27 octubre 2011

Historia de tres desengaños


–Y ustedes dos, ¿tienen alguna historia de cuernos y desengaños para contar?
Les había contado a mis dos compañeros de aventuras cómo mandé al diablo a mi último noviecito cuando me enteré que el granuja estaba casado y me tenía de bufón para sus momentos de ocio.
Lancé la pregunta al aire, y Arturo el fotógrafo, que venía al volante, se rió. El Loco, desde el asiento de atrás, se hizo el sota. Finalmente, el primero tomó la palabra.
–Te cuento, que tuve una novia, la primera con la que conviví acá en Buenos Aires. Pasada la luna de miel se rayó, dejó la facultad primero y el laburo después. Ella decía que necesitaba encontrarse a sí misma, pero me di cuenta que andaba en otra y se ve que no se decidía. Primero no dije nada. Pero cuando los cuernos ya no me dejaban pasar por la puerta, la encaré. Me decía que el equivocado era yo, que no la comprendía y sarasa sarasa. Era pendejo pero no tarado, me calenté y le dije que si lo quería más al otro, se fuera con él y listo. Se fue, pero se llevó todo lo que pudo, menos mi ropa, la heladera y la cocina, porque no le cabían en el bolso. Ni el tostador me dejó la guacha.
–¡Tremendo! ¿Y vos, Loco? –pregunté mirando para atrás.
El aludido miró por la ventanilla, haciéndose el distraído. Tuve que repetirle la pregunta. Me contestó con unos monosílabos inteligibles, pero no pedí traducción porque estaba casi segura que eran un par de puteadas.
Cuando llegamos a destino, el coqueto chalet del diputado al que veníamos a entrevistar ya estaba asediado por otros móviles que aguardaban ávidos que el susodicho saliera a dar declaraciones. El Loco se bajó, saludó a los cuatro colegas que ya aguardaban y empezó su trabajo fino. Le convidaron un cigarrillo, conversó, rió, y antes de retirarse palmeó varios hombros. Entró al auto y dijo: hay que esperar que la rata salga del agujero, no queda otra. Resoplamos, yo abrí el bolso extra que siempre llevo en estos casos y saqué los elementos para preparar unos mates. Arturo sacó su cámara de fotos y empezó a alistarla.
–Sí tuve un desengaño. Uno bien jodido. –escuché decir al Loco, como ensimismado, cuando le alcancé el primer mate.
Arturo y yo nos miramos, y paramos las orejas. El Loco sorbió el mate y empezó a contar:
–Hacía como cinco años que salía con la Vivi. Estaba todo bien entre nosotros, creo, hasta que entré a trabajar de cadete en el diario. Como siempre fui bueno para tirar de la lengua a la gente sin que se dieran ni cuenta, un día me empezaron a encargar laburitos que algunos periodistas no sabían o no podían hacer: chamuyar. A mí me gustaba, y no me costaba nada. A veces, me llamaban de noche y al otro día me tenía que ir al diario a primera hora de la madrugada. O quedarme hasta cualquier hora. Eso le jodió a la Vivi. Ella quería salir, ir al cine, al shopping, que la pasara a buscar. Pero a mí, andar de acá para allá, hablando con todo el mundo, preguntando, hurgando, escuchando, y volver a la oficina del jefe con el buche cargadito, eso me gustaba. Me hacía sentir importante. No quería pasarme la vida llevando y trayendo papelitos. Pero ella me empezó a joder, quería torcerme la cabeza, negro buscate otro laburo me decía a cada rato. Después empezó con el cuento que yo la engañaba con otra. Un día voy a verla a la casa, estaba con una amiga nueva, la Iris. Me la presenta y me dice, tenemos que hablar. Me dice, mirá negro, hace dos meses que estoy saliendo con ella...
Arturo abrió los ojos enormes, y a mi casi se me cae el mate de la mano.
–... y nos queremos; con ella me siento más acompañada, más contenida, me da lo que vos no me das, bla bla bla. Yo me quedé así, con esta cara de nada, no se me movía un pelo. Ella seguía hablando y hablando, mientras la Iris me miraba con esa cara de ciome que tiene. Dentro mío pensaba, chau, se volvió loca, le llenaron la cabeza, ¿qué le vio a esa gorda de mierda, si era más fea que patada en las bolas? La Vivi seguía hablando, que yo esto, que yo lo otro, y no se callaba nunca. De pronto me gritan las dos, re histéricas: "¿No vas a decir nada??".
–¿Y...? –preguntó Arturo.
–Nada. ¿Qué les iba a decir? Si ellas sólo veían sus caprichos de minita pelotuda, ¿qué carajo les iba a hablar de lo mucho que me gustaba este laburo? Porque Vivi quería un gil que le estuviera rondando las veinticuatro horas, como mosca de sorete.  
–Bueh, siempre tan descriptivo... –murmuré, y la risa casi me hace volcar el agua mientras cebaba.
–En concreto, la yegua te largó por una mina que ni siquiera era linda. –dijo Arturo.
–Tal cual. No les dije ni mú, y me fui. En el camino me iba cagando de risa. ¿Celos y culpas a mí? ¡Por favor! Me siguió llamando varios meses a casa, echándome en cara que si eso pasó fue por culpa mía. Mirá, no me rompás más las pelotas Vivi, le dije, si sos felíz dejá las cosas como están. ¡Pero insistía! Ahí me di cuenta, lo que hizo fue para darme una lección, pero le salió el tiro por la culata.
Sonrió y miró hacia un costado. Me devolvió el mate y, de pronto, irguió la cabeza, como un perro guardián que escucha un ruido extraño.
–Ahí salió la rata, che. ¡A laburar! –dijo, enérgico, y todos salimos del auto casi al mismo tiempo.
Saqué mi grabador del bolsillo, mientras me hacía lugar en el tumulto para grabar todo lo que dijera el controvertido diputado. Vi a Arturo apostado en un costado para conseguir fotos y al Loco hablando con un guardaespaldas.

La confesión de esa tarde me hizo ver al Loco un poco menos animal. Me dio como una pizca de ternura saber que él, al fin y al cabo, era humano y tenía un corazón que alguna vez probó la amarga medicina del desengaño.

:·:

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