08 noviembre 2011

Fuego oscuro

All Me
by ~OpenEyez | Deviantart.com »

Arribaron al antiguo hostel de campo al mediodía. La tormenta se cernía amenazante y se desató pocos minutos después de que Alejandra y su hija, Jorge y Nina entraron y se acomodaron en sus habitaciones. Bajaron los cuatro al comedor para comer algo ligero, se acomodaron en los sillones mientras veían la tormenta por las ventanas de la galería.
Alejandra estaba muy interesada en rastrear a una persona en ese lugar. Dispuesta a lograr su cometido como fuera, planeó el viaje una semana antes y se llevó a su hija y a su mejor amiga Nina, que no se encontraba en un buen momento, sentimentalmente hablando. Y Jorge se ofreció a llevarlas a todas en su viejo Valiant, aunque fueran cuatro horas y media de viaje desde Buenos Aires hasta Azul. Estaba dispuesto a no separarse de Alejandra ni siquiera por ese fin de semana largo, en la esperanza de que ella aflojara de una vez por todas y le otorgara el codiciado puesto de "novio oficial".
Nina se retiró con la excusa de darse un baño. Alejandra y Jorge conversaban con el dueño del lugar mientras la nena se iba quedando dormida plácidamente en brazos de su madre.
–Dámela que la llevo a la cama. –dijo Jorge, en voz baja. Tomó a la nena en brazos y caminó despacio hasta la habitación. Golpeó suavemente y esperó.
La puerta se abrió. Jorge se quedó algo sorprendido.
Entró, acostó cuidadosamente a Sabrina en su cama y luego se dio vuelta a mirar de nuevo a Nina.
–¿Qué? –dijo ella.
Por primera vez desde que la conocía, veía a Nina a cara lavada, sin su maquillaje dark: no llevaba los ojos y párpados negros ni los labios rojos, sólo llevaba un poco de rimel y brillo labial rosa. Notó que su piel era sonrosada y no tan pálida como le había parecido siempre. Se había puesto un solero largo de bambula color canela (que seguramente era de su amiga, porque en su guardarropa sólo cabían prendas de tonos oscuros) que dejaba entrever el corpiño negro.
–¿Qué te pasó? –preguntó Jorge, en voz baja.
–Me bañé y me di cuenta que me olvidé el neceser en casa de Ale. Tendré que prescindir del maquillaje por estos tres días.
–Y lo bien que hacés. Ahora sí parecés una mujer de verdad. –respondió Jorge, sarcástico.
Nina lo miró con ganas de que el techo se le cayera encima. Agarró sus cigarrillos y salió rápidamente sin cerrar la puerta.
–Hum, creo que metí la pata. –murmuró Jorge para sí.
Salió, cerrando la puerta cuidadosamente, y se encaminó a donde se había ido Nina. La encontró al final de la galería posterior, sentada en el suelo, fumando, con la mirada perdida en el tranquilo paisaje. La lluvia había cesado y todo en el parque estaba húmedo. Unos pájaros correteaban en el pasto en busca de algún insecto.
–Hola, tonta. –dijo al fin Jorge, en voz baja, con las manos en los bolsillos del jogging y apoyando el hombro en la pared.
Nina giró la cabeza, no dijo nada y volvió a su posición anterior.
 –En serio, estás linda así, al natural, sin esa ropa rara y sin esa pintura negra encima de los ojos. Nunca entendí el objetivo de afearse hasta parecer la hermana de Drácula.
–Vos no entendés nada, jovato. –contestó dando una pitada a su cigarrillo.
–¿Cuál es la onda de vestirse a lo Noche de Brujas todo el año?
Ella no le contestó. Lo miró con una mueca de ironía y lanzó una leve nube de humo. Jorge continuó hablando.
–En mi época, o eras Dark, Punk, Posmoderno o New Romantic. Todavía no se cuál es la diferencia.
Nina giró los ojos y se encogió de hombros.
–Hum, me voy a seguir quedando con la duda, parece.
–¿Y qué esperabas? –dijo ella con sorna. Volvió pitar su cigarrillo y, suavizando el tono de voz, le preguntó: –¿Querés saber por qué soy así? ¿De verdad querés que te cuente?
Jorge se sorprendió y asintió. Se sentó junto a ella, que le habló con tono suavizado.
–Hace muchos años, yo era pendeja, me enamoré como loca de un compañero de colegio de mi hermano mayor. Era, como decías vos, un dark. Siempre vestido de negro impecable. Dibujaba muy bien y escribía poesías. Yo estaba encandilada con su aura intelectual, su aspecto sufriente, casi teatral. Me pareció hermoso. Fue vernos, y flechazo total. Un día… –suspiró, pitó otra vez el cigarrillo y soltó el humo lentamente. –Un día me entero que el idiota fue a parar al hospital por una sobredosis de heroína. Yo fui la primera que cayó en el interrogatorio, y yo te juro que no tenía ni la más puta idea de que se daba con algo tan pesado. Un porro sí, no es nada del otro mundo. Pero esa clase de ácidos, al menos a mí nunca me había mostrado nada. Mis viejos cuando se enteraron se recalentaron y me prohibieron volver a verlo. Me prohibieron incluso que me lookeara como él, ¿podés creer? Cuando se recuperó, nos veíamos a escondidas, y empezamos a frecuentar lugares under. Yo estaba maravillada de toda esa movida... Cómo hacer del sufrimiento una filosofía, y aún así encontrar sentido a esta vida. Volvimos a enamorarnos y fuimos felices. Incluso fantaseábamos con escaparnos e irnos a vivir juntos. –hizo una pausa, dio una pitada más larga y soltó el humo con los ojos cerrados. –Y lo hubiéramos hecho, pero la felicidad nos duró poco. Estuvo en tratamiento para dejar las drogas pero siempre volvía a caer, pasaba de la euforia a la desesperación, a veces me gritaba que no quería verme nunca más y otras veces venía llorando a pedirme perdón y que no lo dejara. Y al final, cagó fuego... Sobredosis. Sufrió un par de días y murió de un paro cardíaco...
Tiró la colilla al piso y la aplastó suavemente. Miró a Jorge con los ojos húmedos.
–Ése fue mi primer amor, el más grande, y juré que iba a ser el último. Me quedé con sus dibujos y sus poemas, como un tesoro. Decidí yo también, en su memoria, abrazar ese credo oscuro, vestir de negro y no permitir que nadie me quiera o me abrace… Bah, nadie no. Mi hermana, Lalo, Alejandra y la nena me abrazan, y yo los dejo porque son los únicos que de verdad me entienden y me quieren tal cual soy. El resto, patada en el orto. Incluso vos.
–Ahora lo entiendo todo… –dijo Jorge luego de una breve pausa. Por primera vez la vio como una mujer, humana en cuerpo y alma, y sintió algo de pena, tal vez porque se vio reflejado en su pena por la pérdida de un gran amor.
–Ya ves, como dice Ale, todo tiene una explicación. –dijo ella.
–¿Y por eso siempre jugás al “toco y me voy”?
–Ajá.
–¿Y pensás seguir así toda la vida?
–¡Mirá quién habla…!
–Qué desperdicio. Es una pena, la verdad.
–Confío en que esto se queda acá y vas a tener la boca cerrada.
–No sé… –dijo Jorge, mirándola desafiante. Ella levantó la vista ceñuda y él continuó: –A lo mejor te gustaría cerrármela con un beso.
El pedido no se hizo esperar. Ella se le acercó y le dio un apretado beso en los labios… seguido de un sonoro cachetazo.
Nina se levantó y se alejó a paso rápido. Jorge se quedó quieto, un poco aturdido, acomodándose los lentes mientras pensaba si eso formaría parte de algún ritual o, peor aún, una maldición de alguna de esas extrañas tribus urbanas. Le dolía la punta de la lengua: seguramente se la había mordido por accidente con el golpe.
Sintió escalofríos y un hormigueo justo ahí donde termina la espalda. Se arrepintió enormemente de haber querido acercarse tanto a ese fuego oscuro.
–¿Qué te pasa? –preguntó Alejandra a Nina al verla cruzar.
–Nada. –dijo ella. Pero no pudo disimular que aún tenía los ojos húmedos.
–¿Nada…? ¿Seguro? –volvió a preguntar su amiga, viendo la silueta de Jorge acercándose por el pasillo.
Nina suspiró, confesó rápidamente y en voz baja:
–Me sentía triste, el tarado éste me quiso abrazar y le metí un sopapo. No entiende que no me gusta que me toquen. Perdoname Ale, no pude evitarlo.
–Ay, tontis, conmigo está todo bien. –dijo, agarrándole las dos manos con dulzura.
Jorge pasó delante de ellas, mirándolas de reojo y tocándose la mejilla colorada.
–Nah, no está enojado. –dijo Alejandra una vez que Jorge entró en su habitación. Guiñó un ojo a su amiga y añadió: –Le hace falta una sacudida amorosa. Yo me encargo de eso más tarde.
Esa fue la primera y última vez que estuvieron tan cerca el uno del otro. A pesar del incidente, Jorge no le tuvo rencor y siguieron siendo amigos durante muchos años, tal vez porque no les quedaba otra opción: ambos estaban fuertemente conectados con Alejandra (ella como amiga y él como amante) y forzosamente tenían que compartirla.
Ninguno olvidó lo ocurrido esa tarde, ni hablaron al respecto hasta que fueron lo suficientemente viejos para confesarlo y reírse del asunto.

:·:

3 comentarios:

  1. Que bueno esta tu blog te felicito muy bueno todo lo escrito... Saluditos

    ResponderEliminar
  2. Genial, che y es verdad hay personas que son mas lindas a lo natural(como yo, boe), parece que a Jorge eso lo sorprendió!. Un beso!

    ResponderEliminar
  3. Jaja, creo q en este relato Jorge se sorprendió de varias cosas! :)

    ResponderEliminar