18 agosto 2011

Donde hubo fuego

cuddling fingers 2 by ~krogaw | Deviantart.com »
Fue raro volver a verlo aquella mañana. Apenas un par de segundos que se cruzaron las miradas y se sostuvieron, y luego cada cual siguió su camino al trabajo. Lo vi tal como lo había visto hacía casi 5 años atrás, no había cambiado casi nada.
Él y yo habíamos sido amigos con derecho a roce frecuente. Amigarchis, bah. Eso era todo lo que pasaba entre nosotros. En todo ese tiempo nunca se dio cuenta que me había empezado a gustar cada vez más, y yo ya estaba apenas ahí de enamorarme como una estúpida. Pero él no quería enamorarse. O tal vez no quería enamorarse de una mina como yo, que ya había superado mi primer divorcio y ahora vivía sola y un poco alocada.
Nos habíamos conocido chateando. Pero esta vez fui lo suficientemente astuta para pedirle una foto primero (me había cansado de besar sapos), y pasada una semana me envió una que se sacó con la webcam en un cibercafé. No había salido muy favorecido, vamos a decir la verdad, pero me habían impactado esos ojos verdegrises, de mirada melancólica, y una nariz a lo Adrien Brody. Después de algunas vueltas, nos vimos una tarde para tomar un helado. Pero no pasó nada. Días después me confesó por chat que le hubiera gustado que pasara algo más ese día, pero no se había animado a dar el primer paso. Así fue que la segunda vez que nos vimos, el primer paso lo di yo. Le eché los brazos al cuello y le di un beso en la boca, los dos estábamos parados en las escaleras del subte frente a Plaza San Martín. Me acuerdo que ese día me puse mi solero nuevo color maíz con flores grises, y a él le costó dominar sus ratones. Dos semanas después vino a visitarme a mi departamento, a los pocos minutos de haber entrado nos fuimos directo a mi dormitorio. Y así, dos o tres veces por mes y durante dos años, venía a casa los sábados al mediodía y se quedaba hasta la noche. A veces nos veíamos para almorzar en el centro, o ir al cine, o simplemente pasear y estar juntos un rato, después de la oficina. Me gustaba su carácter tranquilo, su voz grave y suave, su piel blanquísima. Nos queríamos, creo que más por la necesidad de tener compañía sexual que por amor genuino y recíproco.
Por alguna extraña razón dejamos de vernos tan seguido, fue cuando yo empecé a salir con otro flaco. Las cosas con éste iban bien, así que tuve que tomar la decisión: o seguía viendo a mi amigarchis y tenía el pan y la torta asegurados, o cortaba con eso y me portaba bien. Elegí la última opción porque quería hacer las cosas bien. Y porque la doble vida me estaba matando (sí, hubo un par de ocasiones en que los dos vinieron a casa el mismo día, por suerte en diferentes horarios y no se cruzaron... menudo jaleo se hubiera armado). Se lo comenté a mi amigarchis y estuvo de acuerdo. Entonces, una tarde, en un hotel alojamiento de Belgrano, nos despedimos como corresponde en estos casos.
Casi seis meses después de eso, me llama para saber qué era de mi vida:
–Tanto tiempo, ¿que contás de bueno, linda?
–Puf, tengo una noticia tremenda. ¿A que no sabés qué me pasó?
–Ni idea, ¿qué?
–¡Estoy embarazada!

Todas esas cosas se me vinieron a la cabeza en esos dos segundos. Desvié la mirada y seguí mi camino por Santa Fé sin girar la cabeza para ver a dónde iba. Seguramente se perdió entre la multitud que transitaba la calle Florida en ese momento. No sé, quizás hubiese sido lindo que se detuviera a saludar, decirme que no se había olvidado de mí... Pero no fue así. Mejor. Donde hubo fuego cenizas quedan, y las cenizas terminan siempre bajo tierra.

Como esta historia de amor, entre otras cosas.

:·:

No hay comentarios:

Publicar un comentario