abrió lentamente.
Un hombre de pelo entrecano con la pinta de Jean Reno nos miró con sorpresa. Me quedé muda. Mis amigos dejaron de tocar. Éste posó ambas manos en la baranda de la ventana y sus ojos verdes en mí. Me sentí como un bicho bolita cuando lo empujan con el dedo.
–¿Qué hacen ustedes acá? –dijo con tono firme y claro, sin enojo pero con total autoridad.
Los vecinos murmuraron. Yo tosí, miré a mis amigos (que querían comerme cruda) y contesté:
–Este, ah, mire... Buscábamos a Rodrigo.
El hombre de la ventana ahora tenía cara de no entender nada. De pronto, la mujer joven que se había asomado dijo:
–¡Ah, sí sí! ¡Rodrigo, papá! El concheto jodido que alquilaba ahí adelante. –dijo mirando al hombre de la ventana. Éste asintió y ella continuó: –Se fue hace dos semanas mas o menos. Dijo que le habían ofrecido una beca de no se qué en Australia. Vendió todo y se fue.
Me sentí la más estúpida de las estúpidas. Rodrigo no me dijo nada, o bien porque no se esperaba la sorpresa o tal vez para que me encontrara con la sopresa. Sea como sea, ahí estaba yo, haciendo el ridículo delante de todo el barrio, queriendo que la tierra me tragara.
El hombre de la ventana también se unió al coro de risas y meneaba la cabeza. Yo me pasé la mano por la cabeza pensando en la forma de zafar elegantemente. Alcancé a balbucear con muchos nervios:
–Bueno, ehmmm... Disculpe si lo molestamos, señor. Ya... mejor nos vamos.
–Ah, cómo, ¿se van sin terminar la canción? –preguntó alegremente. Los curiosos del barrio también pidieron a coro que siguiéramos con el show. Y él añadió: –No todos los días viene una chica linda a mi ventana a cantarme una canción.
Miré a mis amigos y ellos entendieron a la perfección: nuestro ego de músicos no podía negarse ante un público tan entusiasta. Terminamos la canción, nos aplaudieron efusivamente y nos pidieron otra. Accedimos, volvimos a disculparnos con el hombre-de-la-ventana y empezamos a guardar todo en el auto, mientras algunos vecinos se acercaban a saludar y felicitarnos.
El susodicho salió. Ahora llevaba puestos unos lentes. Se había lavado la cara y mojado un poco el pelo. Noté que era un hombre algo grande de edad, pero físicamente se lo veía tan bien como cualquier fibroso veinteañero debajo de esa remera negra y jeans azul oscuro. Me alucinan los tipos que usan remera negra y jeans azul oscuro, oh sí. Nos saludó con una amplia sonrisa, Dante le agradeció que no nos haya corrido a manguerazos por el atrevimiento. "Fue idea de la señorita, don" dijo con sorna el muy roñoso mientras enrrollaba cables por enésima vez. El hombre-de-la-ventana rió y luego se dirigió a mí:
–Así que fue tu idea.
–Sí, jeje, tengo ideas muy locas a veces.
–dije con algo de vergüenza.
–Pero además tenés una linda voz, y mucho talento...
Mis amigos me miraron de reojo y se reían por lo bajo, hijosdeputa.
–Qué pena, me encontraste a mí y no a tu Rodrigo. –continuó.
–Ah, sí. Disculpe usted por haberlo hecho quedar como un tonto delante de todos los vecinos. 
–Bah, me tiene sin cuidado, me conocen de hace años.
–Si hubiese salido su esposa yo estaría ahora metida en un quilombo difícil de explicar.
–Tranquila, no tengo esposa.
–remató él, con una sonrisa que derretía hasta el Perito Moreno.
La niñita que se había asomado a la puerta en brazos de su mamá se nos acercó. Abrazó la pierna del hombre y señalándome con su dedito dijo muy campante:
–¿Ves? ¡Necesitás una novia así, abuelo!
¿Eh? ¿Le dijo abuelo?
Tichu se acercó para darle al hombre-de-la-ventana una invitación sin cargo para nuestra próxima presentación; nos despedimos de él y partimos veloces de vuelta a Barracas. Mis amigos tenían que trabajar esa noche, así que me dejaron en casa. Me tomé una botella entera de cerveza para ahogar el mal rato y me dormí sin saber si reír o llorar.

No le hubiese prestado demasiada atención al asunto si no fuera porque el hombre-de-la-ventana se apareció en primera fila el día del recital. Cuando terminamos, nos felicitó a todos. A mí me dijo que estaba hermosa, que su nombre era Esteban, y que si no me importaba su edad y el hecho de que fuera abuelo, que aceptara ir a tomar algo con él. Con tanta amabilidad quién podía negarse. Fuimos a un bar tranquilo, nos reímos de lo sucedido aquella tarde y de muchas otras cosas más que hablamos. Dimos un largo paseo por Plaza Francia y bajo la luna en cuarto creciente nos dimos un largo beso. Fue una noche maravillosa.

¿Y qué pasó con Rodrigo? Ah, me escribió un mail diciendo que "se había olvidado" de contarme que se fue a Australia. Yo le contesté que gracias a su "descuido" yo hice el ridículo delante del "viejo podrido" dueño del departamento, pero las cosas dieron un giro inesperado y ahora estaba saliendo con él. Le deseé éxito en su beca y una vida linda rodeada de canguros y osos koala.

La postdata fue más soez, y no creo que valga la pena repetirla aquí porque ya se imaginarán. Colorín colorado, más vale rey en mano que principito azul volando.

:·:

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