13 junio 2011

Caperucita y el Lobo en el crucero del amor

Here by ~beholdbebold | Deviantart »
Esta mañana, mientras recogía la correspondencia para mi jefe en la recepción, me encontré con Vanesa, una de las periodistas que escribía para el suplemento de Moda del diario. Volvía de un corto viaje a Punta del Este y como todavía era temprano, le sugerí que nos tomáramos un café en la cocina para chusmear.
–Contame, ¿cómo estuvo el viaje? –le dije una vez que nos acomodamos en la mesita con sendos cafés con leche de la expendedora.
–Todo bien, pero no sabés. No me vas a creer lo que me pasó ayer en el viaje de vuelta.
–¿Qué te pasó?
–Tuvimos un retraso de casi tres horas por un desperfecto en el Buquebús. Todo el mundo a las puteadas, incluso yo, porque íbamos a llegar tardísimo a Buenos Aires. Y en eso, ¡mirá cómo son las cosas! Me encuentro de casualidad en el hall con un ex novio de mis épocas de facultad.
–Uy, ¡que mala pata!
–No para nada, eh. Con ése pibe quedamos bien. Me reconoció, me saludó, protestamos juntos el retraso y nos consolamos tomando unos tragos, recordando viejos tiempos. El muy turro me tiraba flores, y en una de ésas me dice: “¿Vane, te acordás cuando éramos novios y te decía "mi Caperucita"? ¿Te puedo decir así? ¿No te jode?” Y yo le contesto: “Hum, señor Lobo Feroz, mire que en unos meses voy a ser la señora del Leñador”.
Las carcajadas de ambas retumbaron en toda la cocina. Mientras me secaba las lágrimas, le dije:
–¡Sólo vos podés decir algo así!
–Pero te digo, no sabés cómo me costó comportarme como una lady, porque el guacho se puso mucho mejor que cuando salía conmigo: bronceadito, bíceps bien marcados, buena pilcha, pelo corto... –hizo una pausa, me agarró la mano y bajando la voz, continuó hablando: –Mirá Ale, esto a vos te lo puedo decir porque sé que me entendés como nadie. Te juro que me dieron ganas de comérmelo.
–¿Y?
–Ni lo dudé. Con el pedo flojito que tenía después de los tragos, le tiré los perros sin culpa ni vergüenza. No costó mucho alcanzarlo.
–Opa, ¿y qué pasó?
–Cuando por fin abordamos el ferry, nos sentamos juntos y empezamos así a los arrumacos, con una caricia en la mano, masajito en la espalda, un besito y... ¡Terminamos dándole a la matraca en un cuartito de servicio vacío! ¡Te lo juro!
Yo levanté las cejas y la mandíbula inferior se me fue al piso. Nunca se me hubiese ocurrido una locura como esa. Wau, todos los días se aprende algo nuevo.
Ella sonrió, sorbió su café y continuó:
–No sabés. Fue... lindo y raro al mismo tiempo, porque no fue volver el tiempo atrás. Fue totalmente distinto. Como estar con un desconocido pero al mismo tiempo conocido. ¡Reloco! No sé si fue el alcohol o el mareo o el sueño, pero quedé flechada. Me encantó. Nunca me hubiese imaginado que me pasaría algo así con un ex.
–Parece un capítulo del "Crucero del Amor".
–¡Já! Sí, mas o menos.
–¿Quedaron en algo?
–No.
–¿Nada?
–Nada de nada. Cuando terminamos nuestro asuntito, volvimos a sentarnos juntos, yo me quedé recontradormida. Cuando llegamos al puerto me despertó con un piquito. ¡Redulce! Ahí tomé conciencia de las circunstancias y le dije la verdad, le conté que seguramente mi novio me iba a estar esperando en el hall principal, así que mejor que nos despidiéramos ahí. No nos dimos teléfonos, ni mails, ni Facebook. Además, ¿para qué? Tenemos una vida encaminada. Yo me caso a fin de año, y él se estaba por ir a vivir con la novia según me contó, así que... Nah, lo que pasó, pasó. Una transa, una aventurita. Punto.
Di el anteúltimo sorbo a mi café con leche. Luego le dije:
–Che, mirá si te busca y te encuentra. ¿Qué harías?
–¡Naah! –rió nerviosa. –No creo que se atreva. Además, sería buscar una aguja en un pajar.
–Vane, no seas zonza. El mundo de hoy es totalmente abierto y sobre todo digital; si buscás a alguien, tarde o temprano, por algún lado, lo vas a encontrar. Y yo doy fe, ¿te acordás lo que me pasó con el flaco ese de la foto del Bicentenario? Lo busqué y al final lo encontré.
–Bueno sí, es cierto. ¿Y?
–Y, que no es tan difícil que dé con vos si realmente quiere.
–Pero, ¿querrá?
–¿Vos no querrías?
–...
Nos miramos y nos reímos. Pero ahora ella tenía un brillo diferente en la mirada. El brillo de la ilusión. Porque donde hubo fuego, brasas quedan; y porque la carne que se asa en esas brasas es la más jugosa y tierna. Algunas personas con el tiempo sí cambian, la madurez les sienta de maravilla y se vuelven más interesantes de lo que fueron en un principio.
Debo confesar que la historia me entusiasmó, y hasta me dio un poquito de envidia. De camino a mi escritorio, pensaba en lo que pasaría si yo me encontrara con alguno de mis ex (puf, la lista es larga) en una situación similar. ¿Segundo flechazo? ¿Romance? Nada de eso. Lo primero que haría sería patearle ahí, justo en la entrepierna. De una.

Vamos a ver cómo sigue todo esto, porque para mí que la cosa no terminó al llegar a Buenos Aires. Oh no. Estoy segura que esto recién empieza.

:·:

1 comentario:

  1. jaja, siempre me engancho. Me encanta leer tus post, para variar le pones muy buena onda. Sin duda Vanesa es un crack!

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