16 mayo 2011

Ocho menos cinco

Turtle by ~FunkEx | Deviantart »
Eran casi seis y media de la mañana cuando el avión por fin tocó suelo porteño. Después de los trámites de rigor, recuperé mi bolso y pedí un taxi en la vereda. El cielo plomizo apenas clareaba en el horizonte sobre el río. Empezó a lloviznar cuando llegamos, el taxista no tenía cambio y tuve que revolver toda la cartera en busca de algún billete salvador mientras negociaba con el chofer. Estuve varios minutos en la entrada del edificio buscando en mis bolsillos la llave correcta. No quise tocar timbre porque quería darle la sorpresa a mi Fabio, que seguramente dormía. Entré sigilosa al departamento, y me extrañó encontrar las persianas bajas. Dejé el bolso en el piso y caminé hacia la habitación. La cama estaba tendida, el baño ordenado, la cocina impecable. De pronto, un raro ruido me sacó de mis pensamientos. Venía del lavadero. Fui a ver inmediatamente.
“Ay, Amanda...” dije en un susurro.
En su afán de cruzar de un lado al otro, la tortuga se había quedado atascada en la puerta corrediza de aluminio apenas abierta. Quién sabe cuánto tiempo llevaba ahí, pataleando, tratando de zafar de su eventual prisión. La saqué con cuidado, con ambas manos, le acaricié la fría caparazón y la dejé en el suelo, al lado de la mesita. Le puse agua en un plato y la mitad de una manzana roja. Puse la pava en el fuego, entonces vi el sobre con mi nombre pegado a la puerta de la heladera. Lo saqué de un tirón, lo abrí, había un papel rayado doblado al medio en su interior. Me senté para leer esa nota escrita con birome negra:

“Paula,
Espero que hayas tenido buen viaje y tu abuela esté mejor. No sé cómo explicarte que nuestra relación ya no era lo que fue. Estuvo todo genial al principio, pero últimamente me sentía enjaulado, domesticado, atascado en el mismo lugar. No es esa la vida que quiero. Lo pensé mucho y no fue nada fácil tomar esta decisión.
Para cuando llegues a Buenos Aires yo ya estaré de vuelta en Rosario. Si querés podés quedarte en ese departamento, el contrato de alquiler se vence el año que viene. No me animé a llevarme a la tortuga, además sé que la querés mucho y la vas a cuidar. Así no te sentís tan sola.
No me busques ni me llames. Es mejor así. Con el tiempo te vas a dar cuenta que de esta era la única forma de alejarnos sin hacernos daño.
Te deseo toda la suerte del mundo,
Fabio”
Mi brazo se desmayó en la mesa. Miré sin ver el papel en mi mano izquierda quien sabe cuánto tiempo. Escuché sin escuchar los sonidos cotidianos, las mandíbulas de la tortuga comiendo la fruta crujiente, el siseo de la pava, pasos en el palier, un bocinazo desde la calle, el motor del ascensor subiendo y bajando, un reloj despertador desde el piso de arriba, una risa...
Reaccioné. Mis dedos rabiosos apretujaron la nota con fuerza hasta hacerla un bollo apretado. De pronto me sentí demasiado abatida para vociferar las peores maldiciones, siquiera para soltar una lágrima.
Me puse de pie despacio. Apagué la hornalla. Caminé arrastrando los pies hasta la habitación en penumbras y me tumbé en la cama. Miré el reloj.
“Las ocho menos cinco” pensé, “y ya tuve un día de mierda”.

.·'º'·.

2 comentarios:

  1. Que feo che. Me deprimió, Excelente texto. Una grande sin duda !!! Mis saludos.

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  2. excelente relato, saludos

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