17 enero 2012

Historia de una apuesta y una serenata

Laundry on a piece of art by ~smola | Deviantart »
–Y tus papás, ¿cómo se conocieron? –preguntó Alejandra a Jorge, mientras tomaban una copa de buen vino en el sofá.
–Te vas a reír. –contestó él. –Fue por una apuesta.
–¿Qué? ¡Una apuesta! ¡No jodas!
–Sí, tal cual. No es joda. Todo surgió en una fiesta de cumpleaños de un compañero de trabajo. En ese entonces ambos trabajaban en la fábrica de Canale, en San Telmo. Ella era taquígrafa y papá operario. Mamá ya estaba de novia con otro flaco, y el día de la fiesta los hombres tuvieron la brillante idea de competir a ver quién hacía fondo blanco con una cerveza. André aceptó el reto, le ganó a varios y desafió al novio de mamá. En el momento de decidir qué iban a poner en juego, el muy caradura de papá le dice al otro flaco: “Si yo gano, llevo a tu novia al cine este sábado”. Mi mamá apenas lo conocía, y puso cara de espanto. Le prohibió a su noviecito que le siguiera el juego, pero estaban todos tan escabiados que ni bola. Y bueh, el chabón perdió como un idiota. Se atragantó a la mitad de la botella, escupió para todos lados...
–Ay, bonito espectáculo... –dijo ella, con una mueca.
–Yo hubiese pagado por ver eso. Pero papá, siempre un caballero, le dijo a mamá que podía negarse a ir con él si de verdad no quería. Ella dudó, pero terminó aceptando la invitación sólo para darle un lección al noviecito choto. Si hay algo que ella siempre recuerda de esa salida, fue que papá se portó como un señorito inglés, la trató como a una princesa y no amago ni siquiera a ponerle una mano en el hombro. Poco después, mamá mandó al diablo al noviecito porque le contaron que lo vieron en un baile muy acaramelado con otra chica. Éste se defendió insistiendo que era una prima, pero nadie le creyó.
–¿Y así se pusieron de novios?
–No, todavía no. Fueron amigos durante un tiempo hasta que una noche, él volvía de una despedida de soltero, con un pedo de antología encima, tuvo la genial ocurrencia de irse hasta la casa de mamá y darle una serenata en medio de la calle para hacerle saber que quería ser algo más que un amigo. En ese entonces mi familia vivía en un segundo piso en San Telmo. Imaginate, noche de viernes, dos de la matina, un tipo cantando a los gritos “Strangers in the night” en medio de la calle, los vecinos se asomaron a decirle de todo, pero principalmente que cantaba como la mierda. Mi abuelo lo amenazaba con llamar a la policía y mi tío, que era chico, cagándose de risa lo silbaba y le pedía que cante otra. Mamá estaba tan avergonzada que no sabía dónde meterse; salió al balcón a decirle que se calle y se mande a mudar, pero nada.
–No sé tu mamá, pero yo en su lugar, me sentiría toda una Julieta.
–Lo más gracioso fue que mi abuelo bajó a la vereda y en eso se acercó el policía de la esquina, que escuchó el barullo.
–Uy, ¿y lo metieron preso?
–Nah, ¿con qué cargos? ¿Por curda o por desafinado? Eran otras épocas, donde todos hablando se podían entender.
–Cierto. ¿Y qué hizo el policía?
–Primero, se mató de risa mal. Después, aplacó los ánimos de los vecinos, lo recagó a pedos a papá y se lo llevó caminando hasta la pensión donde vivía, que eran como ocho cuadras de ahí. Mamá, que vio todo detrás de la cortina del balcón, se quedó con cargo de conciencia. Ella también pensó, ¡mirá si lo meten en cana por esa pavada! Se vieron el domingo en la iglesia después de misa. Papá se acercó a dar las disculpas por la molestia, y mi abuela, muy fresca como siempre, le pidió que los acompañara a desayunar al bar de la esquina. André dudó, pero la abuela insistió tanto que aceptó. El abuelo no estaba para nada contento. Mi tío le preguntaba si de verdad los franceses no se bañan nunca y otras guarradas por el estilo. Mamá tuvo otro ataque de vergüenza y casi no hablaba. Ya en la mesa, la abuela los hizo sentar juntos y le dijo a ella en secreto: «No seas esquiva y dale una oportunidad, qué se yo, tiene cara de buen pibe, es limpito, bien educado...». Mamá lo pensó y lo repensó, y ese lunes lo esperó a la salida del trabajo y le dijo que si de verdad la quería, que nunca más volviera a hacer una locura, so pena de tirarle un macetazo por la cabeza y no hablarle nunca más. André prometió portarse bien a cambio de que le diera bola. Y ahí empezaron a noviar. Te digo más, papá se hizo famoso en esa esquina, donde todos los vecinos lo conocían por el apodo de Frank Sinatra. Bueno, y así, dos años de novios, casorio de blanco y poco después de cumplir el primer aniversario de casados mamá anunció que estaba yo en camino. Colorín colorado.
–Qué ternura… Adoro los finales felices. –dijo Alejandra riendo, y alzando su copa anunció: –¡Brindo por ellos!

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