27 diciembre 2011

Hablé con Jesús (II)

'Eat' by poezja | Deviantart.com »
–Ay Jesús, –dije yo, con las manos cruzadas en el regazo. –es terrible el sacrificio que tengo que hacer. La verdad que me agota. A veces pienso, no vale la pena, total a quien le importa. La gente siempre habla mal al fin y al cabo, hagas lo que hagas. Pero a veces digo no, no tengo que abandonar, tengo que seguir, levantarme una y mil veces, no parar... No sé cómo explicarte. Y aunque supiera, no me entenderías. ¡Ah!, los hombres no saben nada de eso.
–A los hombres también les pasa. –me dice, impasible.
–Pero a cuántos...
–Muchos más de los que te imaginás.
–Los que andan en la nueva onda metrosexual, ¿no? Porque un hombre a dieta ya queda medio rarito, ¿viste? En cambio para las mujeres es un estado permanente. La dieta es un apostolado. Las únicas que se pueden dar el lujo de rebelarse contra el sistema son esas hiperflacas que comen todo lo que quieren porque nunca engordan ni un puto gramo. ¡Que envidia!
–Te aterra el juicio del otro.

–¿Qué cosa?
–Le das demasiado valor al juicio de los demás.
–La gente, para criticar es rápida y siempre tiene mucho para decir, ¡es deporte nacional! ¿Por qué me juzgan todo el tiempo?
–¿Debería importarte?
–Si no mantengo el peso no entro en mi ropa, si no entro en mi ropa andaría en bolas por la vida, porque no estoy en condiciones de comprarme un guardarropas entero que se adapte a mis medidas. Esa es la pura verdad. La imagen es una cuestión de peso, y sino decime cuántos tipos se fijarían en una gorda antes que en una flaca. ¡Mentira eso de que prefieren un rollo a un hueso! Es un cuento para quedar bien. Te digo, tarde o temprano te empiezan a laburar la cabeza “hacelo por tu salud mi vida, te vas a sentir mejor con vos misma”, blah blah blah, y cuando te diste cuenta, estás en un gimnasio sudando
como pelotuda, a los saltos, levantando fierros, corriendo en la cinta como el hámster que corre en la ruedita eternamente para alcanzar lo inalcanzable. Y cuando llegás a bajar unos cuantos kilos, ahí llega la verdadera tortura: la de morirte por comer eso que te gusta y no poder hacerlo más de una vez a la semana. Yo digo, carajo, los científicos inventan cada gilada, ¿y no pueden inventar algo rico, nutritivo, que no engorde y no te cueste un fangote de guita?
Jesús sonrió, pero no acotó más nada. Anotó algo en su cuaderno y en eso sonaron tres campanadas a lo lejos.
La sesión con Jesús, mi psicólogo, había terminado por hoy.

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Post relacionado: Hablé con Jesús (I)

18 diciembre 2011

Ni siquiera el amor

'in bed' by ~folkartlullaby | Deviantart.com »


–Decime la verdad, estás casado, ¿no?
Tiré la pregunta en mi tono más suave, sin reproches. Después de todo, tuve la sospecha pero la pasé de largo. Qué se yo, siempre dicen que soy muy desconfiada, que la gente no es tan mala como yo pienso, que tengo que tener la mente más abierta. Tuve una ligera sensación la segunda vez que salimos, porque vino a casa pero estuvimos sólo un par de horas juntos. Vino, fichó y salió corriendo porque tenía que cenar con sus hijos. Ok, me gusta que los hombres sean responsables y estén siempre en contacto con los chicos, me encanta que sean así. Pero después me entró la duda, tres pibes de 18, 21 y 24 años tienen mejores cosas que hacer un sábado a la noche que ir a cenar con papá, ¿no? Digo, tienen amigos, novias, etc. Lo dejé pasar porque a lo mejor los tiempos cambiaron, a lo mejor es lo que los adolescentes acostumbran hacer ahora. En la semana pasó lo mismo, si no estaba ocupado con los hijos estaba cansado porque salió tarde de la oficina. Lo de la oficina lo entiendo porque me pasa lo mismo, pero los pibes ¿no son grandes para cuidarse solos? Además, ¿no se suponía que vivían con la madre? Ok, no iba a discutir eso, lo dejé pasar. La tercera vez, la excusa fue que no quería dejar el auto en la calle. Pero metélo en un estacionamiento le dije, acá a la vuelta hay uno que está abierto las 24 hs. y me dice que no, que por una noche le salía muy caro. La cuarta, o sea hoy, me tuvo todo el día de ayer insistiendo, dale voy para allá, cenamos juntos, quiero verte, te extraño, blah blah. Ahí le tiré la primera pregunta capciosa: ¿por qué no me invitás vos a tu casa? Naah mi casa es un desastre, no te va a gustar. Pero, ¿desastre en que sentido? ¿onda Kosovo? Sí, sí, algo así, y enseguida me cambió de tema. Ahí empezó la lucha interna del bien y el mal: ¿no me estará mintiendo? ¿no será este otro casado aburrido más? ¡Puta madre! ¡Qué puntería que tengo! No, en realidad no tengo nada personal contra los casados, somos todos grandes y sabemos lo que hacemos, cada cual juega el juego que más le conviene. Pero, particularmente a  mí no me gusta ser la hijadeputa que le cague la ilusión a otra mujer. Porque a lo mejor ella sí está enamorada, de verdad lo quiere. Eso me da como lástima con rabia al mismo tiempo, porque una mujer que ama perdona cualquier cosa, y nunca falta un tipo que se aproveche de eso. Lo cual me jode mucho. Los hombres dicen que las minas no tenemos códigos, ¿viste? Y ellos, que sí tienen, cuando se trata de ponerla se olvidaron de todos los códigos, no les importa nada, ni siquiera el amor...
Se quedó en silencio, quieto, durante un rato. Luego se sentó en la cama, quiso sacar los cigarrillos de la camisa y le dije que no quiero que fume en mi habitación.
Recostándose de nuevo, suspiró. Se pasó la mano por la cara y contestó con cierto abatimiento:
–Sí.

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15 diciembre 2011

La fecha en que nos conocimos


O el amor los pone olvidadizos o nunca les importó. Yo apostaría a la segunda opción, al menos para la mayoría de los hombres, porque hay curiosas excepciones.


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